Civilizaciones perdidas
01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

ESENIOS: LA SECTA QUE PRECEDIÓ A JESÚS

A la luz de la historia y del contenido de los manuscritos del mar Muerto queda patente que la doctrina de la comunidad de Qumran preparó el camino para la carrera mesiánica de Jesús y las bases de su doctrina. Incluso es muy probable que los primeros conversos al cristianismo fueran esenios…Por Gloria Garrido

01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
ESENIOS: LA SECTA QUE PRECEDIÓ A JESÚS
ESENIOS: LA SECTA QUE PRECEDIÓ A JESÚS
No podemos dudar de la existencia de los esenios porque los historiadores Filón, Flavio Josefo y Plinio el Viejo se han referido a ellos. Y, salvo algunas excepciones, coinciden en sus descripciones.

Los esenios seguían una doctrina distinta a las de fariseos y saduceos. Su filosofía se basaba en la Ley de Moisés. Plinio y Filón dicen que, en esa época, existían al menos 4.000, diseminados por ciudades y enclaves rurales, aunque siempre en comunidades. Los novicios pasaban tres años de prueba tras los cuales entregaban sus bienes al grupo que cultivaba la pobreza. Viajaban sin nada, porque siempre eran acogidos por otras comunidades. Ascetas que asociaban el placer al vicio, comían sólo para sobrevivir. Su sociedad estaba estructurada de forma jerárquica, pero los puestos eran elegidos a mano alzada. Rezaban antes de salir el sol, trabajaban hasta el mediodía y luego se reunían para darse un baño ritual. Tras un frugal ágape acompañado por oraciones, volvían a sus labores hasta la cena.

Piadosos, compasivos y caritativos, se mostraban siempre serenos, detestaban la mentira, el robo, y nunca juraban. Quienes rompían las normas eran expulsados de la comunidad durante largos periodos en los que se pasaban hambre, ya que sus votos les impedían ingerir alimentos que no procedieran de la secta. Todo miembro nuevo se comprometía a difundir las normas de la comunidad, igual que las había recibido, y a memorizar el nombre de los ángeles.

Por su parte, Filón también asocia a los esenios con un grupo de ascetas alejandrinos llamados los «terapeutas», conocidos por sus artes en la sanación, y aseguraba que algunos de ellos tenían el poder de predecir el futuro. Respecto a esta fama de magos y curanderos, Joseph Allegro, uno de los integrantes del equipo que estudió los rollos del mar Muerto, está convencido de que la comunidad de Qumran se situó en un antiguo asentamiento citado en la Biblia como la «ciudad de Secaca». Desde el inicio de la investigación, Allegro y otros traductores descubrieron que los qumranitas utilizaron con frecuencia el código Atbash, mediante el cual se sustituye, en una palabra o texto, la A por la Z, la B por la Y, etc. Pues bien, en el Documento de Damasco, se dice que los qumranitas debían ser instruidos en el Libro de Hago, y al aplicar el código a la palabra «hago», se obtiene el término hebreo tsoreph, que quiere decir «prueba», «ensayo», una posible referencia a las persecuciones y sufrimientos que desencadenarían las fuerzas del mal contra los «piadosos» a la venida del Reino de Dios. Sorprendentemente, en otro libro clave de Qumran, el Testamento de Moisés, aparece una referencia a las instrucciones proporcionadas por este profeta a Josué sobre la ocultación de los libros sagrados en cántaros hasta el Final de los Días, tal y como los qumranitas hicieron.

Jesús esenio
En el siglo XVIII, algunos filósofos alentaron un examen liberal de la tradición cristiana y la relacionaron con los esenios descritos por los clásicos. En 1770, Federico el Grande escribió que «Jesús estaba empapado de ética esenia». Durante el siglo XIX esta teoría circuló cada vez más, y en 1863 el filósofo y teólogo Ernest Renan publicó su famosa Vida de Jesús en la que sugería que «el cristianismo era un esenismo que en gran medida ha triunfado». A finales del XIX, la teosofía de Blavatsky consolidó tal vínculo y perfiló un Jesús mago y maestro de la tradición esenia-gnóstica. Anna Kingsford, discípula de Blavatsky, desarrolló aún más el concepto de cristianismo esotérico en el cual Jesús se insertaba como un taumaturgo gnóstico que, antes de su misión pública, había vivido y estudiado con los esenios. Édouard Schuré sintetizó estas ideas en su libro Los grandes iniciados. Otras muchas obras pintaban a los esenios como curanderos, asociados a los terapeutas griegos y egipcios. Y a Jesús como un aventajado discípulo, o hijo de María y un maestro esenio, versado en sanación y artes ocultas, cuyos conocimientos le permitieron realizar «milagros», sobrevivir a la crucifixión, y aparecer como resucitado.

El hallazgo de los rollos del mar Muerto y las coincidencias entre su contenido y la doctrina evangélica dio visos de realidad a este mito. Así, autores como José Antonio Balbontin, han sugerido que Jesús pudo educarse en el monasterio de Qumran, donde algunos niños eran acogidos. Apoya su tesis que Jesús hablaba arameo, pero también conocía el hebreo, la lengua sagrada de los sacerdotes; se sabía de memoria la Torah, los Salmos y los Profetas. Y utilizaba formas poéticas como los qumranitas, algo improbable en el hijo de un simple carpintero. Además, el desierto fue el punto de encuentro de Jesús con Juan y el lugar a dónde Jesús se retiraba a meditar. Allí podría haber tenido entrevistas con el Maestro de Justicia al que, según Balbotin, le unía una relación tan especial que es posible que Jesús siguiera sus directrices y se refiriera a él como su Padre en algunos pasajes evangélicos. Así, en la intimidad, Jesús dice cosas como «que en la casa de su Padre hay muchas moradas, y que él se propone preparar en ella lugar para sus discípulos… O que todo el que crea en él podrá hacer las mismas obras que él, incluso superarlas, pues él se dirige a la casa de su Padre y le rogará que ayude a sus discípulos…». El que Jesús no hablara nunca del Maestro de Justicia se debería, según Balbotin, a que seguía una ley que prohibía revelar su nombre a los extraños.

¿Qumran = cristianismo?
Otra posibilidad que explicaría las coincidencias de la doctrina qumranita con el Nuevo Testamento sería que sus autores, y sobre todo Pablo, hubieran conocido los manuscritos del mar Muerto. Pero cualquier análisis revela que, incluso en el caso de que Jesús –o los evangelistas– hubiera estado en contacto con los qumranitas, el cristianismo aceptó sólo ciertos puntos de esta comunidad, modificaron otros y rechazaron algunos.

Semejanzas: En un plano externo Jesús y los qumranitas compartieron la animadversión hacia las autoridades del Templo. La observancia del antiguo calendario, como lo demuestra su celebración de la última cena en martes. Sus seguidores compartían todos los bienes como los esenios. Cristianismo y qumranismo son herederos del judaísmo; creen en el bien y el mal; que nadie puede «ganarse» la salvación, si no es por la gracia de Dios y la fe en su intervención; que el cuerpo es perecedero pero el alma inmortal, y que existe un paraíso para las almas buenas y un infierno para las malas, así como en la posibilidad de expiar los pecados mediante la penitencia.

Por otro lado Jesús, tal y como sostiene Bart Ehrman, compartió con los qumranitas la visión apocalíptica; estaba convencido de que el fin del mundo llegaría antes de su muerte, y de que iba a crease un nuevo reino de justicia y paz dirigido por un Dios benevolente.

Modificaciones: Jesús, como los esenios, rechazó la poligamia, admitida por los judíos. Pero además proclamó la indisolubilidad del matrimonio. En Qumran esperaban la aparición de dos Mesías, uno sufriente y otro vencedor. Los cristianos creían que ambos Mesías eran uno solo: Jesús. Las gentes de Qumran creían encarnar la Nueva Alianza entre Dios y su Pueblo de la que habla la profecía de Jeremías y Jesús decía que era necesario crear una Nueva Alianza sellada con su sangre. Los de Qumran se llamaban a sí mismos los «Hombres del Camino Perfecto», y para ello cumplían las leyes a rajatabla; en cambio Jesús sólo exigía a sus discípulos creer en Él, vivir en el espíritu y servir a los hermanos, una santidad posible mediante la gracia del Espíritu Santo del cual no se habla en la literatura qumranita. En cuanto al bautismo, que era un rito cotidiano en Qumran, fue instuido por el cristianismo como un sacramento de conversión a la fe, realizado una única vez en la vida.

Diferencias: Los rituales externos, fundamentales para la gente de Qumran, eran prescindibles para Jesús. También rechazó el elitismo de Qumran, que sólo concedía la redención a los miembros de su secta, y excluía de ella a las mujeres, mientras Jesús ofreció la salvación a toda persona de buena voluntad, y tuvo un trato deferente hacia las mujeres. Se opuso a la norma de la época, también qumranita, según la cual todas las leyes teológicas debían tener un precedente. Habló con autoridad propia y no se refería nunca a rabinos anteriores, afirmando: «Hasta aquí se ha dicho esto, pero yo digo esto otro». Jesús se opuso a las jerarquías estructuradas del modelo qurmanita, pero no así la iglesia primitiva. Y aunque también pensaba que era preciso derrocar a los romanos no creía necesaria la resistencia armada; es más, defendía el amor hacia los enemigos, a diferencia de los qumranitas. La muerte del Maestro de Justicia fue el inicio de la desaparición de Qumran. En el cristianismo sucedió todo lo contrario. Por último, Jesús dijo que «Dios es Amor» y este amor se dirige a todos, mientras que para los qumranitas el amor de Dios no se dirige más que a los justos.

A la vista de estos datos no podemos negar que el descubrimiento de los manuscritos de Qumran ha arrojado una luz intensa sobre el origen del cristianismo, que lejos de ser una doctrina por completo original, está enmarcada dentro del judaísmo disidente de la época, aunque con una identidad propia.

Jesús y el maestro de justicia
Como ha señalado el filólogo español Antonio Piñero, entre Jesús y el Maestro de Justicia hay ciertas similitudes: ambos tienen una conciencia profética; son perseguidos por las autoridades de Jerusalén y tienen sus propios discípulos; ambos interpretan con autoridad la escritura y son radicales en sus exigencia; exhortan a una vida conforme a la Ley y la penitencia. Pero entre ellos también hay notables diferencias puestas de relieve por otro español erudito en el tema, Cesar Vidal: el Maestro de Justicia era un sacerdote atormentado por el peso de la culpa que esperaba la llegada de un Mesías. Jesús no era un sacerdote ni pertenecía a la casta sacerdotal; se considera él mismo el Mesías y afirmó que era «un ser sin pecado» (Juan 8, 7 y 46), y que además «perdonaba el pecado» (Mateo 9, 2).
Lo más leído

Comentarios (1)

jorge de giovanni Hace 4 años
quiero recibir informacion

Nos interesa tu opinión

Revista

Año cero 403

Nº 403, marzo de 2024