Los vigilantes de la humanidad
El profeta Enoc recibió instrucciones de unas entidades que actuaban como auténtico custodios de la humanidad
El profeta Enoc está considerado uno de los primeros contactados de la historia. Mantuvo comunicación y recibió instrucciones de unas deidades que mostraban un increíble desarrollo tecnológico, y sus aventuras quedaron plasmadas en cuatro libros que incluso relatan su viaje interestelar en una de las naves de dichas «entidades celestiales». Estos Vigilantes actuaban como auténticos custodios de la humanidad, manipulando a nuestros antepasados. Sin embargo, algunos de ellos se rebelaron contra sus jefes, poniéndose de parte de los seres humanos
Me llevaron a un sitio cuyos habitantes son como el fuego ardiente, pero cuando desean, aparecen como humanos», leemos en el Libro 1 de Enoc. Quienes sostenemos que seres extraterrestres se presentaron ante la especie humana bajo la máscara de la divinidad, y además profundizamos en la línea de descendencia de los primeros ejemplares humanos (que hoy conocemos como Adán y Eva), nos encontramos con un personaje clave en este complot de manipulación, que supuestamente es el autor de una de las obras más antiguas y reveladoras del mundo: El Libro de Enoc. Si partimos desde Adán, Enoc sería fruto de la séptima generación y, por tanto, padre de Matusalén y bisabuelo de Noé.
Pero ¿quién era Enoc? ¿Por qué Dios lo elevó a la categoría de profeta? ¿Por qué razón fue elegido como «el primer hombre instruido»? El nombre hebreo de Enoc se traduce como «El Iniciado», papel que sin duda interpretó, porque se convirtió en depositario de profundos conocimientos. Sin embargo, en contra de la corriente de pensamiento mayoritaria, esa sabiduría distaba mucho de aportar autonomía a la especie humana. Más bien todo lo contrario.
A partir del estudio de los cuatro textos sagrados que describen las experiencias del profeta (Libro de Enoc, Libro Eslavo de Enoc, Libro de los Secretos de Enoc y Enoc Copto), se desprende un relato sorprendente, que revela un plan maestro por parte del Dios Yahvé para «instruir» al profeta en una serie de rituales de sangre y, por consiguiente, para propagar una religión monoteísta como sistema de control.
A BORDO DE UNA NAVE INTERESTELAR
Si hacemos caso a la Biblia, Enoc vivió hace 12.000 años en la época en que los Vigilantes o Custodios del Señor descendieron a la Tierra para mantener relaciones lujuriosas con las hijas de los hombres. «En los días de Yared, mi padre, (los ángeles) transgredieron la palabra del Señor. He aquí que pecaron, transgredieron la ley del Señor, la cambiaron para ir con mujeres y pecar con ellas…» (Enoc 106: 13-16).
En sus textos, Enoc no se refiere a Dios como Yahvé sino como el Señor, y designa a los ángeles como sus Custodios o Vigilantes. La descripción que realiza el profeta de su ascenso a los cielos constituye unos de los relatos más ricos y reveladores que existen en el mundo antiguo, puesto que ofrece interesantes detalles sobre la naturaleza de esas entidades «celestiales».
El Libro de Enoc acabó siendo excluido de la compilación bíblica, ya que los jerarcas de la Iglesia católica sentenciaron que su libro no había sido revelado por Dios. Solo la Iglesia Abisinia, en Etiopía, lo incluyó en su Antiguo Testamento.
El relato reúne casi todos los ingredientes característicos de un moderno episodio de abducción extraterrestre, aportando elementos absolutamente asombrosos para cualquier lector mínimamente avezado. Enoc se encontraba durmiendo en su cama cuando recibió la visita de dos seres a los que describió como «hombres enormes», quienes le llamaron por su nombre y le pidieron que les acompañara para ascender a los cielos.
«He ahí que se me aparecieron dos hombres tremendamente altos –leemos en el Libro de Enoc–, tanto así que no había visto nada semejante en la Tierra. Sus rostros brillaban como el Sol, sus ojos también eran como luz ardiente y de sus labios salía fuego surgiendo con la ropa y el canto de diversos tipos en apariencia púrpura; sus alas brillaban más que el oro, sus manos más blancas que la nieve».
La descripción que ofrece Enoc de estas entidades coincide con la que nos encontramos en la Biblia cuando detalla las características de los ángeles: seres brillantes y de ojos relucientes. Incluso dicen de sí mismos que nacieron de madre virgen. ¿Acaso eran fruto de una inseminación artificial para crear híbridos con genética extraterrestre? Soy consciente de que muchos lectores pensaran que voy demasiado lejos, pero continuemos con el relato de los hechos.
Los ángeles le ordenaron a Enoc que antes de partir dejara una nota dirigida a sus hijos –Matusalén, Regim y Gaidad– para que no lo buscaran por ningún lugar y esperasen pacientemente a que el Señor lo trajera de regreso. Enoc narra que dos ángeles lo hicieron subir al carro del espíritu, experiencia que describe como «estar a bordo de un palacio capaz de surcar los cielos», y luego dicho «carro» lo transporta a otro lugar mucho más majestuoso, al que el profeta denomina «el Cielo de los Cielos». Mi interpretación es que una aeronave lo desplazó a otra de mayor envergadura, en cuyo interior la luz emanaba de todas partes. «Él trasladó mi espíritu dentro del Cielo de los Cielos –escribe Enoc–, y vi que allí había una edificación de cristal, y entre esos cristales, lenguas de fuego vivo. Mi espíritu vio un círculo que rodeaba de fuego esta edificación y en sus cuatro esquinas había fuentes de fuego vivo». Nuestro protagonista deja claro que un círculo de fuego envuelve toda la edificación. ¿Está acaso refiriéndose a un poderoso campo magnético que envuelve la nave nodriza?
UN VIAJE POR EL COSMOS
Cuando Enoc entró en aquel complejo acristalado, describió un suelo transparente que reflejaba estrellas y cuerpos celestes. La inmensidad del cosmos se movía bajo sus pies, mientras la aeronave se desplazaba alejándose de la Tierra. Nuestro protagonista se refiere a «un primer cielo, un segundo cielo, un tercer cielo…», y así sucesivamente. Precisamente tal y como un astronauta describiría las diferentes capas ascendentes de la atmósfera hasta alcanzar el espacio.
«Yo vi un fuego ardiente –continúa Enoc relatando–, y más allá de esas montañas está una región donde termina la gran Tierra, y ahí culminan los cielos. Luego me fue mostrado un profundo abismo entre columnas de fuego celeste, y vi en él columnas de fuego que descendían al fondo y cuya altura y profundidad eran inconmensurables; y más allá de este abismo vi un sitio sobre el cual no se extendía el firmamento, bajo el cual no había tampoco cimientos de la tierra; sobre el que no había ni agua ni pájaros, sino que era un lugar desierto y terrible. Allí vi siete estrellas parecidas a grandes montañas, que ardían, y cuando pregunté sobre esto, el ángel me dijo: 'Este sitio es el final del cielo y de la Tierra; ha llegado a ser la prisión de las estrellas y de los poderes del cielo'».
Enoc penetró en estancias plagadas de árboles frutales y manantiales que daban miel, vino, leche y aceite, maravillándose ante lo que contemplaban sus ojos. Pero más sorprendente es que en su interior vio a unos doscientos ángeles. Uno de ellos le reveló que aquel lugar estaba reservado para los justos y los que servían al Señor. Sin embargo, el profeta no tardó en pasar del júbilo al terror, puesto que acabó entrando en «salas infernales» donde observó a ángeles sometidos a crueles torturas. Así describe la escena el Libro de Enoc: «Desde allí pasé a otro lugar más terrible que el anterior y vi algo horrible: había allá un gran fuego ardiendo y flameando, y el lugar tenía grietas hasta el abismo, llenas de columnas descendentes de fuego, pero no pude ver ni sus dimensiones ni su magnitud ni haría conjeturas… …Entonces dije: '¡Qué espantoso y terrible es mirar este lugar!'.
Contestándome, Uriel, el Vigilante y el Santo, que estaba conmigo, me dijo: 'Enoc, ¿por qué estás tan atemorizado y espantado?'. Le respondí: 'Es por este lugar terrible y por el espectáculo del sufrimiento'. Y él me dijo: 'Este sitio es la prisión de los ángeles y aquí estarán prisioneros por siempre'».
CONOCIMIENTOS SECRETOS
Enoc preguntó qué habían hecho para merecer ese castigo; la respuesta fue desobedecer las órdenes del Señor por haber revelado secretos al hombre: «Estos son los Vigilantes que descendieron sobre la Tierra y le revelaron a los humanos lo que era secreto y los indujeron a pecar». Luego, los Vigilantes le confiesan el nombre de algunos de esos ángeles rebeldes: «El nombre del cuarto es Panamu'el; éste mostró a los hijos de los hombres lo amargo y lo dulce y les reveló todos los secretos de su sabiduría: les enseñó a los humanos a escribir con tinta y papiros y son muchos los que se han descarriado a causa de ello, desde el comienzo hasta este día.
Porque los hombres no han sido traídos al mundo con el propósito de afianzar su creencia en la tinta y el papel» (1-Enoc: 8-10). En este pasaje encontramos una revelación importante: en contra de la opinión generalizada, los ángeles no son castigados por aparearse con las mujeres terrestres, sino por revelarles conocimientos y secretos divinos solo accesibles a los dioses, lo cual significa que no todas estas entidades mantienen la misma actitud hacia el hombre. Ahora bien, parece claro que alguna clase de deidad superior había dado órdenes expresas a los Vigilantes para que no transmitieran ninguna clase de saber al ser humano, con el fin de mantenerlo esclavizado bajo su tiranía. Sin embargo, algunos de estos ángeles acabaron contraviniendo dicho mandato, revelando a los terrestres la «ciencia secreta».
Enoc se muestra incapaz de asimilar tantas y tan intensas visiones, y sufre un shock desplomándose exhausto. Entonces aparece el arcángel Gabriel, que le ayuda a incorporarse y le conduce ante la presencia del Señor, con quien mantiene un largo diálogo: «Y el Señor me convocó y me dijo: 'Enoc, siéntate a mi derecha con Gabriel'. Y yo me incliné en reverencia ante el Señor, y el Señor me dijo: 'Amado Enoc, todo lo que ves, todas las cosas que están de pie, te digo, incluso antes del principio, todo lo he creado desde el no-ser, y las cosas visibles de lo invisible.
Escucha Enoc estas mis palabras, ni a mis ángeles les he contado mi secreto, ni les he contado su origen, ni mi dimensión infinita, ni han entendido ellos mi creación, la cual te cuento a ti hoy'» (2-Enoc 24: 1-3).
El Señor prohíbe el conocimiento para los seres humanos y castiga a aquellos de los suyos que lo revelan, sin embargo encomienda a sus ángeles que instruyan a Enoc en la escritura y las ciencias celestes. Por lo tanto, ese Dios que no quiere transmitir su sabiduría a los mortales, enseña a Enoc aquellas destrezas que le interesan, movido por unos propósitos que en la actualidad podríamos definir como ingeniería social o control de las masas.
TECNOLOGÍA PARA VER EL FUTURO
Enoc aprende a escribir, y el Señor le pide que muestre al mundo lo que ha visto y lo que se le ha dictado: «Y dijo el señor: 'Desciende a la Tierra y dile a tus hijos todo lo que yo te he dicho, y todo lo que tú has visto. Entrégale a ellos los libros manuscritos, y ellos los leerán y me conocerán como el creador de todas las cosas, y ellos entenderán que no hay más Dios que yo'» (2-Enoc 33: 2-9). En ese instante, el Todopoderoso le dice a Enoc que va a llevarlo de vuelta a la Tierra. Tendrá un plazo de 30 días para dar a conocer el mensaje de Dios mediante sus escritos. Pasado ese tiempo, el Señor nuevamente «arrebatará» al profeta a los cielos, esta vez para no regresar jamás.
Cuando Enoc vuelve a nuestro mundo, compila todo lo aprendido y se convierte en un patriarca del saber: «Este fue el primero del género humano nacido sobre la Tierra que aprendió la escritura, la doctrina y la sabiduría, y escribió en un libro las señales del cielo, según el orden de sus meses, para que conocieran los hombres las estaciones de los años, según su orden, por sus meses.
Él fue el primero que escribió una revelación y dio testimonio al género humano en la estirpe terrenal».
Enoc incluso cita el nombre del ángel que le instruye: «Porque los signos, los tiempos, los años y los días me los mostró Uriel, el Vigilante, a quien el Señor de Gloria ha encargado de todas las luminarias del cielo y en el mundo, para que reinen sobre la faz del cielo, sean vistas desde la Tierra y sean las guías del día y de la noche, así el Sol, la Luna, las estrellas y todas las criaturas auxiliares que recorren sus órbitas en los carros del cielo» (1-Enoc: 75: 3).
«La visión del Santo de los cielos me fue revelada y oí todas las palabras de los Vigilantes y de los Santos –leemos en el Libro de Enoc–, y porque las escuché, he aprendido todo de ellos y he comprendido que no hablaré para esta generación, sino para una lejana que está por venir». Conforme pasaban los días, un ángel instruía a Enoc sobre el modo de transcribir toda la información que fluía a través de una Tablilla Celestial, un artefacto tecnológico con un poder asombroso, pues era capaz de calcular eventos futuros. ¿Se trataba acaso de una computadora cuántica capaz de pronosticar líneas espacio temporales de probabilidades futuras?
GUERRAS ENTRE DIOSES
Enoc dejó escrito aquello que el ángel le transmitía: «Me dijo: 'Mira Enoc estas tablillas celestiales, lee lo que está escrito allí y señala cada dato'. Miré las tablillas celestiales y leí todo lo que estaba escrito y lo comprendí todo; leí el libro de todas las acciones de la humanidad y de todos los hijos de la carne que están sobre la Tierra, hasta las generaciones remotas» (1-Enoc 81: 1-2). El «elegido de los cielos» confió todos los documentos a su hijo Matusalén: «Preserva hijo mío, Matusalén, el libro de la mano de tu padre y entrégalo a las generaciones del mundo. Te he dado sabiduría a ti y a tus hijos para que ellos la entreguen a sus hijos por generaciones, sabiduría que está por encima de sus pensamientos» (1-Enoc 82: 1).
Los textos sumerios ya describen estas «tablillas mágicas» como unos codiciados objetos de poder, puesto que aquellos ángeles o dioses que se hicieran con ellas, tendrían la capacidad de gobernar el mundo. En un relato llamado El Mito de Zu leemos como uno de los súbditos del poderoso Enlil, un Anunnaki –deidad sumeria y acadia– llamado Pazuzu o Zu, que significa «Aquel que Sabe», consigue robar las Tablillas Celestiales y pone en jaque a todo el Consejo Anunnaki, desatándose una guerra sin tregua. Cuando Zu se hace con las tablillas, se cree con la capacidad de hacer cualquier cosa: «Tomaré la Celestial Tablilla de los Destinos, gobernaré los decretos de los dioses, estableceré mi trono, seré el amo de los decretos celestiales, comandaré a los Igigi –dioses menores de la tradición sumeria– en su espacio».
Mediante las Tablillas Celestiales, Enoc puede experimentar visiones de sucesos que acontecerían cientos y miles de años en el futuro. En sus textos llegó a vaticinar la construcción de la Torre de Babel, el ascenso al cielo del profeta Elías en un carro de fuego, e incluso el Gran Diluvio Universal que se cerniría sobre la Tierra 1.000 años después. Cuando hubieron transcurrido esos treinta días, Enoc se preparó para partir y 2.000 individuos se reunieron para despedirlo: «Cuando Enoc había hablado con las personas, el Señor envió oscuridad sobre la superficie de la Tierra, y había oscuridad, y ésta cubrió a aquellos hombres que estaban de pie junto a Enoc, y ellos tomaron a Enoc y lo llevaron hacia el Cielo, donde se encuentra el Señor; y él lo recibió y lo colocó delante de su rostro, y la oscuridad se disipó de la Tierra, y la luz regresó» (2-Enoc 67: 1).
ÁNGELES REBELDES
Como guinda final, y siempre siguiendo las instrucciones del Señor, en el lugar donde Enoc había sido arrebatado hacia lo alto se rindieron varios sacrificios de animales: «Matusalén y sus hermanos, y todos los hijos de Enoc, se dieron prisa y erigieron un altar en el sitio llamado Achuzan, desde donde Enoc fue tomado hacia el cielo. Y ellos sacrificaron bueyes y convocaron a todas las personas, y compartieron el sacrificio delante del rostro del Señor» (2-Enoc 68: 6-7).
La más reveladora profecía de Enoc, la referida a un diluvio sobre la Tierra, llegaría después de tres generaciones más de su estirpe. Sin embargo, un problema latente dentro de la jerarquía de Yahvé seguía haciendo estragos: sus ángeles descendían a la Tierra para copular con las terrestres, cegados por su belleza y deseos de procrear. Los secretos de la gran deidad peligraban día a día, pues estos Vigilantes revelaban a las esposas que habían tomado unos conocimientos prohibidos que podrían elevar a los hombres a la categoría de dioses. Y eso era algo que Enlil-Yahvé no podía permitir. Sólo a través de una solución drástica solventaría el conflicto. Una solución que acabaría con la vida de la especie humana sobre la Tierra…
En el Libro 1 de Enoc leemos que un total de 200 ángeles se rebelaron. Incluso se citan los nombres de estos Vigilantes que tomaron por esposas a las terrestres: «Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos». Pero Shemihaza, que era su jefe, les dijo: «Temo que no queráis cumplir con esta acción y sea yo el único responsable de un gran pecado».
Ellos le respondieron: «Hagamos todos un juramento y comprometámonos todos bajo un anatema a no retroceder en este proyecto hasta ejecutarlo realmente». Entonces, los doscientos juraron unidos bajo anatema, y todos ellos descendieron sobre la cima de un monte que llamaron Hermón. «Estos son los nombres de sus jefes: Shemihaza, quien era el principal, y en orden con relación a él, Ar'taqof, Rama'el, Kokab'el, –'el, Ra'ma'el, Dani'el, Zeq'el, Baraq'el, 'Asa'el, Harmoni, Matra'el, 'Anan'el, Sato'el, Shamsi'el, Sahari'el, Tumi'el, Turi'el, Yomi'el, y Yehadi'el. Estos son los jefes de decena» (1-Enoc 6: 1-8).
De la unión entre estos ángeles y las mujeres nacieron gigantes, los llamados Nefilim, que en hebreo significa «caídos» o «derribados». En traducciones griegas se le da el significado de gigantes, al igual que en arameo. Sin embargo, ciertos eruditos defienden que Nefilim procede del término arameo NEPHILA, que significa «Aquellos que son de Orión», ya que en arameo Orión es Nephila. ¿Acaso procedían los Anunnaki de la Constelación de Orión tal y como propone el investigador Robert Bauval, quien defiende la teoría de que las pirámides egipcias están alineadas siguiendo dicha constelación?
CUANDO LOS NEFILIM DOMINARON LA TIERRA
El caso es que en varias excavaciones en Oriente Medio han sido encontrados diversos esqueletos de grandes dimensiones, lo cual significa que estos gigantes realmente existieron, aunque no necesariamente tendrían que ser los restos de los Nefilim, sino más bien de seres humanos con reminiscencias genéticas de estos seres. Los Nefilim y Anunnaki medían entre tres y seis metros, de modo que el hallazgo de un esqueleto de estas características supondría un antes y un después en la forma de concebir la historia humana. Volviendo al relato que nos ocupa, o que más enfureció a Yahvé fue que los ángeles revelaran secretos a sus esposas terrestres: «Shemihaza enseñó encantamientos y a cortar raíces; Hermoni a romper hechizos, brujería, magia y habilidades afines; Baraq'el los signos de los rayos; Kokab'el los presagios de las estrellas; Zeq'el los de los relámpagos; –'el enseñó los significados; Ar'taqof enseñó las señales de la Tierra; Shamsi'el los presagios del Sol; y Sahari'el los de la Luna, y todos comenzaron a revelar secretos a sus esposas» (1-Enoc 8: 3).
Los conocimientos prohibidos también incluían armas para defenderse, por lo que hemos de suponer que prácticamente todos los secretos de la herrería y la fundición fueron revelados por estos seres, tanto para aprender a utilizarlos en defensa propia como para artesanía y decoración: «Y Asa'el enseñó a los hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre y les mostró cómo se extrae y se trabaja el oro hasta dejarlo listo, y en lo que respecta a la plata a repujarla para brazaletes y otros adornos. A las mujeres les enseñó sobre el antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las tinturas. Y entonces creció mucho la impiedad y ellos tomaron los caminos equivocados y llegaron a corromperse en todas las formas». Como el lector puede apreciar, a Enoc le dictaron que cualquier conocimiento dado al ser humano es malicioso, oscuro y pecaminoso. Básicamente, el Señor condena todo avance técnico o moral que la humanidad pueda desarrollar por sí misma.
CASTIGO ETERNO PARA LOS INSURRECTOS
Enoc es claramente víctima de un «lavado de cerebro», puesto que no se le permite dudar lo más mínimo de que la Ley del Señor es incuestionable. Cualquier oposición a la misma significa la muerte. Sólo la sumisión y la ferviente fidelidad constituye el único camino de la salvación. Así expresa Enoc la táctica amenazante de su Dios para con los hombres y los ángeles pecadores: «El Dios eterno andará sobre la Tierra, sobre el monte Sinaí aparecerá con su gran ejército y surgirá en la fuerza de su poder desde lo alto de los cielos. Y todos los Vigilantes temblarán y serán castigados en lugares secretos, y todas las extremidades de la Tierra se resquebrajarán, y el temor y un gran temblor se apoderarán de ellos hasta los confines de la Tierra. Las altas montañas se resquebrajarán y derrumbarán, y las colinas se rebajarán y fundirán como la cera ante la llama. Y la Tierra se dividirá y todo lo que está sobre la Tierra perecerá y habrá un juicio sobre todos». Sin duda, toda una apología de terror y amenaza al servicio de un falso Dios que se proclama único y todopoderoso. Para capturar a esos doscientos ángeles rebeldes, Yahvé disponía de siete lugartenientes, de entre los cuales destacaban cuatro: Miguel, Sariel, Rafael y Gabriel. El Señor les encomendó que castigaran duramente a los ángeles caídos, pero especialmente interesante resulta la orden que transmitió al arcángel Miguel: «Y a Miguel le dijo el Señor: 'Ve y anuncia a Shemihaza y a todos sus cómplices que se unieron con mujeres y se contaminaron con ellas en su impureza, ¡que sus hijos perecerán y ellos verán la destrucción de sus queridos! Encadénalos durante setenta generaciones en los valles de la Tierra hasta el gran día de su juicio'» (1-Enoc 10: 11-12).
Lo mismo leemos en 2 Pedro: «Dios no sólo no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándoles al infierno, los entregó a prisiones de oscuridad para ser reservados al juicio». Los ángeles del Señor, tras una escaramuza contra los rebeldes, los apresan encerrándolos en un mundo paralelo, una especie de «zona de destierro» donde permanecen en estado latente –muertos en vida, por así decirlo– mientras esperan su sentencia en el Día del Juicio Final.
La palabra «Infierno», presente en el párrafo de Pedro anteriormente citado, viene del término griego Tartaroo, que se traduce como «El abismo más profundo del Hades». ¿A qué lugar se refiere exactamente el citado texto? ¿Estamos ante una exageración fruto de la desbordante imaginación de los autores? Es curioso que, incluso en la mitología romana, Tártaro es el lugar a donde van a parar los enemigos de los dioses. En su obra La Eneida, el poeta romano Virgilio describe este Infierno como un espacio gigantesco en el punto más profundo del Inframundo, siempre envuelto por un río en llamas al que designa como Phlegethon, y sellado por paredes triples para que sus cautivos no puedan escapar.
DESENMASCARANDO A LOS DIOSES
Teniendo en cuenta que conocemos el aspecto reptiliano de estas «entidades celestiales» gracias a las figuras y representaciones de distintas culturas, nos preguntamos por qué los «ángeles buenos» se muestran con el mismo aspecto de un ser humano. La respuesta es simple. Si usted quisiera manipular a una colonia de hormigas para ganarse su confianza e infiltrarse en su nido, ¿se presentaría ante estos animalillos con forma humana o de hormiga? Todos estos dioses Anunnaki tenían una pinta muy parecida: atributos reptilianos, elevada estatura y piel escamosa. Gracias a su psiquismo pudieron engañar a nuestros ancestros, mostrándose bajo la apariencia que se les antojaba en función de sus intereses. Si querían infundir miedo, su aspecto era grotesco y reptiliano; pero si deseaban seducir y engañar, aparecían como bellos humanos.
Así es como estas entidades, erróneamente elevadas a la categoría de dioses, consiguieron que sólo los vencedores escribieran la historia. Pero ¿qué fue de los vencidos? ¿De aquellos de entre sus filas que quisieron ayudar a salir al ser humano de la Matrix Holográfica en la que vivimos? Como es de suponer, el mal acaba siempre por delatarse a sí mismo, con sus amenazas y ambiciones. Quizás aún estemos a tiempo de reescribir la historia con la ayuda de los vencidos, desenmascarando a los vencedores…
Este reportaje fue publicado en la revista AÑO CERO nº310
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