El cosmos: reloj del pueblo egipcio
La antigua civilización egipcia daba una importancia capital a la astronomía, como demuestran sus creencias y calendarios

Arqueólogos y egiptólogos coinciden en destacar el papel capital que jugó el Nilo en el desarrollo de la civilización faraónica. Su importancia fue tal que se ha llegado a afirmar que, de no haber existido el Nilo, hoy no disfrutaríamos de la impresionante visión de las pirámides, ni de los numerosos templos que salpican la geografía del país. El Nilo, con sus crecidas, generaba a su paso una fertilidad que permitió el desarrollo agrícola y económico de la civilización. Por este motivo, no resulta extraño que cuando los antiguos egipcios se percataron de una curiosa circunstancia celeste, pusieran toda su atención en el cielo.
Los egipcios organizaron el año en tres estaciones compuestas a su vez por cuatro meses
Los egipcios descubrieron que cuando la estrella que hoy llamamos Sirio surgía por el horizonte, anticipándose a la salida del sol al amanecer –en fechas próximas al solsticio de verano–, comenzaban las esperadas crecidas del río que generaban la consiguiente riqueza derivada de las cosechas.

Esta casual y feliz circunstancia motivó la creación de un complejo calendario que permitía a los antiguos egipcios "predecir" el inicio de la época de la Inundación, y por lo tanto anticiparse y "controlar" este fenómeno natural. De este modo, los egipcios organizaron el año en tres estaciones (Ajet o «inundación», Peret o «crecimiento» y Semnu o «ausencia de agua») compuestas a su vez por cuatro meses. Junto a este calendario religioso, crearon otro que podríamos denominar "civil", compuesto por doce meses de treinta días cada uno, sumando un total de 360 días. A estos se sumaron otros cinco, llamados Epagómenos, y que fueron dedicados a los hijos del dios-sol: Isis, Set, Neftis, Osiris y Harendotes. De este modo, el calendario estaba formado por 365 días, siendo el origen del que utilizamos hoy en día.
Se creía que el faraón, tras su muerte, se convertía en estrella y se trasladaba al cielo acompañado por las divinidades
Además del contenido religioso que los antiguos egipcios otorgaban a estos calendarios, encontramos otros ejemplos muchos más evidentes del binomio astronomía-religión en la civilización faraónica.
Junto a las correspondencias de estrellas/constelaciones y dioses los llamados Textos de las pirámides (un conjunto de textos relacionados con el más allá grabados en las pirámides de algunos reyes de la V Dinastía) aluden en numerosas ocasiones a este vínculo sagrado. En estos documentos jeroglíficos señalan, por ejemplo, que se creía que el faraón, tras su muerte, se convertía en estrella y se trasladaba al cielo acompañado por las divinidades. Curiosamente, para los antiguos egipcios, el firmamento estrellado y el más allá se entremezclaban y confundían, llegando a identificarse como una misma cosa.
Dada su importancia, no resulta extraño que los sacerdotes egipcios fueran avezados astrónomos, y que custodiaran ese conocimiento –tan vinculado al poder– bajo el mayor de los secretos. En este sentido, por ejemplo, tenemos constancia de que los sacerdotes de la sagrada ciudad de Heliópolis –dedicada al dios sol– fueran destacados astrónomos, y que el más importante de todos ellos, el sumo sacerdote, fuera denominado «Jefe de observadores».
Teniendo en cuenta estos antecedentes, que demuestran de forma rotunda la importancia de la observación de estrellas para la antigua civilización egipcia, resulta extraña la escasa atención que habitualmente han prestado a la cuestión la mayor parte de los egiptólogos.
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