Civilizaciones perdidas
01/01/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Implantes: de la ufología al folclore

En los rituales de algunas tribus existía la creencia de que los brujos tenían poderes gracias a los cuales implantaban pequeños objetos en el interior del cuerpo de una persona. Algo similar relatan aquellas personas que aseguran haber vivido un encuentro cercano con extrañas entidades procedentes de lejanos mundos. ¿Estamos ante el mismo fenómeno?

01/01/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Implantes: de la ufología al folclore
Implantes: de la ufología al folclore
Cuando yo era un niño muy pequeño, el chamán me llevó al templo para iniciarme y hacer de mí un wulla-mullung. Él colocó dos grandes cristales de cuarzo contra mi pecho. Desaparecieron dentro de mí. No sé cómo ocurrió, pero sentí que entraban en mí al tiempo que me invadía una sensación de calor". Este relato pertenece a un chamán de la tribu de los wiradjuris de Australia. Lo cuenta el historiador de las religiones Mircea Eliade (1907-1986) en su libro El conocimiento sagrado de todas las eras. Pero no se trata de una excepción, ya que este tipo de implantes que simbolizan el cambio de rango, tienen un valor mágico, un origen sobrenatural y dan caché social a un individuo, lo encontramos en otras culturas tradicionales. Se trata de "objetos" que están muy presentes en rituales iniciáticos y en el folclore en general. Pero, a día de hoy, en otro contexto y bajo circunstancias muy distintas, un fenómeno similar se manifiesta en otros campos que, en cierto modo, representan el folclore en formación…
Toda esta historia ofrece nuevas perspectivas gracias al trabajo de un norteamericano llamado Derrel Sims, que investigó a aquellos personajes que aseguraban haber sido abducidos y que, según su relato, a menudo revelado bajo estado de hipnosis, extrañas entidades les habían implantado objetos en el interior del cuerpo, durante una suerte de examen médico efectuado por sus captores en el interior de una difusa estancia luminosa. Aquellos implantes parecían convertirse en algo así como "mecanismos de control" para vigilar a sus "elegidos". Y es que no pocas personas creíbles y racionales aseguraban haber vivido algo así.

Gracias a la colaboración del cirujano Roger K. Leir, Sims procedió a intentar retirar esos presuntos implantes. Así, en 1995, extrajo artefactos de este tipo del interior del cuerpo de dos pacientes. Ciertamente, esos objetos estaban donde recordaban que les habían sido insertados por dichas entidades. La extracción no reveló nada tecnológico ni sorprendente, pero los presuntos implantes sí existían. Eran pequeñas piezas, sin función aparente y de aspecto metálico, que fueron examinadas por el NIDS –Instituto Nacional para el Descubrimiento Científico– en asociación con el Laboratorio de Tecnología de Nuevo México (Estados Unidos). El informe técnico determinó que las piezas se hallaban fuertemente magnetizadas. Una de ellas estaba compuesta de metales carbonizados y tenía la dureza del cuarzo, y la otra, más blanda, estaba formada por una mezcla compleja de materiales y tenía la dureza de la calcita. También en Brasil, en colaboración con el doctor Max Berezovsky y Claudeir Covo, decidimos investigar varios casos de presuntos abducidos que tuvieran implantes fáciles de localizar. Finalmente, el 30 de septiembre de 2000, surgió el primer fruto de esa investigación: la radiografía del pie derecho de una de estas personas. En dicha placa se observaba que tenía insertados dos objetos visibles en el dedo pulgar del pie. El informe del atestado médico decía: "Pie o quirodáctilo. Pequeños cuerpos extraños en partes blandas en el halux". Estamos, por tanto, ante sucesos verídicos, independientemente del origen que tengan y su explicación. Sin embargo, no se trata de algo nuevo. Y es que bajo otra interpretación y en contextos diferentes, lo relativo a "implantes" ha estado siempre presente.

Los azande: brujos del alma

Entre 1926 y 1930, el antropólogo británico Edward Evans-Pritchard realizó tres expediciones a la tierra de los azande, pueblo negro que vive en el sur de Sudán. El resultado de su trabajo lo publicó en la segunda mitad de la década de los treinta del pasado siglo en la que es, sin duda, una de las obras más importantes de la antropología: Brujería, magia y oráculos entre los azande.

Lo que Evans-Pritchard constató en aquella tribu parecía demasiado fantástico para ser comprendido y encuadrarlo de acuerdo a las teorías sociológicas con las cuales estaba tan bien familiarizado, aún más porque el fenómeno OVNI sólo surgiría, oficialmente, dos décadas después. El investigador aseguró no haber tenido dificultades en descubrir lo que los azande pensaban sobre la brujería o lo que hacían para combatirla, ya que esas informaciones eran accesibles a cualquiera que viviera entre ellos durante algunas semanas.

Cualquier infortunio entre los azande se atribuye al efecto de la brujería, que ellos consideran como un estado orgánico interno, inherente y hereditario. El brujo envía lo que ellos llamaban el "alma" o el espíritu de su hechicería –mbisimo mangu– para provocar daños a la salud y a la propiedad ajenas. El perjudicado consultaba entonces a un adivino o a los oráculos, que eran de varios tipos, con la finalidad de descubrir quién le estaba perjudicando e intentar que cesara la influencia maligna.

El "alma de la brujería" podía dejar su lugar de origen en cualquier momento del día o la noche, pero los azande, por regla general, creían que el brujo la enviaba de noche para perpetrar su "ataque", cuando la víctima se encontraba durmiendo y más indefensa.

Durante el día, sólo los brujos y los exorcistas podían ver el "alma de la brujería", que aparecía y se desplazaba, según las tradiciones, convertida en "una luz brillante en el cielo". Un fenómeno que el propio Evans-Pritchard confesó haber visto: "Había permanecido en mi choza hasta tarde, tomando notas. Alrededor de la medianoche, antes de acostarme, cogí una lanza y salí para mi habitual paseo nocturno. Caminaba por la huerta, detrás de la choza, entre las plataneras, cuando noté una luz brillante que pasaba por detrás en dirección a la casa de un hombre llamado Tupoi. Acompañé su trayectoria hasta que la vegetación cubrió mi visión. Pasé rápidamente hacia el otro lado de mi choza para ver dónde iba la luz, pero no volví a verla. Por la mañana, murió un viejo pariente de Tupoi que vivía en su casa. Ese hecho explicaba por completo la luz que había visto. Nunca descubrí su verdadero origen, pero el hecho de que coincidieran la dirección en que se movía y el posterior fallecimiento encajaba con las ideas de los azande".

Los azande creen que el alma de la brujería es una substancia de los cuerpos de los brujos. Su existencia en una persona viva viene determinada por el veredicto de los oráculos y puede localizarse físicamente cuando la persona que lo porta fallece; es entonces cuando se hacen dos incisiones en el vientre y se descubre el "implante" brujeril. "Cuando mataban a un hombre, le abrían el vientre para recoger allí la materia de la brujería. Los azande creen que la ';materia de brujería' es un objeto redondo que se encuentra en el intestino delgado", explicó Evans-Pritchard en función de lo que le explicó un miembro de esta etnia. Según el relato, la "materia de brujería" tiene varios centímetros de longitud, y cuando se implanta bajo la piel, se aloja cerca del hígado o de la vesícula biliar.

Chips israelíes y neanderthales

El día 10 de septiembre de 1998, un pequeño avión no pilotado localizó a los hermanos Adel y Imad Awadalah, líderes del grupo islámico Hamas. El avión israelí, que se emplea para misiones de espionaje, localizó las señales emitidas por un micrófono transmisor implantado en Adel Awadalah, que había escapado de una prisión en Jericó (Cisjordania). Los servicios secretos facilitaron su fuga para localizar a su hermano Imad, a quien se buscaba en Israel por terrorismo. Antes de su escapada, un microtransmisor fue implantado en el cuerpo de Adel sin que él lo supiera, lo que permitió seguir sus pasos. También en este caso hablamos de una suerte de "implante".

Un equipo de antropólogos australianos encontró en 1996 un extraño objeto en el interior de un cráneo de neanderthal con 100.000 años de antigüedad.

Confeccionado con un material desconocido y recorrido por hilos de material anticorrosivo, sugería un componente eléctrico o electrónico. "Cuando quitamos el cráneo de la piedra, notamos un objeto implantado en la sección prefrontal, un poco por encima de las cuencas de los ojos, prácticamente fundido con los huesos", explica el arqueólogo australiano Morton Sorrel, quien no dudó en afirmar que aquel mecanismo se empleaba para monitorizar al neanderthal. Atrevida o no, lo cierto es que su teoría ha sido presentada por estudiosos como Salvador Freixedo, autor de un libro titulado La granja humana –Ed. Plaza&Janes, 1988–, en donde plantea que, desde siempre, la humanidad ha sido cobaya de una serie de inteligencias exteriores que controlarían a los seres humanos merced a su tecnología. Otros investigadores como el francés Bertrand Méhèust sostienen que el fenómeno OVNI es una manifestación moderna, pero sólo en su apariencia, ya que el folclore debe vestirse con ropajes propios de la época y cultura en la que se desarrolla. Es por ello que estos fenómenos tienen, en la actualidad, cariz tecnológico, pero que en otros tiempos estaban revestidos por elementos asimilables en aquella época. En otras culturas esos mismos fenómenos adquieren un tinte más asociado a un nivel de creencias que no está ligado a la era tecnológica. Es decir, el fenómeno OVNI tiene también las características del folclore en formación. Y los implantes que aparecen en los relatos modernos de abducción también existen en otros ámbitos, pero asociados a los brujos y a la magia.

Otra cuestión es la realidad física de esas experiencias, que no tiene por qué dejar de existir.
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Comentarios (3)

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