Ovnis y vida extraterrestre
07/11/2022 (12:00 CET) Actualizado: 07/11/2022 (13:09 CET)

Encuentro cercano: hablan los testigos

Dos testigos se toparon en un paraje de la sierra de Mijas, en Málaga, con decenas de extraños seres que se acercaron al coche en el que se encontraban…

07/11/2022 (12:00 CET) Actualizado: 07/11/2022 (13:09 CET)
Encuentro cercano: hablan los testigos
Encuentro cercano: hablan los testigos

Zona habitual de avistamientos de OVNIs y encuentros con extraños seres –como el pequeño humanoide de Ojén que se puso en contacto con el escultor Marino Amaya–, la sierra de Mijas y sus alrededores son el epicentro de un interesante caso. En esta zona, adornada de cuevas con arte rupestre, como la de Ardales, y de dólmenes, tuvo lugar un episodio que sus protagonistas jamás olvidarán. Ocurrió en octubre de 1991, pero logré acceder al testimonio de sus protagonistas: Javier y Victoria.

Allí había un par de ojos almendrados y luminosos de un color verde fosforescente

La joven pareja ascendió en automóvil al bosque que cubre la sierra para escuchar música y disfrutar de la soledad de la noche. Se trata de una zona escarpada, de empinadas laderas por las que serpentea un carril entre los pinos. Una vez en la cima, Victoria notó una extraña sensación, como si alguien los estuviera vigilando, así que, instintivamente, dirigió la vista hacia unos árboles. Allí había un par de ojos almendrados y luminosos de un color verde fosforescente, que claramente miraban hacia ella y su novio. Inmediatamente preguntó a Javier si estaba avistando lo mismo que ella, a lo que el muchacho respondió afirmativamente. Sin embargo, tardaron solo unos segundos en darse cuenta de que otro par de ojos iguales estaba al lado del primero. Inmediatamente vieron otros dos más, y luego otro. Llegaron a distinguir hasta una treintena de pares de ojos refulgentes que parecían escanear a nuestros protagonistas.

La altura de los seres rondaba los noventa centímetros o poco más del metro, y estaban moviéndose, evitando las rocas o saltando sobre ellas, mientras se acercaban poco a poco al automóvil en donde se encontraban Victoria y Javier. Ambos se esforzaron por distinguir la figura de las criaturas, pero la negrura les impidió observar sus cuerpos, aunque adivinaron que presentaban una forma humanoide. Por la forma de caminar, sin duda eran criaturas bípedas. Sus pasos eran armoniosos y seguros.

 «¡ARRANCA YA!»

Los extraños seres continuaron acercándose hasta quedarse a unos cinco metros del coche. Los jóvenes se temieron lo peor: que aquellas entidades acabaran sacándolos del vehículo y llevándoselos sabe Dios a dónde. La sorpresa por el inesperado incidente dio paso a la angustia, al miedo a lo desconocido, a lo inexplicable…

Javier no lograba poner el coche en marcha, y los seres seguían acercándose

Por fin reaccionaron. Javier quiso encender las luces para contemplar en todo su esplendor a aquellos seres:

 –Voy a encender los faros para verlos.

–Ni se te ocurra, no sabemos qué son. ¿Quieres que se asusten y nos ataquen? –respondió segura Victoria.

El joven intentó arrancar, mientras su novia le urgía: «¡Arranca y no vayas a encender las luces! ¡Venga, vámonos!». Pero Javier no lograba poner el coche en marcha, y los seres seguían acercándose, siempre sin dejar de observarlos. De nuevo giró la llave, pero el motor del automóvil tampoco reaccionó. Victoria seguía insistiendo: «¡Vámonos, arranca ya!». Otro intento, y otro. La desesperación estaba haciendo mella en Javier que, por fin, logró arrancar. A oscuras, salieron del lugar. El joven miraba por el espejo retrovisor y Victoria directamente volteó la cabeza. Por fortuna para sus nervios, los seres no los persiguieron. Se quedaron parados, eso sí, siguiendo con su vista la huida de los muchachos, que sintieron un enorme alivio al comprobar que las criaturas quedaban atrás.

RECONSTRUYENDO EL INCIDENTE

Aquella noche no pegaron ojo pensando en la experiencia, y todavía hoy continúan preguntándose qué eran esos seres. No se trataba de animales, sino que su figura era humanoide, y se movían como las personas, no como un primate. Sus ojos eran almendrados, pero de una luz verde, como si los utilizaran para iluminarse en la oscuridad. Tardaron dos meses en animarse a regresar al lugar del encuentro. Eso sí, lo hicieron de día, con la intención de encontrar alguna pista sobre la aparición de esas criaturas, pero nada hallaron. Ni una oquedad en el suelo por la que hubieran podido salir, ni rastro alguno sobre el terreno.

Victoria y Javier, entonces novios, acabaron casándose y formando una familia. Conozco a ambos desde hace años, pero solo recientemente me revelaron su extraordinaria experiencia. Además, tuvieron la amabilidad de acompañarme al sitio en cuestión, y allí reconstruimos el incidente punto por punto. Y, como suele suceder en estos casos, nuestras preguntas se agolpan, pero las respuestas brillan por su ausencia.

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Comentarios (3)

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