Conspiraciones
25/02/2010 (12:52 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

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José Gregorio González Imprescindibles y prohibitivos, irresistibles y nocivos. De manera tan amplia podemos contemplar a los alimentos, capaces de oscilar desde la esfera de lo saludable hasta el infierno de la enfermedad. En ellos no sólo residen los nutrientes esenciales para la vida, sino también un creciente número de sustancias y compuestos artificiales que envenenan silenciosamente nuestros cuerpos. ¿Hasta qué punto estamos desprotegidos frente a esta amenaza invisible? ¿Podemos hacer algo para remediarlo? Libros Recomendados : 2 MESES PARA REBAJAR EL COLESTEROL ARTERIAS SANAS ¡ Visita nuestra Tienda !

25/02/2010 (12:52 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
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El mercado de la alimentación genera clientes para el mercado de la salud en el primer mundo, mientras los excedentes alimenticios terminan en la basura para mantener los precios –excluyendo así su uso humanitario– o bien llegan a consumidores de tercera, generalmente en los mismos países pobres de los que se extrajeron las materias primas, llevando con ellos más enfermedad por su insalubridad, y pobreza por la dependencia importadora que acarrean. Un ejemplo cercano lo encontramos en Argentina, donde la siembra de soja transgénica patentada por la controvertida multinacional Monsanto ha desplazado salvajemente al resto de cultivos, eliminando la diversidad productiva del país e instalando un peligroso monocultivo de alto rendimiento.
EN BUSCA DE LA SALUD PERDIDA
Otro escandaloso ejemplo lo encontramos ampliamente descrito en Crisis económica y apocalipsis, obra del escritor y especialista en medio ambiente Gabriel Wüldenmar. En ella se hace eco de las múltiples denuncias impulsadas por particulares y organizaciones internacionales contra los desmanes cometidos por Coca-Coca en muchos países. Dejando a un lado su agresiva política empresarial y el poder aplastante que ejerce –que, según tales denuncias, llega a situarla al margen de la ley–, Wüldenmar explica lo nefasta que es su presencia en países como la India, donde además de perjudicar gravemente la economía local ha incurrido en la ocupación ilegal de tierras, en el expolio y desperdicio masivo de los escasos recursos hídricos y en la contaminación de acuíferos y zonas de cultivo con residuos como plomo o cadmio. «Casi toda el agua que Coca-Cola usa es para limpiar máquinas y botellas. Ellos ponen productos químicos en el agua y la contaminan, perjudicando los suelos, las plantas y los acuíferos», explica el activista hindú Amit Srivastava, de la organización India Resources. Todo ello llegando a comercializar incluso sus productos con proporciones del pesticida DDT, usado en agricultura, «30 veces mayores que las autorizadas por las normas estadounidenses y europeas», sentencia Wüldenmar… (Continúa en AÑO/CERO 235)
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