Vida alternativa
18/09/2017 (16:04 CET) Actualizado: 18/09/2017 (16:04 CET)

El misterio de la Hermandad Blanca

Entre los muchos motivos para visitar Bulgaria, uno de los países más bellos y enigmáticos de Europa, les proponemos la asistencia a una ceremonia tan sugerente e inusual como lo son quienes la protagonizan. Conocida como danza de la paneuritmia, consiste en una serie de ejercicios físicos y bailes concebidos para la elevación espiritual, una luminosa coreografía nacida de las enseñanzas de Petar Danov, un personaje cuyo carisma y obras han trascendido mucho más allá de las fronteras de la espléndida cordillera de Rila. Texto Mado Martínez

18/09/2017 (16:04 CET) Actualizado: 18/09/2017 (16:04 CET)
El misterio de la Hermandad Blanca
El misterio de la Hermandad Blanca

La Hermandad Blanca se reúne cada año junto a las aguas del Babreka, uno de los conocidos como Siete Lagos de Rila, ubicados todos ellos en la zona noroeste del macizo montañoso homónimo. Vestidos de blanco, sus seguidores proceden de diferentes partes del mundo, pues las enseñanzas del maestro Petar Danov, mezcla de cristianismo e hinduismo, han ido llegando al alma de tantas y tantas personas, que hoy en día es difícil hallar un rincón en la Tierra donde no haya florecido su discreta pero poderosa semilla. Y es que los hermanos blancos huyen de los focos, aunque la belleza estética de su danza ritual atraiga a decenas de periodistas e infinidad de curiosos a este recóndito paraje de Bulgaria.

Llegar hasta allí no resulta sencillo, aunque la misión tampoco está al alcance de muchos: sólo se precisa resistencia física y no tener miedo a las alturas. Si bien un teleférico facilita la primera

media hora de ascensión, justo para situarnos en unas cotas de vértigo, la parte central del recorrido supone varias horas de camino y escalada, un trayecto en el que descubriremos, uno tras otro, los bellísimos Siete Lagos de Rila, hasta llegar al último, llamado La Lágrima, desde el cual se divisan todos los demás.

MUCHO MÁS QUE UNA REUNIÓN ESTÉTICA
Así, la ruta está salpicada de lagunas de aguas cristalinas y bancos aislados de nieve, un sereno paisaje que, de vez en cuando, se anima con la presencia de los célebres caballos salvajes de los Balcanes, que con su aspecto primitivo tan bien encajan en estas cumbres legendarias. Al fin llegamos al Babreka, con su característica forma de riñón, pues eso significa su nombre en búlgaro.

Allí distinguimos las prístinas rocas que señalan el lugar donde se reúne la Hermandad Blanca, cuya cita anual se materializa en la Paneuritmia, un sistema de ejercicios físicos mezclados con danzas, siempre siguiendo un patrón en círculos concéntricos.

Quizá suene a tópico, pero la belleza del entorno y la disposición de los danzantes ofrece un panorama incomparable; aunque la Hermandad Blanca es mucho más que una reunión «estética».

Sus miembros son los continuadores de las enseñanzas de Petar Danov, un hombre sencillo que rechazaba el protagonismo que le adjudicaban sus seguidores: «No existe la enseñanza de Petar Danov –se excusaba–. Que yo sepa, sólo hay una enseñanza divina, que es la de la vida».

Los Hermanos Blancos, como se les conoce, aseguran que el hecho de formar parte de esta «cofradía» les ha transformado radicalmente. En ello inisiste Zhela Nikolova, una ingeniera de 42 años con quien tuvimos la oportunidad de conversar. Integrante de la Hermandad Blanca desde hace hace ya algunos años, se unió a la misma movida por inquietudes espirituales y filosóficas. Una de las primeras cosas que sintió al empezar a poner en práctica la doctrina –nos dice–, fue una especie de explosión creadora. Comenzó a escribir música y letras, y pronto se convirtió en voz y coral de la Hermandad, transmitiendo su recién adquirida capacidad artística por toda Europa: «Se abrieron las puertas de mi creatividad. Yo nunca había escrito antes ningún poema, y mucho menos me había puesto a cantar como lo hago ahora –se sincera–. Antes pensaba que era una auténtica negada para todo esto. Entonces empecé a escribir canciones. Todo fluía como el agua de un río.

Muchas de las personas que se han unido a la Hermandad Blanca sintieron lo mismo y llegaron a convertirse en poetas, escritores y músicos muy estimables… Lleva sucediendo desde los tiempos del Maestro», apostilla en referencia a Danov.

Otros dones que suelen desarrollar los iniciados en la Hermandad tienen que ver con la intuición: «Muchos de nuestros hermanos poseen habilidades relacionadas con la clarividencia, se han abierto al conocimiento de vidas pasadas a través de los sueños lúcidos, etc. Yo misma recibí información de tres vidas anteriores. Además, en varias ocasiones me he comunicado con el Maestro a través  de sueños; y no sólo me ha pasado a mí, sino a todos los seguidores que conozco», continúa Nikolova El fotógrafo búlgaro Georgy Nedelcheff conoció de primera mano este misterioso renacer creativo de los seguidores de la Hermandad. Su tía abuela Nevena Nedelcheva (1908-1995) era  sólo una estudiante de instituto cuando acudió junto a sus compañeras de clase a una de las charlas del Petar Danov: «Aquel día, Nevena experimentó de los momentos espirituales más fuertes de su vida –comienza a explicarnos el excelente fotógrafo–. Tanto le impactaron las palabras que escuchó, que pidió una copia de la conferencia y se decidió a publicarla, financiándola ella misma. Llegó a ser íntima del Maestro Danov, y una de las más fervientes seguidoras de sus enseñanzas, colaborando con él en todo lo que pudo: en centros educacionales, en librerías de su comunidad, etc… Nunca se casó y tuvo una vida llena de dificultades, marcada por la pobreza y las penurias económicas; pero siempre mantuvo una entereza de ánimo admirable».

De hecho, aunque casi no podía  permitirse comprar papel y tinta, Nedelcheva concluyó 18 novelas y decenas de cuentos infantiles, por los que ganó varios premios literarios. A propósito de su faceta como escritora, Nevena reconocía una sola pero poderosa fuente de inspiración: la doctrina de Petar Danov, un hombre cuyas cualidades excedían los límites de lo que entendemos por convencional. En este sentido, Nedelcheff recuerda que su tía Nevena no paraba de ensalzar a su mentor: «Me insistía en que era una persona especial, extraordinaria, tanto que tenía la capacidad de teletransportarse»…

Lee el reportaje completo en el nº195 de la revista AÑO CERO

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