Creencias
25/06/2008 (08:36 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Padre Fortea, el azote de Satán
El sacerdote, teólogo y exorcista José Antonio Fortea publica Tratado de demonología y manual de exorcistas (Palmyra, 2008), un exhaustivo y provocador trabajo sobre las fuerzas del mal y el modo de combatirlas por medio de la oración y la fe. Un recorrido por los casos más difíciles a los que se ha enfrentado este religioso en su diócesis. El que sigue es de los más estremecedores
Durante una noche de Halloween un niño de once años notó que una sombra se le acercaba. Yo le pregunté a la familia si ese día el niño había hecho algo especial. No, salvo disfrazarse de calavera con un machete y con una bola de la que surgía sangre. Yo no vi claro que el disfraz tuviera relación con el hecho de que una presencia se le manifestara.
Lo cierto es que esa noche fue cuando se dio el primer síntoma de todos: la aparición de la primera figura humana. A los dos o tres días comenzaron para el niño las pesadillas, los temblores y el pánico; veía más figuras humanas por la casa, especialmente por un pasillo. De su dormitorio a la cocina había que llevarlo en brazos y con la cabeza tapada con una manta porque era tal el terror que las figuras del pasillo le causaban que se negaba a pasar por ahí, pues en un lugar concreto del pasillo veía a personas que le querían agredir. Esos hombres llevaban un machete. El niño refería que a uno de ellos le veía con sangre y con la cara tapada con algo negro. También aparecieron en sueños, donde uno de ellos le perseguía para matarlo. Estos síntomas fueron agudizándose, así que los padres decidieron consultar a una tarotista. La señora dijo que ella podía solucionar ese problema. Les cobró 300 euros y le dijo a su padre que se marchara a casa, que ella esa noche a solas haría lo que tenía que hacer.
(Continúa la información en revista ENIGMAS nº 151)
Lo cierto es que esa noche fue cuando se dio el primer síntoma de todos: la aparición de la primera figura humana. A los dos o tres días comenzaron para el niño las pesadillas, los temblores y el pánico; veía más figuras humanas por la casa, especialmente por un pasillo. De su dormitorio a la cocina había que llevarlo en brazos y con la cabeza tapada con una manta porque era tal el terror que las figuras del pasillo le causaban que se negaba a pasar por ahí, pues en un lugar concreto del pasillo veía a personas que le querían agredir. Esos hombres llevaban un machete. El niño refería que a uno de ellos le veía con sangre y con la cara tapada con algo negro. También aparecieron en sueños, donde uno de ellos le perseguía para matarlo. Estos síntomas fueron agudizándose, así que los padres decidieron consultar a una tarotista. La señora dijo que ella podía solucionar ese problema. Les cobró 300 euros y le dijo a su padre que se marchara a casa, que ella esa noche a solas haría lo que tenía que hacer.
(Continúa la información en revista ENIGMAS nº 151)
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