Parapsicología
01/05/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

¿Qué hay después de la muerte?

Las Experiencias Cercanas a la Muerte suceden cada vez con mayor frecuencia. Los especialistas aseguran que la causa reside en los mejores niveles de supervivencia derivados de las modernas técnicas de reanimación. Varios estudios científicos recientes aportan ahora más luz al enigma, y aseguran que el contenido de las ECM y el efecto en los pacientes es muy similar en todo el mundo, a lo largo de todos los tiempos… y en todas las culturas.

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¿Qué hay después 
de la muerte?
¿Qué hay después de la muerte?
Se han cumplido treinta años desde que el doctor Raymond Moody impactara al mundo entero con su libro Vida después de la vida –Edaf–. Su trabajo recogía abundantes testimonios sobre lo que se han dado en llamar Experiencias Cercanas a la Muerte –ECM–, relatos de personas que, tras estar clínicamente muertos, regresaban a la vida y describían situaciones y escenarios muy similares entre sí con independencia de su nivel cultural o religión.Sobra decir que la publicación de estas vivencias supuso una esperanza para millones de personas; algunos perdieron el miedo a la muerte y otros hallaron cierta paz interior tras la pérdida de un familiar querido.

Su línea de investigación fue magistralmente continuada por otros autores internacionales como Elizabeth Kübler-Ross, Karlis Osis o Kenneth Ring, y también dio origen a agrias polémicas. Admitir que nuestra conciencia tiene vida propia e independiente de nuestro cuerpo físico choca, aparentemente, con los postulados de la neurología. Para los escépticos –casi siempre mal informados– las Experiencias Cercanas a la Muerte son meras conjeturas pseudocientíficas sin base empírica ni científica. Las sensaciones que manifiestan los protagonistas –aseguran– han podido ser replicadas científicamente como experiencias provocadas por el cerebro y no como algo ajeno a éste. Un neurólogo de la Universidad de Ontario (Canadá), Michael Persinger, ha podido inducir la misma percepción de desdoblamiento en sujetos "vivos" mediante la aplicación de un campo magnético al lóbulo temporal del cerebro –Scientific American 2003–. Según la revista Nature también la Universidad de Ginebra llegó a conclusiones similares un año antes mediante la estimulación eléctrica del lóbulo temporal.

Entonces, ¿cuándo tienen lugar estas percepciones? ¿Durante la interfase, es decir, en el paréntesis entre la muerte clínica y la muerte sin retorno, o una vez traspasada esta última? ¿Existe algún estudio científico que demuestre que es posible desdoblar la conciencia de nuestro cuerpo físico? La respuesta es rotunda: sí, lo hay. Y algunos episodios figuran ya dentro de la literatura científica.

Un caso muy especial
Una enfermera de la unidad de cardiología del Hospital Rijnstate de Arnhem, en Holanda, explicó que, durante un turno de noche, una ambulancia trajo a un hombre de 44 años de edad en estado comatoso. Había sido hallado por unos transeúntes una hora antes, tendido en una pradera. Tras ser admitido en el hospital, recibió respiración artificial sin intubación y se le aplicó masaje cardíaco y desfibrilación. "Cuando quisimos intubar al paciente –explica la enfermera–, resultó que tenía dentadura postiza. Le quité la dentadura superior y la guardé en el ';carrito de emergencias'. Después continué colaborando en la resucitación cardiopulmonar".

Tras cerca de una hora y media, el paciente tenía suficiente ritmo cardíaco y presión sanguínea, pero todavía estaba ventilado e intubado y aún seguía comatoso. Fue transferido a la unidad de vigilancia intensiva –UVI– para continuar la necesaria respiración artificial. "Sólo después de más de una semana me encontré otra vez con él. Le di su medicina y, entonces, dijo: ';Oh, esa enfermera sabe dónde está mi dentadura'. Yo me quedé muy sorprendida. Entonces él aclaró: ';Sí, usted estaba allí cuando me trajeron al hospital y me sacó la dentadura y la puso en ese carrito que tenía todas esas botellas, concretamente en un cajón que se deslizaba por debajo. Allí es donde puso usted mis dientes".

El episodio, no lo olvidemos, sucedió mientras aquel hombre se hallaba en pleno proceso de reanimación, mientras estaba en coma profundo, sin que pudiera tener conciencia de lo que sucedía a su alrededor. Aquel hombre, sin embargo, había visto la escena desde arriba y pudo describir con precisión como trabajaban médicos y enfermeras, así como reconocer rostros y situaciones precisas.

La experiencia –admitámoslo– podría ser una más de las miles que se documentan a diario en los hospitales de todo el mundo, pero ésta tuvo lugar durante la fase piloto de un estudio científico dirigido por el doctor Pim van Lommel sobre las evidencias científicas de las ECMs. Se trata pues de un caso verificado científicamente e incluido en el programa Near Death Experience in Survivors of Cardiac Arrest, publicado en la prestigiosa revista The Lancet, en diciembre de 2001.

Constituye un avance importante en la aproximación científica a estas experiencias y que, sin embargo, ha pasado desapercibido para la opinión pública.

Aproximación científica a las ECM
El objetivo del estudio era establecer la causa de las ECM y valorar los factores que afectan a su frecuencia, profundidad y contenido. Para ello Van Lommel se valió de 344 pacientes cardíacos que fueron reanimados con éxito en diez hospitales de Holanda. Compararon datos demográficos, médicos, farmacológicos y psicológicos entre un grupo de control –sin ECM–, y otro que sí había informado de estas experiencias. El trabajo, además, comparó a los dos grupos dos y ocho años después.

No hay ninguna duda de que todos los pacientes en el estudio habían estado clínicamente muertos; el diagnóstico siempre fue establecido mediante un registro del electrocardiograma del paciente.

Los resultados fueron sorprendentes: El 12% de los sujetos analizados experimentó una ECM profunda –ver recuadro–, es decir, la sensación de salir fuera del cuerpo, sentimientos placenteros, ver un túnel, una luz, parientes fallecidos o una revisión de su propia vida. El porcentaje aumentaba al 18% entre quienes describían sólo algunas de estas sensaciones.

Para Van Lommel es un misterio el por qué tan pocos pacientes cardíacos informaron de una ECM. La explicación psicológica tiende a relacionar los episodios con el miedo a la muerte; sin embargo este científico holandés precisa que sólo un porcentaje muy pequeño de los pacientes estudiados manifestó haber tenido miedo en los segundos que precedieron al paro cardíaco. Éste, además, tuvo lugar de forma demasiado repentina como para que se dieran cuenta de lo que les estaba pasando.

A su juicio la edad juega un papel importante y atribuye las percepciones a causas puramente fisiológicas, concretamente a una anoxia cerebral –falta de oxígeno en el cerebro– y, posiblemente también, a la liberación de endomorfinas. Si la anoxia se prolongara 5 ó 10 minutos, entonces el daño en el cerebro es irreversible y el paciente muere… al menos en teoría porque siempre hay casos que desafían los límites. Como muestra un botón…

Rompiendo las barreras de la muerte
Diane Pearson se hallaba en la playa de Ixtapa, Zihuatanejo (México) cuando, de repente, oyó gritos. Observó a varias personas corriendo hacia la orilla, de modo que instintivamente, hizo lo mismo. Allí, rodeado por la multitud, estaba su marido Dan O'reilly, un ciudadano canadiense que nadaba en las aguas del Pacífico junto a sus dos hijos cuando una potente ola lo arrastró y le hundió su cabeza en la arena, debajo del agua.

Dan parecía muerto. Había permanecido sin oxígeno durante 45 minutos. A pesar de ello fue trasladado al hospital Saint Luke's Episcopal Health System, de Houston, en Texas. A pesar de su situación crítica, el doctor Joseph Varon les esperaba para probar algo nuevo en la medicina; se proponía "resucitar a un muerto".

La situación era verdaderamente trágica. Dan sólo respiraba un poco gracias a una máquina, de lo contrario hubiera entrado en muerte cerebral. "Es por eso que decidimos ir por una forma de terapia que probablemente no sería usada por otros médicos", cuenta el Dr. Varon: "Lo congelé". No se trata de una resucitación cardiopulmonar, sino de un método jamás usado en ningún hospital de Estados Unidos, y que parece más bien producto de la ciencia-ficción. Recibe el nombre de terapia hipodérmica y consiste en congelar al paciente para poderlo "regresar" a la vida.

El tratamiento le permitió al cuerpo hibernar hasta sanar. Al tercer día, el de su cumpleaños, despertó. "Regresé de entre los muertos", declaró.

A pesar del tiempo sin oxígeno y la cirugía practicada en su espina dorsal, se espera que el paciente se recupere por completo, gracias a los cuidados del hospital St. Luke's y a los avances de la ciencia médica.

Según el diario médico y The Lancet, las operaciones de hibernación pueden dejar a una persona en un estado de muerte clínica, con encefalograma plano y sin actividad neuronal. En este estado pueden producirse las ECM verificables. Así sucedió, por ejemplo, en el caso de Pam Reynolds. Fue estudiado por el doctor Michael Sabom, cardiólogo de la Universidad de Atlanta, e incluido en un libro que lleva por título Light and Death. Su protagonista fue sometida a cirugía a causa de un aneurisma gigantesco en la base del cerebro. Durante la operación sufrió una pérdida transitoria de todas las funciones de la corteza y del tallo cerebral. "La sangre de su cabeza fue drenada y el electroencefalograma –EEG– quedó plano –escribe Sabor–. Tenía los dispositivos de hacer clic en ambas orejas, y sus ojos tapados con una cinta, pero a pesar de todo, esta paciente experimentó una ECM con una experiencia fuera del cuerpo, y percibió detalles que pudieron ser verificados después".

¿Donde está la conciencia?
No hay dudas de que los casos aquí expuestos se hallaban en muerte clínica. Desde un punto de vista práctico, hay tres pruebas clínicas utilizadas comúnmente para diagnosticar esta situación. La primera consiste en un electroencefalograma estándar, o EEG, que mide la actividad de las ondas cerebrales. Un EEG "plano" denota que la corteza cerebral no está funcionando –la capa externa del cerebro–. En segundo lugar, los potenciales auditivos evocados, similares a aquellos chasquidos o clics sacados por los altavoces que Pam oyó durante su intervención. Estos miden la viabilidad del tallo cerebral. La ausencia de los dichos potenciales indica que el tallo cerebral no está en funcionamiento. Y el tercero, la comprobación de que no hay ningún flujo de sangre al cerebro es un indicador de una ausencia generalizada de función cerebral. Todos estos requisitos fueron superados por los sujetos incluidos en el estudio de Van Lommel.

Si la conciencia está ligada a la función cerebral, ¿cómo es posible que los pacientes percibieran cosas de su alrededor cuando estaban "muertos"?
Actualmente, la ciencia médica afirma que la conciencia es el producto del cerebro. Este concepto, sin embargo, nunca ha sido científicamente probado. La investigación sobre las ECM nos empuja hasta los límites de nuestros conceptos médicos acerca de la gama de la conciencia humana y la relación entre la conciencia y los recuerdos con el cerebro. ¿De dónde proceden? ¿Cómo es posible ver, oír o sentir cuando nuestros sentidos están "apagados".

Necronautas
Para determinarlo, la Universidad de Virgina puso en marcha una iniciativa a finales del pasado año, encaminada a comprobar de forma empírica la certeza de las visiones durante una salida fuera del cuerpo que se produzca en el transcurso de una ECM. En otras palabras: comprobar experimentalmente la separación mente-cerebro. El encargado de llevar a cabo el estudio es el psiquiatra estadounidense Bruce Greyson, de 57 años de edad. Es director del Departamento de Estudios de la Personalidad de la Universidad de Virginia, y trabaja en estrecha colaboración con cardiólogos de la facultad de medicina para llevar a cabo experiencias parecidas a las propuestas en la película Línea mortal –Flatiliners en inglés–. Esto es, inducir a los pacientes un paro cardíaco controlado y conocer qué reportan tras ser devueltos a la vida. Que nadie se lleve las manos a la cabeza. En realidad Greyson aprovecha enfermos que acuden a la sala de electrofisiología cardíaca con el propósito de implantarse un marcapasos o para recibir desfibriladores internos. Durante el curso de estas operaciones quirúrgicas, el corazón del paciente debe ser detenido para poder calibrar y comprobar los dispositivos. Eso permite tener una buena documentación de exactamente cuándo se paró el corazón y durante cuánto tiempo.

Se ha descubierto que en estas circunstancias también se detiene completamente la circulación cerebral, lo que equivale a una situación muy parecida a la sufrida en un infarto convencional. Los científicos utilizan el paro cardíaco debido a la fibrilación ventricular para estudiar el resultado de la anoxia del cerebro. Así han comprobado cómo el flujo cerebral se detiene por completo y la actividad eléctrica, tanto en la corteza cerebral como en las estructuras más profundas del cerebro, desaparece tras un espacio de tiempo muy corto.

En el paro cardíaco inducido la anoxia global del cerebro ocurre en un margen de tiempo de segundos. La resucitación cardiopulmonar –CPR– oportuna evita un daño irreparable en las células cerebrales.

Pues bien, en este singular escenario, Greyson ha dispuesto una pantalla de ordenador mirando hacia arriba en una estantería elevada como a unos 2,3 metros de altura. Un programa de ordenador envía imágenes en movimiento muy fáciles de recordar –como, por ejemplo, una rana saltando–. La imagen es elegida aleatoriamente y cambia cada cierto tiempo. El ordenador guarda los datos de qué imágenes han sido mostradas en la pantalla y en qué momento, pero nadie tiene acceso a esos datos hasta que el experimento no haya terminado.

El pasado mes de enero han empezado los experimentos de modo que todavía es pronto para avanzar conclusiones. Puede, en cualquier caso, que se reporten pocas experiencias pues, tal y como demuestra el estudio de Van Lommel, la incidencia de ECM es mucho menor de lo que se esperaba entre los científicos sin que influya la medicación, las creencias o la fisiología humana. Sin ser un defensor de las tesis trascendentes, Van Lommel se mostró en desacuerdo con quienes, como el escéptico Michael Shermer, aseguran que su estudio "supone un gran golpe" a la idea de que la mente y el cerebro pueden separarse.

Durante décadas se ha intentado localizar sin éxito las memorias en el cerebro. Una teoría actual en el campo de la conciencia sostiene que éstas no están almacenadas allí. Su propulsor, Simon Berkovich, profesor de la George Washington University, trabaja en la tesis de que, como una unidad de almacenamiento de información, el cerebro no puede guardar todos los datos requeridos para funcionar en el mundo. En consecuencia considera la teoría alternativa de que el cerebro es, en realidad, una unidad de acceso muy parecida a un receptor de radio. El almacenamiento real de la información se hace en otro lugar.

En el caso de una ECM, es obvio que un momento de "flash" no puede crearse hasta que la persona vuelva a su cuerpo. Esto corrobora el argumento de que las memorias están almacenadas fuera del cuerpo. Sabemos que cuando alguien muere las memorias no pueden estar en el cerebro, y sin embargo los recuerdos son muy claros. Y también sabemos que una persona que experimente una ECM tiene acceso y recuperación total de la información asociada a una vida completa, aún cuando no tiene la posibilidad de acceder a su cerebro vivo para tal fin. ¿Prueban estos argumentos la existencia del "alma" de una "supraconciencia" más allá de nuestro cuerpo físico? Es pronto todavía para admitirlo, pero nadie puede negar que los recientes ensayos científicos trabajan en su demostración, y sólo el tiempo nos ofrecerá la respuesta definitiva. o
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