Lugares mágicos
01/03/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

El Gran Bazar de Estambul

A las puertas de la Europa Comunitaria, Estambul sigue conservando la personalidad que le confiere estar a caballo de dos continentes, al punto que, pese a sus más de dos mil mezquitas, en su conjunto es más europea que oriental. No obstante, en una urbe donde han convergido tantas culturas y tanta historia, el viajero puede tropezarse con lugares tan insólitos como el Gran Bazar…

01/03/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
El Gran Bazar de Estambul
El Gran Bazar de Estambul
Es una ciudad dentro de la ciudad, un mundo aparte que ocupa treinta y cinco hectáreas y en el que sólo hay una política, un objetivo a alcanzar cada día: vender. Tres mil quinientas tiendas de todos los tamaños distribuidas en ochenta calles que, partiendo de las galerías principales, se convierten en un laberinto por el que perderse es tan fácil como grato. Sin embargo, es más que un colosal mercado cubierto, y el visitante piadoso puede alternar sus compras con la visita a una mezquita o a cualquiera de las doce mescid –capillas– que hay en su interior. El Kapali Çarsi, que tal es su nombre en turco, tiene dieciocho puertas, aunque, las más importantes y propicias para no perderse sean la de Nuriosmaniye y la de Bayacit. Estamos accediendo a uno de los puntos más variopintos y, en cierto modo, misteriosos, de esta tierra que se debate entre dos mundos.

oro y más oro reluciendo escaparate tras escaparate en las calles principales –se calcula que en las mil quinientas joyerías que hay en el Gran Bazar, se acumulan unas diez toneladas del preciado metal–, atrayendo inevitablemente la mirada del medio millón de personas que a diario las recorren.

La palabra "todo" es allí un eufemismo, porque siempre hay más de lo que el visitante busca. Pero no son las anchas avenidas cubiertas, como el resto, las que, pese a la riqueza expuesta, merecen más la pena; lo verdaderamente interesante es dejarse llevar libremente por la intuición y recorrer sin prisa las estrehas callejuelas que se entrecruzan unas con otras, de forma que, sin saber cómo, al rato de caminar uno acaba en el mismo sitio. SIn un solo espacio vacío en las paredes, las pequeñas tiendas se funden unas con otras, ofreciendo todo tipo de baratijas, artesanía, ropa, instrumentos musicales, alfombras, marroquinería, antigüedades, grabados, relojes, zapatos… y, de cuando en cuando, pequeños cafetines con media docena de mesas en el exterior, en las que tomar el célebre café turco o los más variados tés. No hay lugar parecido en todo el mundo, ni lo habrá, porque el Gran Bazar es irrepetible…
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