Ocultismo
01/08/2004 (00:00 CET) Actualizado: 26/09/2023 (12:11 CET)

Vudú y mafias de crimen organizado

Tras un año infiltrado en las mafias de trata de blancas, Antonio Salas desvela en exclusiva uno de los mayores secretos del crimen organizado: el vudú.

01/08/2004 (00:00 CET) Actualizado: 26/09/2023 (12:11 CET)
A menudo se utiliza el vudú para amedrentar a las prostitutas
A menudo se utiliza el vudú para amedrentar a las prostitutas

Me escondí en un cajero automático para ajustarme la cámara oculta. Solo cinco minutos después me reunía con un narcotraficante mexicano, iniciado en la santería afrocubana, con quien iba a negociar la compra de grandes cantidades de droga (varias toneladas), y hasta media docena de niñas vírgenes, de unos 13 años, para que ejerciesen la prostitución en mis burdeles.

Encendí la grabadora y me encomendé a la providencia. Sabía que los narcotraficantes mexicanos, especialmente violentos y pendencieros, van armados y son peligrosos. En nuestras reuniones anteriores Mario Torres, que así se llamaba el narco y traficante de niñas, solía cachearme para comprobar que yo no iba armado, como él. Pero tras varios encuentros anteriores, creía haberme ganado su confianza, así que me arriesgué a entrar con la cámara oculta. Además, soy consciente de que, de no haber grabado estas negociaciones, probablemente nadie me creería al afirmar que en España, y en pleno siglo XXI, es posible comprar y vender seres humanos, en este caso niñas, con fines sexuales.

En Sonido de libertad, con Jim Caviezel explora el tráfico de niños con fines sexuales
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En pleno siglo XXI, es posible comprar y vender seres humanos, en este caso niñas, con fines sexuales

Torres es un profesional. Ni siquiera pestañea cuando me explica, ante mi cámara, el funcionamiento del "negocio" en México. Y con todo detalle enumera la sustancias que su organización distribuye tanto en EEUU como en el país azteca. Pero cuando comenzamos a negociar la compra de niñas vírgenes para mis ficticios burdeles, siento vértigo, asco e impotencia.

"¿De que edad hablamos?", le pregunto, dibujando una sonrisa en mis labios, tan falsa como los besos de Judas.
¿Qué quieres, de diez, doce?
- No. Tú me habías hablado de trece, catorce, ¿no?
- Lo que quieras. Tú dime. Porque acá, él sabe que hay quien quiere hasta de diez. Diez, once, doce -está enfermo-
- Joder, pero si no tienen tetas todavía.
- No, hay algunas que sí; hay algunas que sí. Yo lo más que he "chingado" es de catorce.
- ¿Pero nuevecitas o ya usadas?
- No, nuevecitas, yo las quiero nuevecitas. No, mira, casi te digo una cosa, que lo que te voy a mandar va a ser todo nuevecito. Te lo digo en serio. Ésta es una de las cosas que te voy a dar, que sea todo nuevecito.

Es difícil trasmitir la rabia y la impotencia que sentía en ese instante. Y por un momento me dejé llevar por la fantasía de tomarme la justicia por mi mano, romper el vaso que tenía delante con el canto de la mesa y cortarle el cuello al narcotraficante pero, de alguna forma misteriosa, conseguí controlar mi odio. Yo soy un infiltrado, y mi trabajo consiste en obtener las pruebas del delito y registrarlas con mi cámara oculta, y no en ejercer de sicario. Así que tragué aire, y con él la ira, y continué en mi papel de mafioso, negociando con el narco mexicano el precio de la virginidad de aquellas niñas chiapanecas de 13 años.

- Entonces quedamos en 100.000 dólares por seis niñas, ¿no?
- No, 125.
- Qué cabrón. Pero, joder, si me dices 20 por cada una, no me salen las cuentas.
- No. Yo dije entre 20 ó 25 por cada una. Yo sé lo que significa eso para ti, cabrón, las vas a explotar de a madre, cabrón. O te crees que soy tonto. Yo ya evalué todas las situaciones. A ti si te salen a 25 cada niña, estas recuperándolo en dos o tres palos. Tan sólo con que esté virgen, tú puedes cobrar lo que quieras.

El año que trafiqué con mujeres
El año que trafiqué con mujeres

Lo más soprendente de todo es que Mario Torres era santero. Como otros muchos narcotraficantes mexicanos, antes que él, Torres acudía a la brujería y al vudú para buscar protecciones mágicas contra la policía. Durante horas charlamos sobre sus "registros" y "limpias"; sobre los "orishas" que le protegían de la DEA y del FBI, y sobre la mejor manera de utilizar el vudú con fines criminales.

Al igual que Adolfo de Jesús Costazgo, líder de los "narcosatánicos" de Matamoros (frontera de México con EEUU), Mario Torres creía que a través de la brujería podía proteger a sus compinches de las balas de la policía, y de las redadas de la justicia. Pero no podrían protegerlo de mi cámara oculta.

Vudú al servicio de las mafias

En verano de 2003 fuentes de la la Delegación del Gobierno en Ceuta, emitieron un insólito comunicado. Los responsables del servicio de vigilancia aduanera de la Guardia Civil, y efectivos policiales de la lucha contra el narcotráfico, habían descubierto en algunas partidas de droga un escrito en papel en forma de rombo rellenado con letras árabes por el centro, y en las cuatro aristas del rombo. Se trataba de una protección mágica encargada a los marabús y a los hechiceros islámicos que colaboran con las máfias, con objeto de proteger esos envíos de droga desde su salida en Marruecos hasta su destino, preferentemente países como Holanda o Italia a través de España. Puede parecer absurdo, pero no lo es si analizamos quiénes son los "operarios", es decir, la mano de obra de las mafias. La mayoría han sido reclutados en poblados africanos, que carecen de formación cultural superior o que, poseyéndola, no han prescindido de las tradiciones religiosas y culturales que han aprendido desde niños.

Tanto en la cultura rural islámica como por supuesto en el animismo africano, la presencia de lo sobrenatural y mágico es constante. En países islámicos como Marruecos, Mauritania, Argelia o en toda el África negra, adivinos, hechiceros, brujos y curanderos tienen un enorme peso social. Por eso no es extraño que los responsables de las mafias del narcotráfico "blinden" sus fardos de drogas con todo tipo de amuletos, sortilegios y maldiciones que pudiesen atemorizar a cualquier curioso que, durante el trayecto recorrido por la cocaina, opio o hachis, desde África a Europa, pudiese acceder accidentalmente a "la mercancía".

Pelo de las chicas para hacerles vudú
Pelo de las chicas para hacerles vudú


Al mismo tiempo se supone que esos sortilegios, realizados por un marabú musulmán, en el caso de las mafias islámicas, o un hechicero animista, en el caso de las mafias subsaharianas, tiene el poder de proteger a los traficantes de la Policía Nacional y la Guardia Civil a su llegada a Europa a través de Ceuta y Melilla, o de Canarias desde la costa de Mauritania.

Sin duda existe otra dimensión mucho más terrorífica y siniestra del vudú, en relación al crimen organizado. Se trata de algo mucho más cruel y despiadado que, según todos los libros de historia que se imparten en los actuales modelos escolares, dejó de existir en 1880: el tráfico de esclavos. Pero esos libros de historia mienten. El tráfico de esclavos continúa existiendo en la civilizada, moderna y cosmopolita Europa del siglo XXI. Lo sé porque yo me dediqué a comprar y vender esclavos durante mi infiltración. Esclavos sexuales.

La mayoría de prostitutas comparten sus creencias y supersticiones, acudiendo a videntes sin escrúpulos, que las estafan 

Y es que la mayoría del medio millón de mujeres que ejercen la prostitución en España, inmigrantes dominicanas, colombianas, senegalesas, brasileñas, marroquíes, nigerianas, etc, provienen de las mismas clases sociales, humildes y sin estudios, que sus traficantes. Por tanto comparten sus creencias y supersticiones, y muchas de ellas terminan acudiendo a videntes sin escrúpulos, que les estafan grandes sumas de dinero, a cambio de absurdos "trabajitos" en los que esas prostitutas buscan un poco de esperanza y una vida mejor.

Durante mi infiltración conocí miles de historias increíbles en este sentido. Como la de Vera, una "meiga" viguesa que ha conseguido reunir en torno a ella una especie de secta, compuesta sólo por meretrices, a las que estafa el poco dinero que les dejan las mafias, con amuletos y rituales estúpidos. Todas ellas portan, como distintivo de su pertenencia al "círculo de Vera", un medallón con una estrella de seis puntas, que yo mismo pude fotografiar tras conocer y entablar amistad con muchas de esas prostitutas.

Además, llegué a hacerme pasar por trabajador de una cadena de tiendas de santería, en Madrid, donde conocería a prostitutas africanas que acuden a los brujos en busca de ayuda contra los hechizos a los que, supuestamente, les someten sus mafiosos; empecé a intuir cuál es el secreto del éxito de las mafias africanas.

Prostitutas africanas acuden a los brujos en busca de ayuda contra los hechizos
Prostitutas africanas acuden a los brujos en busca de ayuda contra los hechizos


Todos los traficantes de mujeres utilizan el terror como herramienta habitual. Una exclava sexual trabaja mejor cuanto más aterrorizada esté. Pero mientras los mafiosos rusos, colombianos, rumanos o ucranianos, tienen que propinar palizas, realizar violaciones colectivas, o someter a sus chicas al "paseillo" -llevarlas a un descampado, ponerles una pistola en la cabeza y apretar el gatillo- lógicamente con el cargador vacío, las mafias africanas pueden tener a sus chicas trabajando en la Vía Benetto de Roma, en la Casa de Campo de Madrid, o en el Bosque de Bologne de París, mientras los traficantes disfrutan de su dinero a miles de kilómetros. ¿Cómo es posible ese control a distancia? ¿A qué pueden temer tanto las chicas como para entregar los beneficios que recaudan, y no acudir a la policía, aunque sus chulos estén en otro país? Por fin descubrí cuál era ese secreto: el vudú.

Cuando los traficantes "decidimos" traer a un grupo de jóvenes africanas para ser prostituidas en Europa, éstas asumen una deuda que puede oscilar entre veinticuatro y cuarenta y ocho mil euros. Además de firmar unos contratos aberrantes, en las que ponen su propia vida como garantía de que pagarán esa deuda y la de sus familias, son conducidas al brujo de la tribu para sellar un pacto mágico. Se trata de terroríficos rituales de vudú consistentes en la elaboración de un fetiche, llamado body, con vello púbico, sangre, uñas, pelo o piel de las chicas traficadas, elaborado durante una ceremonia efectuada por el brujo del clan tribal. Éste entrega el body al mafioso, que desde ese momento poseerá el alma de la joven, obligándola de esta forma a pagar la deuda millonaria. Una vez en el país de destino, como España, se realizan nuevos rituales mágicos para renovar ese terror. E incluso es posible vender a esas chicas a terceras personas, a propietarios de burdeles, o a otras mafias, una vez en el viejo continente. Lo sé porque yo mismo compre a una de ellas, en Murcia.

Esclavas del vudú

Conocí a Loveth en un burdel del norte, gracias a la ONG "Alecrín". Es una adolescente nigeriana traficada por las mafias subsaharianas para ejercer la prostitución en la Casa de Campo de Madrid, con sólo 16 años. Ella fue la primera en hablarme de Susy.

Susy era otra nigerina que había llegado a España, tras un infernal viaje de un año, atravesando el desierto del Sahara en un éxodo atroz, de la mano de su traficante. Después de una brutal experiencia en los campos de refugiados, durante ocho meses, y tras quedarse embarazada, consiguió plaza en una patera, para alcanzar las costas de Algeciras. Justo al pisar suelo español, y no antes, dio a luz. Susy quería que su hijo fuese español. Como inmigrante, pero madre reciente, la Guardia Civil la ingresó en una casa de acogida, hasta que un día inesperado se presentó un compatriota enorme, ataviado de sacerdote, y consiguió sacarla del hogar de acogida, con la excusa de facilitarle asistencia espiritual y económica. Sin embargo, el falso sacerdote era el proxeneta nigeriano, líder de una asociación de delincuentes subsaharianos afincada en Murcia, y "propietario" de la joven madre.

Muñeco vudú
Muñeco vudú


Mi primer intento por localizar a Susy fue un fracaso. Un nombre de pila no resultaba una pista suficiente para dar con una joven de raza negra, en la "calle de las putas", situada en los alrededores del centro comercial EROSKI. Sin embargo, la búsqueda por los clubs de alterne y los pisos clandestinos de prostitutas en la provincia murciana, me sirvió para empezar a comprender la dimensión del gigantesco negocio del sexo en España. Sólo en un diario como La Verdad de Murcia aparecían hasta 241 anuncios clasificados que ofrecían servicios sexuales.

Fue necesario acudir a un delincuente local, al que convencí de que poseía varios burdeles en Marbella y Bilbao, y de que pretendía abrir un nuevo local en la ciudad, para localizar a la joven nigeriana. Así entré en contacto con Susy. Cuando detuve mi coche a su lado, en la calle donde ejercen las prostitutas nigerianas, brasileñas, rumanas o dominicanas, la primeras palabras que escuché de sus labios fueron: "chupar y follar, 30 euros". A partir de ese instante fueron necesarios meses de relación con Susy para ganarme su confianza. Recordé entonces las palabras de mi "maestro" en este campo, un funcionario de los servicios de información con más de 15 años de experiencia en el mundo de las mafias de la prostitución: "Si quieres sacarle información a una prostituta jamás te acuestes con ella o le pagues por follártela. No seas su cliente, sino su amigo. Porque al cliente se le saca el dinero, pero no se le da información".

El consejo es una auténtica clave, exacta y precisa. Tras cuatro meses de investigación en Murcia conseguí que Susy me presentase a Prince Sunny, su "dueño", un enorme ex boxeador nigeriano, con antecedentes por tráfico de drogas y de mujeres, además de falsificación de documentos. Sin embargo, durante esos meses, realicé largas vigilancias del domicilio de Susy, pudiendo seguir y grabar a su chulo, el citado Sunny, en muchas ocasiones. Desde sus salidas y entradas, hasta sus visitas al supermercado local, Sunny no puede imaginar hasta qué punto estuvo vigilado por mi cámara.

Durante esa primera entrevista con Sunny, todavía llevaba los collares de santero que utilizaba durante mi estancia en la tienda de productos afrocubanos de Madrid, donde había conocido a otras prostitutas africanas. Sunny no tuvo ningún problema en reconocer los collares de Changó, Babalu Ayé u Orula. No en vano dijo ser "hijo de Babalu" (San Lázaro en el sincretísmo afroamericano), lo que lo convertía en "mi hermano". Aproveché esa baza para ganarme su confianza. Pero aquella conversación, grabada en mi cámara, demuestra que Sunny estaba familiarizado con la brujería. Más tarde averiguaría que, con la ayuda de un santero alicantino, realizaba los rituales de vudú para aterrorizar a sus prostitutas.

Salas utilizó el ilusionismo para convencer a una prostituta de que sus poderes eran mayores que los de su chulo

Aunque pueda parecer ridículo, yo llegué a utilizar el ilusionismo, como hacen muchos mafiosos, para convencer a sus chicas, como Susy, de que mis poderes mágicos eran mayores que los de su chulo, y que no debía tener miedo a escapar de esa mafia, ni a denunciar a la policía, ya que los poderes de aquellos falsos brujos eran inexistentes. Pero "los negocios de negros no se cuentan a los blancos". Esta es una máxima universal en las mafias subsaharianas. Por eso tardé todavía algunas semanas en convencer a Sunny para realizar la transacción. La compra de una joven, de veintitres años, y de su hijo, de dos, en la España de 2003. La negociación con Prince Sunny también fue registrada por mi cámara oculta. El precio pactado para comprar a la nigeriana y a su hijo: 17.000 dólares.

Poco después de que facilitase al Cuerpo Nacional de Policía, y más concretamente a la Brigada Central de Extranjería que ya tenía noticia de la existencia de Sunny, quien había sido detenido en varias ocasiones, aunque siempre había conseguido "escurrirse" de la Ley, las cintas de vídeo grabadas con mi arma de trabajo, se procedió a la detención del boxeador y de 16 de sus cómplices. Posteriormente serían detenidos media docena más de implicados.

Cuando los agentes de policía entraron en la casa de Sunny, se encontraron a varias de sus prostitutas y también los altares de vudú y los fetiches con los que las aterrorizaba. La Policía Científica de Murcia tuvo la amabilidad de facilitarme esas imágenes para demostrar la utilización del vudú por esta mafia liderada por el ex boxeador nigeriano.

Yo me encontraba vigilando la casa de Sunny, como había hecho durante días y noches enteras los cuatro meses precedentes, cuando llegó la policía para detenerlo. Mientras grababa como el "brujo" nigeriano era detenido, no sentí euforia ni alegría. Por supuesto me enorgullece que mi investigación haya contribuido en el desmantelamiento de mafias como la de Prince Sunny, pero soy consciente de que todavía existen cientos de organizaciones similares, que trafican con miles, quizás millones de chicas como Susy. Y, para muchas de ellas, el terror al vudú y a la brujería es la herramienta habitual de coacción.

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