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24/08/2022 (14:00 CET) Actualizado: 24/08/2022 (14:15 CET)

Chamanes de Mongolia revelan sus secretos (I)

Kevin B. Turner es el autor de 'Chamanes celestes' (Palmyra, 2021), libro del que extractamos el siguiente reportaje, en el que varios chamanes mongoles revelan a Turner algunos de sus secretos mejor guardados y le abren las puertas de un mundo mágico donde las curaciones, las guerras espirituales o la recuperación de almas forman parte de la vida cotidiana de las estepas del país asiático.

24/08/2022 (14:00 CET) Actualizado: 24/08/2022 (14:15 CET)
Chamanes de Mongolia revelan sus secretos
Chamanes de Mongolia revelan sus secretos

Había pasado un año desde la última vez que había visto al chamán Munkhbat, y me emocionó descubrir que estaba disponible por primera vez en varias semanas. Había pasado todo un año desde la última vez que lo había visto escupiendo vodka sobre una hoguera. Cuando entramos en su cuarto de trabajo, a Chimge (mi guía) y a mí nos presentaron brevemente a Muunokhoi, un muchacho muy callado de unos veintitantos años que estaba sentado en el sofá con el ceño fruncido. Observó cada uno de nuestros movimientos como si fuera un guarda de seguridad, preparado para entrar en acción en cuanto fuera necesario.

Tres tambores de distintas formas colgaban de la pared por encima del sofá en el que él estaba sentado. Una pequeña multitud de chicos con mirada sombría se asomaban a la puerta de vez en cuando. La piel de marmota que colgaba de la pared por encima del altar de Munkhbat estaba tan cargada de poder que casi parecía que respirara. Efigies de espíritus ongot abarrotaban el altar, junto con sus herramientas chamánicas. Munkhbat comenzó a hablar: «Mis tres abuelos me enseñaron a ejercer de chamán». ¿Cómo es posible que uno tenga tres abuelos?, me pregunté para mis adentros. Munkhbat percibió de inmediato la pregunta: «Tengo una compleja historia familiar», dijo, y apartó la mirada con un gesto triste en los labios.

Entonces echó una mirada alrededor de mi cabeza, hacia arriba y más allá de donde yo estaba, percibiendo seguramente algo del mundo invisible. Entrecerró los ojos, pero no dijo nada durante un tiempo. «Cuando tenía solo tres años –continuó–, mi primer abuelo me metió en el agujero de un árbol que había sido alcanzado por un rayo. Me dejó allí solo durante horas. Lloré y lloré, pero al final llegué a conocer al espíritu de ese árbol». Sus casi cinco décadas de trabajo como chamán llenaban cada una de sus palabras. Munkhbat sonrió entonces y sus ojos brillaron: «Más tarde descubrí que mi abuelo me había vigilado desde lo lejos. Para cuando cumplí cinco años, sabía más sobre la naturaleza y sus aspectos espirituales que cualquier otro niño que conociera. Empecé a utilizar una cazuela a modo de tambor, y sabía cuándo iban a venir visitas mucho antes de que llegaran. Casi todos los chamanes eran enviados lejos, a los gulags (campos de trabajo), en la época comunista, pero yo y otros cuantos sobrevivimos y continuamos nuestras prácticas en el más estricto secreto. Durante más de veinte años fui perseguido por la policía secreta y viví con un miedo constante a que me descubrieran. Los espíritus me dijeron que debía continuar sirviendo a la gente».

«ESA COSA NO DEJA DE MOVERSE»

Munkhbat continuó desvelándome algunas de las claves de su trabajo chamánico: «Dentro de la gerlen bürhüül (aura o campo de energía humano) hay muchos tengers, pero se marcharán si existen muchos agujeros en el aura que nos rodea». Esa sí que era una visión interesante de los tengers, a los que, hasta ese momento, yo solo había oído describir como dioses del cielo. Quería saber más. «Los tengers pueden formar parte de una persona, estar dentro de una persona; pueden entrar o salir de una persona», continuó Munkhbat. Mi cabeza no dejaba de darle vueltas a este nuevo punto de vista. El chamán me mostró unos cuantos diagramas de los campos de energía humanos que ilustraban a los tengers dentro de esos campos.

Munkhbat siguió hablándome de su vida: «He ejercido como chamán durante más de cuarenta y siete años, la mayoría de ellos en secreto. Cuando estaba a punto de cumplir nueve años, empecé a trabajar con los espíritus de la naturaleza. A los dieciséis ya usaba piedras y monedas para hacer adivinaciones y diagnósticos, y poco después empecé a curar dolores de cabeza mediante la imposición de manos. Munkhbat hinchó el pecho un poco y se dobló hacia atrás con la cabeza inclinada, estudiando mi aura con detenimiento. «¿Tienes dolor en esta zona?», preguntó de repente. Sí que lo tenía, y me sentí impresionado. Me dijo que tenía una debilidad en esa área y que debía mantenerla cubierta durante un tiempo, hasta que pudiera incrementar más mi poder. Por suerte, he seguido su consejo.

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Ritual de adivinación con tambor y taza. Son numerosos los métodos para predecir el futuro que emplean los chamanes de Mongolia

Me fijé entonces en una herramienta peluda que había sobre el altar, encima de una parte animal de aspecto extraño; no dejaba de tambalearse. No pude detectar corrientes de viento ni ninguna otra fluctuación vibratoria, pero la cosa seguía moviéndose. «Mi espíritu ancestral está anclado aquí –dijo Munkhbat–. Siempre que está presente, esa cosa no deja de moverse». Seguí mirándola en busca de algún tipo de truco, un poco de viento o cualquier otra cosa, pero no encontré nada. No tengo ninguna explicación para aquel movimiento incesante, que no se detuvo ni un instante durante los noventa minutos que estuve en su sala de sanación.

Los chamanes realizan viajes con el alma moviéndose hacia arriba, a través del agujero para el humo de la sala de sanación

«Süns zailah significa ‘pérdida de porciones de alma’ –continuó–.Yo traigo de vuelta esas porciones desde los Mundos de Oscuridad hacia el agua, el vodka o, a veces, hacia la sopa de arroz. Después hago que el cliente beba; o me meto el líquido en la boca y se lo rocío por encima. De forma similar, cuando retiro un apego o una posesión espiritual a un cliente, lo envío al agua o al vodka, y después lo saco a toda prisa de la sala de sanación. No puede volver a entrar debido al campo de poder que rodea el espacio de sanación». Le pregunté sobre los viajes chamánicos. «No, yo no viajo a otros mundos. Los espíritus acuden a mí y trabajan a través de mí. No recuerdo nada».

ESPÍRITUS OSCUROS

Yo insistí con aire inocente.

–Y entonces, ¿para qué son los tambores?

–El tambor triangular es para convocar a los fieros espíritus negros y retirar cualquier tipo de negatividad –contestó con orgullo–. El tambor redondo sirve para conectar con los espíritus de la naturaleza. Y el tambor hexagonal es para viajar a otros mundos…

–Ahhh, ¡así que sí que viajas a otros mundos! –Estuve a punto de saltar de mi asiento al descubrir a uno de los pocos chamanes de Mongolia que lo había admitido. El anciano chamán echó la cabeza hacia atrás al darse cuenta de que había metido la pata. Muunokhoi saltó del sofá en ese instante y explotó:

–¡Tenemos que guardar nuestros secretos chamánicos! ¡Los demás no deben conocer nuestros poderes secretos!.

Me sentí sin duda muy incómodo. Munkhbat le hizo un gesto con la mano a Muunokhoi para que se sentara y suspiró antes de confesar: «Sí, viajo con este tambor cuando necesito llegar a mayores distancias. Para las distancias cortas, utilizo el birimbao. Los chamanes tradicionales realizan viajes con el alma moviéndose hacia arriba, a través del toono (el agujero para el humo) de la sala de sanación». Resignado ya a contarme más cosas, admitió: «Muchos chamanes mongoles viajan completamente despiertos, pero la mayoría viaja durante el sueño o sumida en algo parecido al züüd manakh (sueño lúcido). No pude contener mi sonrisa de satisfacción: por fin había encontrado a un chamán que contaba las cosas tal y como eran. Munkhbat no parecía muy contento. Los chicos de fuera entraron en ese instante y se situaron junto a Muunokhoi, con el pecho hinchado en un intento por parecer tan intimidantes como fuera posible. Chimge se removió en su taburete sin dejar de mirar continuamente hacia la puerta. Nos inclinamos para mostrar nuestro agradecimiento y salimos a toda prisa hacia el coche.

LOS CHAMANES ME PONEN A PRUEBA

Tiempo después de mi entrevista con Munkhbat tuve la oportunidad de hablar con la chamana Narantsetseg, su marido Oktai y Erdenechimeg, otra chamana a la que no conocía. Nos costó encontrar su casa a las afueras de Ulán Bator, la capital de Mongolia, pero al final lo conseguimos. Nos invitaron a entrar en una ger (sala) chamánica especial que se utilizaba solo para las ceremonias y las sanaciones. El sencillo altar no precisaba de ostentación alguna; Narantsetseg ya era una chamana muy conocida y de confianza. «La ger del chamán –explicó con un gesto de la mano– vibra con el poder de los espíritus ayudantes del chamán. Los espíritus de posesión a menudo abandonan a los clientes cuando estos entran en mi ger. Por lo general, hacen todo lo que pueden para evitar que el cliente venga, pero si no lo consiguen, esperarán fuera para evitar la presencia del chamán. Cuando un cliente sale de aquí, es mucho más poderoso que antes, así que no pueden poseerlo de nuevo».

La chamana khalkh levantó un largo colmillo de jabalí por delante de mí: «Utilicé esto para demarcar los límites de la protección chamánica, excavando alrededor de la ger antes de empezar a trabajar aquí. Ninguna entidad espiritual negativa puede atravesar esta zona circular sagrada. El humo y la sal también pueden ayudar a crear límites protectores».

Los espíritus que poseen a la persona, la abandonan antes de que entre en mi espacio chamánico, y esperan en el exterior

Había pasado un año desde la última vez que entrevisté a Narantsetseg durante una conferencia chamánica, y fue una reunión bienvenida. Tanto ella como su marido eran khalkh, pero ella formaba parte de la etnia Khotgoid de Khuvsgul, y tenía un maestro darkhad y espíritus darkhad en su linaje. Narantsetseg permaneció firme en medio de su ger, con su esposo chamán y otra chamana. Todos estaban al final de la treintena, así que eran relativamente jóvenes para ser chamanes. «Antes de hablar más en profundidad de nuestras prácticas, deseamos saber más sobre tus cualificaciones chamánicas», dijo Narantsetseg con expresión impasible. Le expliqué que había sido entrenado en el Chamanismo Core o Transcultural, una forma moderna y universal de chamanismo, pero que también había recibido iniciaciones en distintas formas de chamanismo indígena en Asia y en Latinoamérica. «¿Cómo sabemos si apreciarás de verdad lo que vamos a compartir contigo? –preguntó–. Debes adivinar primero cuánto viviremos. Después decidiremos si proceder o no».

ritual chamánico
Una maestra shanar y su espíritu vaticinan el éxito de los nuevos iniciados

A esas alturas, Chimge, mi guía, ya sabía lo que esperar, así que permaneció en pie, pero en una postura más relajada. Acepté el desafío y me dije para mis adentros: «Percibo, momento a momento, sin juicio, sin asumir nada». Saqué las maracas de mi bolsa, respiré hondo, me estremecí y me sumergí en el estado de conciencia chamánico. Estoy flotando sobre dos líneas temporales. Mis espíritus ayudantes flotan por encima de mí. Veo que ella tiene una exitosa carrera como chamana a sus cincuenta años, pero la línea temporal de su marido se extiende al menos veinte años más que la suya. Aparecen viñetas con escenas de sus vidas, pero ya he recibido lo que necesitaba saber y no deseo sobrepasar el permiso que me han concedido. Dejé de sacudir las maracas y les conté los resultados a los rostros pétreos que me observaban.

Chamanes celester
Portada del libro Chamanes Celestes (Palmyra), de Kevin B. Turner

 

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