Misterios
20/12/2018 (13:22 CET) Actualizado: 20/12/2018 (17:30 CET)

Los huesos ocultos en el Escorial

En el monasterio de El Escorial se custodian 7422 reliquias, una colección calificada de "Divino y Celestial Tesoro". ¿Por qué reunieron tantos huesos? Mariano F. Urresti

20/12/2018 (13:22 CET) Actualizado: 20/12/2018 (17:30 CET)
Los huesos ocultos en el Escorial
Los huesos ocultos en el Escorial

Pero es que no solamente hay huesos; también clavos y cabellos de Cristo, niños muertos y canillas de todos los santos conocidos, salvo tres. Habitualmente, se suele explicar esta afición casi fetichista de Felipe II de coleccionar reliquias enviando buscadores de las mismas por media Europa, apelando a la fijación del dogma católico emanado del Concilio de Trento, que finalizó en 1563 y que contó con el impulso y apoyo del soberano español. De aquel aquelarre católico salieron los bríos con los que se enfrentó la Iglesia a los protestantes: nueva doctrina, importancia del papel del confesor, exaltación del sentimiento religioso, gran aparato ceremonial –pasos de procesión de Semana Santa repletos de sangre para llamar a la devoción–, mucha imagen de santo, mucha canonización y adoración a las reliquias.

En Trento se recomendó: "Instruyan también a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos mártires, y de otros que viven con Cristo". Pero, ¿explica esa instrucción el comportamiento de Felipe II?

La primera reliquia que llegó al monasterio, si no nos engaña el padre Sigu?enza, fue un brazo de San Lorenzo, del que sucesivamente irían llegando piezas hasta el punto de que, a poco que se hubieran esforzado, lo hubieran podido armar como un mecano para mayor gloria de Dios. El día 12 de abril, nos cuenta el fraile jerónimo, se trajeron gran cantidad de reliquias "enviadas por Guzmán de Silva, a quien el Rey había encomendado que las buscase".

Y tan extraordinario coleccionismo prosiguió en los años siguientes, de suerte que a lo largo de su obra el fraile va dando cuenta de la llegada de diferentes lotes, e incluso menciona los nombres de los colaboradores reales que recibieron el encargo de rastrearlas por Europa.  Al final, la colección era insuperable. Y lo era tanto por la cantidad como la calidad de las mismas. Nunca antes nadie juntó tantas. Pero no se crea el lector que el monarca era un ingenuo, pues la misma fuente nos advierte de que el rey dudó en ocasiones de la autenticidad de algunas de ellas.

DE JESUCRISTO, CASI DE TODO
Menciona Sigu?enza "un cabello de su santísima cabeza o barba dentro de una rica bujeta", "muchas partes de su santísima cruz", "once espinas de su corona", "una parte de sus clavos", "una parte también de la esponja que pusieron en su boca llena de vinagre", "parte de sus vestiduras", "pedacillos de la columna donde lo ataron", e incluso fragmentos "del pesebre donde nació".

Una colección inigualable. Nadie explica cómo se pudo saber que un pelo era de Jesucristo y no de un centurión romano o de un aguador de Sevilla. Y respecto a todo lo demás, pues se empleó el mismo peritaje: la fe. También hay lo que se quiera de la Virgen María: "trozos de sus vestiduras", "un cabello suyo"… Y en el catálogo de cuerpos enteros hay un buen surtido, que podemos principiar con "un cuerpecito entero de un santo niño inocente, natural de Belén".

Hay también "otro niño casi entero de aquel valeroso capitán de la santa legión de los Tebeos, llamado Mauricio", además de cuerpos completos de los mártires Teodorico, San Constancio, San Mercurio y del Santo Duque de Aquitania, añade el fraile. En cuanto las cabezas, Sigu?enza admite dudar de la autenticidad de alguna, pero no alberga ninguna sobre la de otras, como la de San Hermenegildo, San Dionisio de Areopagita, San Blas, San Julián, la de un niño inocente, la de los mártires Félix y Adavisto, o la de San Teodorico, Santa Dorotea, San Teófilo y San Jerónimo.

TODOS LOS SANTOS
Hay una sección de "brazos enteros o la mayor parte de ellos y huesos y canillas principales", donde, naturalmente, tiene un papel estelar el cadáver de San Lorenzo. Pero también hay raciones, pizcas y añicos de San Bartolomé, San Vicente, Santa Águeda y otros; hasta el punto, dice el fraile cronista, de que "no tenemos noticia de santo ninguno que no hay reliquia", con las excepciones de San José, San Juan Evangelista y Santiago el Mayor.

El caso de este último se explica aludiendo a que su cuerpo entero está en Compostela. La misma fuente afirma que se disponía de "la mitad del hueso del anca" de San Lorenzo, así como también un muslo suyo completo "con su pellejo tostado y asado", donde se advierten los agujeros que se le practicaron para los garfios de hierro con los que fue sujetado "para que se turrase bien sobre la parrilla".

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