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02/02/2018 (13:31 CET) Actualizado: 02/02/2018 (13:31 CET)

La energía que se puede robar

02/02/2018 (13:31 CET) Actualizado: 02/02/2018 (13:31 CET)
La energía que se puede robar
La energía que se puede robar

Vampiros... ¿Existen? ¿Entran en el marco de las emociones o hablamos de un concepto más palpable? Decir que hay ámbitos en la vida que están atiborrados de fantasmas, monstruos, «chupasangres» y demás criaturas desagradables es una obviedad. De lo que hablamos es de otro asunto. ¿Cuántas veces ha dicho eso de «esta persona me roba la energía»? Parece una frase hecha pero en realidad no lo es. Porque lo que encierra es tan profundo como las antiguas creencias.

Solo hay que echar un vistazo a éstas para percatarse de que la Biblia habla del «aliento de la vida» que hace que la persona cobre o pierda vitalidad, dependiendo de si es dado o quitado. Es habitual, cuando visitamos los templos del antiguo Egipto, observar en sus paredes, que no dejan de ser libros abiertos, a los dioses con la llave ank en una mano, orientada hacia la nariz del faraón. Es la forma de ofrecer el hálito vital, el ka que, cuando el cuerpo fenece, abandona los restos en forma de pájaro para unirse al ba en la otra vida. Por eso es habitual que en el país del Nilo, cuando se quería eliminar el espíritu de un enemigo, se le rompía la nariz para evitar que el ka le volviese a dar vida —¿recuerdan la Gran Esfinge?—.

Y como parece que todo está inventado, nosotros lo llamamos alma, el anima del latín que significa «viento» y que, como un soplo, nos concede la esencia vital. Ahora, imaginemos que hebreos, egipcios, cristianos... Estuviesen haciendo alusión a algo cuantificable, medible y real. No voy a entrar en los experimentos de principios del siglo XX, cuando varios científicos «lograron pesar» el alma del difunto, colocando al moribundo en una balanza y comprobando que cuando fallecía perdía algo de peso —el ánima que se iba—. Pero si entráramos en algo más sórdido, más siniestro, más peligroso si cabe... Porque actualmente hay agrupaciones que se dedican a formar a sus seguidores en la práctica de robar esa energía, porque al fin y al cabo es de lo que se trata: de energía vital. Son depredadores psíquicos, un nuevo tipo de vampirismo que extrae algo más sutil y aparentemente fundamental para nuestra pervivencia. Imaginemos el poder de un «arma» así. Sí, imaginemos, porque creer que es posible da vértigo. Y sin embargo lo es...

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Nº 404, mayo de 2024