Lugares mágicos
01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

ISKANWAYA: EL MACHU PICCHU BOLIVIANO

En medio de espectaculares montañas se levanta la ciudad de Iskanwaya, cuyos moradores pertenecían a la cultura mollo, surgida tras la desintegración del imperio Tiahuanaco. Tanto por sus ingeniosas construcciones como por el inhóspito lugar en el que se erige, la ciudadela es conocida como el «Machu Picchu boliviano».Por Mauro Nogarin

01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
ISKANWAYA: EL MACHU PICCHU BOLIVIANO
ISKANWAYA: EL MACHU PICCHU BOLIVIANO
Iskanwaya era una ciudad de la llamada cultura mollo, que surge en torno al 700 d. C. y se extiende hasta el 1300 o 1400 d. C. Según las más recientes investigaciones estamos frente a una de las ciudades andinas más desarrolladas, sobre todo en el campo de la ingeniería hídrica y la arquitectura. Iskanwaya, cuyo nombre en quechua significa «dos casas», se encuentra a 325 kilómetros de La Paz (Bolivia). Ocupa una superficie de tres kilómetros cuadrados en la que se levantan 95 edificaciones de piedra, de las cuales sólo la mitad han sido excavadas.

Una sucesión de montañas, interrumpidas por picos nevados de más de seis mil metros de altura como el Condoriri, Illampu, Illimani, Ancohuma y Huayna Potosí, conforman el paisaje que rodea la ciudad precolombina, conocida popularmente como el Machu Picchu boliviano. Según los estudios realizados hasta el momento, la ciudadela en realidad sería la capital de una nación que probablemente hablaba aymara y que gobernó un área aproximada de 13 kilómetros cuadrados.

Parece increíble que en este lugar, de imposible morfología, los mollo lograran levantar una ciudad dotada con los elementos necesarios e indispensables para responder al ritmo de la vida cotidiana. Las enormes arrugas formadas por las montañas de los Andes en el transcurso de los milenios, no han conformado un terreno precisamente apto para la agricultura ni para la construcción. Sin embargo, los mollo aprovecharon de un modo más que ingenioso cada metro cuadrado y fueron capaces de construir obras de enorme valor: acueductos para satisfacer la demanda de agua; un centro urbano para el desarrollo de la sociedad; un sistema agrícola para alimentar a la población y también una serie de avances en el campo militar, cuya finalidad era defenderse de otras comunidades que pretendían hacerse con los tesoros de Iskanwaya: estatuillas de metal, tejidos, cerámica y otros objetos de valor.

Una religión diferente
Según la teoría arqueológica más aceptada, la cultura mollo, y por tanto la ciudad de Iskanwaya, aparece en el momento que el imperio Tiahuanaco se fracciona en pequeñas naciones. Un indicio que avala esta hipótesis son los monolitos de piedra hallados en la ciudadela, muy similares a los hallados en Tiahunaco, pero inferiores en cuanto a su diseño. Sin embargo, mientras las figuras que aparecen en los monolitos del «Machu Picchu boliviano» representan figuras hermafroditas, las de su «cultura madre» son masculinas. La explicación es que las primeras simbolizan rituales religiosos relacionados con la fertilidad, propios de las sociedades eminentemente agrícolas. De hecho, campesinos de la zona fueron los primeros en desenterrar utensilios de labranza y restos humanos iskanwaya mientras trabajaban en sus tierras. Y es que los moradores de esta ciudad eran enterrados precisamente en los lugares que consideraban más importantes y en los que se había desarrollado la mayor parte de sus vidas.

En este sentido, el arqueólogo Osvaldo Rivera, quien trabajó en las excavaciones llevadas a cabo en Iskanwaya, declaró a la prensa: «En las cocinas y pasillos de la ciudad se encuentran los restos de mujeres, junto con vasos, agujas y otros instrumentos domésticos. Los niños eran enterrados en sus cuartos con sus juguetes y los hombres en el campo con sus herramientas, adornos o armas».

Espectaculares edificios
Tanto la predisposición de las viviendas como la técnica utilizada para su construcción muestran un considerable desarrollo arquitectónico. A diferencia de otras culturas andinas, no existían grandes diferencias entre las viviendas, independientemente del poder o importancia de la familia que moraba en ellas. Todas las construcciones eran levantadas siguiendo un único modelo arquitectónico: un techo a dos aguas y dos ambientes, un vestíbulo ubicado en la parte interior y otro en la posterior.

Tampoco es casual que las habitaciones surjan alrededor de una plaza en forma trapezoidal, figura geométrica que se repite en diversos restos hallados en excavaciones arqueológicas (ver recuadro). Los terraplenes han sido cuidadosamente trabajados por los mollo, utilizando el respaldo natural de las paredes rocosas con una inclinación de 1,8 grados en relación a la perpendicular.

En cada terraza había una serie de minipoblados formados por tres alas de viviendas que rodeaban a un patio de forma trapezoidal. En su centro, una especie de pozo contenía la suficiente cantidad de agua potable para hacer frente a determinadas eventualidades, como temporadas de sequías o un ataque enemigo prolongado. Además, los mollo construyeron una compleja red de pequeños canales impermeables de lajas y arcilla, de modo que el agua llegaba a cada vivienda para ser utilizada en la preparación de alimentos, en lavar utensilios o en cuidar la higiene personal.

Los excedentes de este elemento líquido iban a parar a canaletas de piedra que desembocaban en los cultivos, ubicados en las terrazas, a los pies de la ciudadela. De forma tan ingeniosa se evitaba el desperdicio de agua, que tanto costaba traer desde muchos kilómetros de distancia.

La ciudad estaba protegida por una serie de fuertes militares, construidos a lo largo de la quebrada del río Llika. Parte de la estructura lítica nace de la parte interna de la montaña y la otra mitad, erigida con la misma técnica de las terrazas, se apoya sobre una base construida artificialmente. En la parte alta de la ciudadela discurre un muro con más de dos metros de espesor, cuya misión era proteger de posibles enemigos los acueductos necesarios para el abastecimiento de agua.

El fin de la ciudad
Según la teoría más extendida, el fin de Iskanwaya tuvo lugar en el siglo XV d. C., cuando la ciudadela fue conquistada por los incas. De no ser así, probablemente habría continuado desarrollándose, pues materialmente los habitantes de la ciudad tenían sus necesidades básicas aseguradas. El poderoso ejército inca partió de Cuzco y se hizo con el control de Iskanwaya sin demasiadas complicaciones. Luego, sus pobladores fueron trasladados a lugares como Aucapata, a mitad de camino en dirección a La Paz, y a otros que se desconocen todavía hoy en día. No demasiados años después comenzaría la conquista de las ciudades andinas por parte de los soldados españoles.

La forma trapezoidal: un símbolo esotérico
Esta figura geométrica se repite continuamente en infinidad de construcciones de la ciudadela de Iskanwaya. A decir de algunos arqueólogos que se dedicaron a estudiar el asunto, seguramente tiene relación con una especie de ritual místico vinculado a la «Katachillay» (Cruz del Sur), una constelación siempre presente en el hemisferio meridional. Y es que en la cultura andina no sólo se rendía culto al Sol y a la Luna, sino también a las estrellas y a los planetas. Si trazamos una línea imaginaria que una las cuatro estrellas de dicha constelación, observaremos una forma trapezoidal, probablemente la fuente de inspiración de los mollo.

Relaciones con otros pueblos
Existen pruebas de que los mollo se relacionaron con otras culturas y civilizaciones al norte, sur y oeste, hasta alcanzar la costa del Pacífico. Precisamente en esta zona del planeta se han encontrado objetos de cerámica con parecidos más que evidentes con otros hallados en Perú, Ecuador, Bolivia y el norte de Argentina. Tanto los dibujos decorativos como la combinación de los colores negro, bermejo y blanco amarillento apuntan a que existió en el pasado un intercambio cultural y económico entre pueblos de zonas aparentemente tan distantes.
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