Civilizaciones perdidas
01/02/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Thule: las raíces ocultas del nazismo

A finales de 1933, un curioso personaje llamado Rudolf von Sebottendorff, supuesto barón llegado de Turquía, publica en Alemania un libro de título muy llamativo: Antes de que Hitler llegase: Documentos de los primeros días del movimiento nacionalsocialista.

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Thule: las raíces ocultas del nazismo
Thule: las raíces ocultas del nazismo
El ensayo tiene un éxito notable y en pocos meses se publica una segunda edición. Sin embargo, la suerte sonríe durante poco tiempo a Sebottendorff. El régimen nazi, que ha ascendido al poder unos meses atrás, no está contento con el contenido de la obra, por lo que ésta es prohibida y su autor encerrado por la Gestapo en un campo de concentración. Por suerte, Sebottendorff logra escapar de su cautiverio gracias a sus antiguos contactos y, ya en 1934, consigue alcanzar territorio turco y ponerse a salvo.
¿Qué oscuros secretos revelaba el misterioso escritor para provocar la cólera de los jerarcas nazis? Pues, ni más ni menos que las relaciones entre una extraña sociedad secreta de tintes ocultistas, llamada Thule, y el DAP, Partido Alemán de los Trabajadores, semilla del futuro NSDAP, el Partido Nacional Socialista. El libro aseguraba, además, que buena parte de los postulados planteados por el Führer en Mi lucha no eran suyos, sino que habían surgido en la época de la Sociedad Thule, fundada por el propio Sebottendorff… Pero, ¿quién era realmente este extraño personaje?

Ocultista, aventurero, espía…

Sebottendorff nació en la región alemana de Silesia en 1875 aunque, en realidad, su verdadero nombre era Alfred Rudolf Glauer. Hijo de un ingeniero de ferrocarriles, Glauer demostró poseer desde joven un espíritu inquieto y aventurero. Con sólo 22 años abandonó su país natal y viajó hasta Egipto, donde trabajó durante tres años. El país de los faraones no satisfizo sus ansias de conocer mundo, por lo que emprendió viaje de nuevo, llegando esta vez hasta Turquía.

Ya en Egipto, Glauer había mostrado interés por la teosofía y la masonería. Sin embargo, fue tras su llegada a Turquía cuando entró en contacto directo con otras doctrinas, como la cábala y el sufismo, entrando a formar parte de la Orden sufí Bektashi. Al parecer, Glauer se relacionó con una familia judía de Estambul, y gracias a ella fue iniciado en una logia masónica del rito de Menphis, dependiente de Francia. Estas influencias dieron forma a una visión propia de la masonería, en la que incluye elementos rosacruces, alquímicos y sufíes.

Es también durante su estancia en territorio turco cuando, en 1909, supuestamente, conoce al barón Heinrich von Sebottendorff, quien le habría «adoptado» y nombrado su heredero. De ahí que, a partir de entonces, se haga llamar por este nombre.

Durante este tiempo, y pese al lapsus que supone su participación en la Primera Guerra de los Balcanes (1912) Glauer sigue profundizando en sus estudios esotéricos, llegando a afirmar que ha descubierto «la llave de la realización espiritual», mediante ejercicios de meditación. Al año siguiente, Sebottendorff regresa a Alemania, y comienza a estrechar lazos con grupos esotéricos germanos. Se anima, incluso, a aceptar «discípulos», aunque con escaso éxito, pues en 1916 tan sólo tiene un alumno. Sin embargo, ese mismo año se produce un hecho de vital importancia. Sebottendorff entra en contacto con la Germanenorden u Orden de los Germanos (ver recuadro), un grupo ocultista de ideología racista y antisemita. Poco después Sebottendorff es nombrado líder de la «logia» bávara de la Orden, con sede en Munich y, el 17 de agosto de 1918, crea una nueva agrupación: la Thule Geselleschaft (Sociedad Thule), un grupo cuyo objetivo público es el «estudio de la antigüedad germánica». En realidad, se trata de una logia utilizada para encubrir algunas de las actividades político-revolucionarias de la Germanenorden. Aquel día se lleva a cabo la iniciación de treinta miembros y la nueva sociedad da inicio a sus actividades, que incluyen reuniones, conferencias y excursiones semanales.

El nombre de esta nueva sociedad tenía su origen en la mítica isla de Thule, un enclave mencionado en algunos textos clásicos, supuestamente situado en el Atlántico norte, y que los ariosofistas identificaban con Hiperbórea, el hogar primigenio de la raza aria. Las «doctrinas» esotéricas de Thule estaban imbuidas por las propias creencias de Sebottendorff, así como por la ideología de otros grupos ocultistas, como las tesis teosóficas de Blavatsky o las creencias de Guido von List y Liebenfels. Por otro lado, la estructura de Thule, al igual que sucedía con la Germanenorden, guardaba semejanzas con la de las logias masónicas. De hecho, en sus escritos sobre la masonería turca, Sebottendorff relaciona el conocimiento de los constructores de catedrales, los alquimistas, los rosacruces y masones con el que poseyeron los antiguos arios. Algunos autores aseguran, por otra parte, que los miembros de Thule consideraban que la masonería «ortodoxa» estaba «envenenada» por el sionismo, por lo que buscaron su propia vía iniciática en las sociedades esotéricas islámicas, bien conocidas por Sebottendorff.

Ese mismo verano de 1918, Sebottendorff había comprado un pequeño periódico de Munich, el Münchener Beobachter, que transformó en el Münchener Beobachter und Sportblatt, en el que se mezclaban arengas políticas de corte antisemita y anticomunista con noticias deportivas sobre carreras de caballos. Algún tiempo después, este periódico se convertiría en el Völkischer Beobachter, el periódico del régimen nazi.

La Sociedad creada por Sebottendorff tuvo un éxito notable, especialmente en la región de Baviera, donde llegó a aglutinar a unos 1.500 miembros, 250 de ellos en Munich. A pesar de sus «enseñanzas» de apariencia esotérica, los documentos de la época conservados indican que los miembros de Thule estaban más interesados en las actividades de corte político, centrando sus objetivos en el ataque a judíos y comunistas. Todo parece indicar que durante las reuniones periódicas que se celebraban en el lujoso Hotel Vier Jahreszeiten (Las Cuatro Estaciones), de Munich, los miembros de la Orden planearon acciones «revolucionarias», como la infiltración de espías entre las filas comunistas, la creación de un grupo paramilitar, el Kampfbund y, en especial, la gestación de unos planes para secuestrar al líder de los comunistas, Kurt Eisner. El propio Sebottendorff se quejó más tarde de aquella situación, asegurando que sus intenciones iniciales eran las de crear una sociedad ocultista e iniciática, y que el enfoque político racista y antiizquierdista había surgido por presiones de la Germanenorden. Resulta imposible saber con certeza si tal afirmación es cierta, pero a favor de Sebottendorff está el hecho de que estas afirmaciones las hizo cuando el régimen nazi ya estaba en el poder, por lo que no ganaba nada –más bien todo lo contrario– negando su interés por tales asuntos.

Estas acciones políticas tuvieron su punto culminante en abril de 1919 cuando, supuestamente, miembros de Thule pretendieron llevar a cabo un ataque contra la República Soviética de Baviera. El día 26 de aquel mes, las autoridades entraron en la sede de la sociedad, y detuvieron a su secretaria, la condesa Hella von Westarp. Ese mismo día fueron arrestados otros cuatro «hermanos» de Thule, y dos más unos días después. Aquellos siete miembros de la sociedad, acabarán siendo fusilados por las autoridades, acusados de haber participado en la gestación de un golpe de estado.

Aunque la ejecución de los llamados «rehenes de Thule» provocó una ola de odio anticomunista, también supuso la defenestración de Sebottendorff como líder de la orden. Éste acusó en un primer momento a otro miembro de haber sido poco cuidadoso con los datos personales de los pertenecientes a la sociedad, pero finalmente las sospechas y las acusaciones recayeron en el propio Sebottendorff, que se vio obligado a renunciar a su cargo y escapar de Alemania.

Pero unos meses antes de que el «barón» abandonara el país, algunos de los miembros activos de Thule habían dando un paso adelante en la política. Surgía así el DAP, el Partido Alemán de los Trabajadores. Ese partido, tan vinculado a Thule, era el mismo al que más tarde se afilió Adolf Hitler, y que terminaría convirtiéndose en el NSDAP, el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán…
Diversos autores han asegurado en sus trabajos que esta conexión entre el Partido Nazi y Thule era mucho más estrecha –lo que demostraría la existencia de un plan ocultista en el surgimiento y objetivos del nazismo–, asegurando que el mismísimo Hitler había pertenecido a la Orden. Sin embargo, gracias a la documentación conservada sobre Thule hoy sabemos que el Führer no asistió ni una sola vez a sus reuniones. Si lo hicieron, por el contrario, otros personajes que años después ocuparían cargos destacados en el partido nazi, como Alfred Rosenberg, Dietrich Eckart o Rudolf Hess. Los dos primeros acudieron a algunas actividades, como conferencias, en calidad de gast (hermano visitante), mientras Hess sí fue miembro de pleno derecho. De todos modos, no sabemos si estos futuros líderes nazis acudían atraídos por el matiz político o por el ocultista que tenía la Orden. Sea como fuere, todo parece indicar que Thule tenía poco de ocultista a efectos prácticos. De hecho, las anotaciones registradas por la secretaria de Sebottendorff, Johanna Hering, indican que, entre 1919 y 1925, tan sólo se realizaron dos charlas sobre temas esotéricos.

El oscuro fin del «barón»

Tras abandonar Alemania, Sebottendorff regresó a Turquía. Allí continuó con sus intereses esotéricos, publicando un libro titulado La práctica de la auténtica masonería turca: la clave para la comprensión de la alquimia y, algunos años después, en 1925, El talismán de los rosacruces. Sebottendorff permaneció en Estambul algún tiempo y, cuando creyó que las aguas habían vuelto a su cauce, en 1933 decidió regresar a su país natal para resucitar Thule, que había sido suprimida tras la llegada de los nazis al poder. Es entonces cuando publicó su Antes de que Hitler llegase… Ya hemos explicado las nefastas consecuencias que tuvieron para él su publicación. Seguramente, lo que más molestó a Hitler y a la jerarquía nazi no fueron las menciones a la relación de su «movimiento» con Thule sino, con mayor probabilidad, la afirmación según la cual los postulados del Führer no eran originales, sino ideas «prestadas» de la Sociedad creada por Sebottendorff.

Aunque resulta imposible demostrar este punto, lo cierto es que si revisamos el Münchener Beobachter und Sportblatt (el diario adquirido por Sebottendorff y más tarde convertido en el medio oficial del régimen nazi) encontramos datos muy sugerentes. En mayo de 1919, por ejemplo, el periódico publicó en sus páginas una lista de 12 puntos, que conformaban el programa de Thule, centrado en postulados antisemitas y anticomunistas. Curiosamente, tal y como han destacado algunos autores, estos objetivos políticos resultan sospechosamente similares a los 25 puntos del NSDAP que Hitler presentó al público en 1920…
Como ya hemos dicho, el barón tuvo que escapar nuevamente de su país, y regresó a otra vez a su segunda patria. Incomprensiblemente, a pesar de ser un proscrito para el Tercer Reich, los datos que se poseen indican que Sebottendorff comenzó a actuar como miembro de la inteligencia alemana, aunque como agente doble, pues también lo hacía para los espías ingleses. Después, poco más sabemos sobre su persona. Algunas fuentes aseguran que se suicidó el 8 de mayo de 1945, aunque varios estudiosos creen que pudo tratarse de una farsa creada por los servicios de inteligencia turcos, para los que también trabajó.

Al igual que su muerte, la vida de Rudolf Glauer, alias Sebottendorff, está llena de puntos oscuros. ¿Fue sólo un apasionado del ocultismo utilizado por las sociedades ariosóficas y antisemitas de la época para atraer nuevos simpatizantes? ¿Compartía estas ideologías racistas y radicales? ¿Realmente fue un inspirardor de Hitler?.
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