Civilizaciones perdidas
01/04/2005 (00:00 CET) Actualizado: 05/04/2024 (11:09 CET)

Acámbaro criaturas de un tiempo perdido

Si hay un enigma que siempre ha levantado agrias polémicas, y despertado pasiones absolutas entre los amantes del misterio, ese es sin duda alguna el de las figuras de Acámbaro, representación de seres que jamás debieron de existir

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Acámbaro 
criaturas de un tiempo perdido
Acámbaro criaturas de un tiempo perdido

Interlaken, Suiza, noviembre de 2004. Durante un congreso internacional sobre objetos arqueológicos "imposibles" en el Mystery Park de Erich von Däniken el austriaco Klaus Dona me presentó al mexicano Heriberto Silva, vicepresidente del Consejo del Desarrollo Económico de la Región de Acámbaro, en el Estado de Guanajuato (México). Con un sombrero de fieltro y un poncho indígena, Silva me agarró del brazo y me invitó a conversar. En realidad, su ostentoso título camuflaba algo mucho más interesante para mí: fue uno de los fundadores del "Museo Waldemar Julsrud", el mismo que, desde finales de 2001, alberga las enigmáticas, milenarias e "imposibles" estatuillas de arcilla de la célebre población de Acámbaro.

Y parece que el destino me las puso una vez más delante. En septiembre de 2003 ya intenté llegar a la citada localidad desde Ciudad de México, pero las intensas lluvias e inundaciones me lo impidieron. Ahora que estaba en Suiza, tan lejos del museo mexicano, por fin me encontré con ellas.

La historia de estos objetos arqueológicos empieza en 1945, cuando el hacendado alemán, Waldemar Julsrud, encuentra las figuras enterradas al pie del Cerro del Toro, en una barriada del pueblo de Acámbaro, a 280 km de la capital del país. A lo largo de varios años el inmigrante logró reunir más de 30.000 piezas que llegaron a ser confundidas con aquellas de la cultura prehispánica Chupícuaro 800 a. de C. a 200 d. de C.. Lo más desconcertante de éstas es que mostraban seres monstruosos, especialmente dinosaurios, además de hombres de varias razas o con aspecto de animal. Sin embargo, la ciencia afirma que los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años y los humanos jamás fueron sus contemporáneos...

El coleccionista creía que tales piezas se encontraban, originalmente, en un museo en la ciudad de Tenochtitlán, capital del imperio azteca. Desde allí los nativos las trasladaron en época de la conquista española a Acámbaro, donde las enterraron repartidas en varios paquetes, tal y como fueron halladas cientos de años después. Conviene subrayar que Julsrud nunca comerció con ellas, creyendo que se trataba de un importante patrimonio para comprender la historia de la humanidad.

Piezas a peso
Me interesaba profundamente hablar con Heriberto y saber qué había pasado con las figurillas. Sabía, a través de Fernando Jiménez del Oso, que desde la muerte de Julsrud en 1964 a los 89 años, las estatuillas permanecían empaquetadas en el antiguo caserón del alemán, fuera del alcance del público. Según Heriberto, después de muchos años encerradas, los familiares las donaron al ayuntamiento de Acámbaro que, por fin, pudo construir un pequeño museo. "Tiene cinco salas donde se exhiben tan sólo unas doscientas sesenta piezas. Conseguimos el caserón para exponerlas gracias al ex gobernador Vicente Fox, actualmente Presidente de México. Yo soy el encargado de recaudar dinero para ampliar el museo y poder exponer por lo menos 5.000 piezas sobre un total de casi 30.000 que tenemos en las bodegas. La gente de la región no visita el museo; más bien son los europeos y estadounidenses", me comentaba.

Heriberto Silva llegó a conocer de pequeño a Julsrud, quien abría las puertas de su museo particular, en su caserón, a los alumnos de secundaria para explicar sus extrañas teorías. El mexicano me contó que Julsrud llegó de Alemania después de la Primera Guerra Mundial y se hizo terrateniente en las tierras altas de Mixoacán. Posteriormente las perdió con la reforma agraria. Huyendo llegó a Acámbaro, donde no tuvo problemas para rehacer su vida; era un ingeniero con visión comercial y tuvo éxito con una ferretería. "Durante mucho tiempo se confundieron tales piezas con las de la cultura chupícuaro. Sin embargo, éstas se hallaron junto a enterramientos humanos, mientras que las de Julsrud, las del cerro del Toro, no estaban asociadas a los muertos y se hallaban en un hoyo de cuarenta por cuarenta metros. Julsrud creía que venían del continente de la Atlántida" me contaba Heriberto. "Julsrud pagaba un peso por cada pieza excavada. En las casas viejas de Acámbaro, en los tabiques de adobe, encontramos pedazos de cerámica que formaron parte de algunas figuras de monstruos, dinosaurios… Antes no se daba valor a estos objetos, pero ahora, unos norteamericanos de una secta quieren comprar nuestra colección. Sin embargo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, aunque no consideran auténticas nuestras piezas, las tienen todas catalogadas para que no salgan del país es algo contradictorio. Podemos, eso sí, exhibirlas en otros países, como las que traje aquí, a Interlaken", añadía el mexicano mirando hacia las montañas heladas de los Alpes que rodean el parque temático.

De hecho, gracias a Klaus Dona, el organizador de la exposición Unsolved Mysteries, en el Mystery Park, se pudieron traer las piezas de Acámbaro que tuve el privilegio de ver y examinar. Realmente eran obras de una exquisita plasticidad, insinuando movimientos y con la ironía estampada en las facciones de algunos seres absurdos. Me emocionó particularmente la estatuilla de un "dinosaurio bailador", el mismo que hace muchos años Jiménez del Oso sujetó, en Acámbaro, para hacerse una foto junto a él.

Eran monstruosidades que inducían a la duda y la inquietud; ¿quiénes fueron sus artífices?, ¿cómo lograron sabe cómo eran aquellos seres, algunos de los cuales desaparecieron hace millones de años? Los más misterioso es que, según Heriberto Silva, entre las esculturas se han encontrado especies de dinosaurios sólo recientemente identificados o clasificados por los científicos. Si fueran falsificaciones, hechas en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, ¿cómo lograron sus autores conocer especies de saurios aún no descubiertos?

El "loco" Julsrud
En su diario, Waldemar Julsrud cuenta cómo inició su interés por los objetos arqueológicos de la región, concretamente de los tarascos: "Hace años, un estimado amigo mío, el anciano Fray José María Martínez, hoy fallecido, entonces cura del pueblo de Chupícuaro, Guanajuato, me remitió fragmentos de cerámica de origen tarasco, encontrados allá, lo que, por haber gestionado yo que se hicieran excavaciones por aquellos rumbos, me convirtió en el hasta ahora desconocido descubridor del hoy renombrado ';campo arqueológico' y en aficionando a semejantes estudios".

Más tarde encontraría otro yacimiento, a tan solo dos manzanas de su casa, donde se hallaban "figuras hechas de barro cocido, de color natural, que representan una gran variedad de animales antediluvianos, muchos de ellos en un perfecto, artístico acabado y de una diferencia de formas asombrosa. Se trata de seres que vivieron hace millones de años: peces, anfibios y reptiles del Paleozoico; dinosaurios, algunos de ellos verdaderos gigantes del Mesozoico, así como representaciones fidelísimas a juzgar por los asombrosamente bien acabado de sus detalles, de muchas y diferentes razas humanas, que deben haber vivido en el curso de muchos miles de años O el hombre en su estado primitivo vivió desde los remotos días de la creación al lado de temibles bestias antediluvianas, o éstas existieron todavía millones de años después de las épocas en que las autoridades de la arqueología las catalogaron, constatando su aparición, extinción y desaparición de la Tierra".

Y el alemán se preguntaba: "¿Quién pudo imaginar e inventar tan diversas formas de gentes y exóticas criaturas con todos sus detalles, sin haberlas visto?" Julsrud creía que el continente americano era la cuna de muchas razas que no procedían de otros lugares del planeta. En otras palabras: el alemán abogaba por la teoría del origen americano del hombre, según la cual, llegaron hacia Asia procedentes de América, "habiendo guardado los chinos en su escudo un dragón, como recuerdo imborrable a las gigantescas bestias voladoras de su país de origen". Julsrud atribuía la emigración masiva a los desplazamientos de los continentes y a las varias catástrofes ocurridas, como veremos más adelante.

Así, según sus teorías, el hombre existió desde el origen de la vida resultado de la acción de la luz solar sobre el agua– aunque con aspectos muy diferentes; las razas, no obstante, surgieron como consecuencia de cambios climáticos bruscos, como por ejemplo, los diluvios.

También llamaron su atención las figurillas, medio hombre, medio animal, con membranas en sus extremidades y otras señas que indicarían su procedencia acuática, "común a todos los seres vivientes". Y añadía: "Hay hombres bestias, con facciones de antropófagos, de aspecto salvaje, ostentando tremendas dentaduras de oreja a oreja. Ello denota entre ellos la diferencia de carácter y de descendencia; hay mongoles, chinos, esquimales, tibetanos, australianos, malayos, isleños del Pacífico y entre todos se nota gente salvaje, y otra ya con cierto grado de cultura". A esto sumaba pueblos negros, abisinios, semitas, egipcios, vikingos y "atlántides", entre los que creía haber hallado retratos de Quetzalcoatl, con uno de sus compañeros.

El inmigrante alemán estaba seguro de haber descubierto piezas arqueológicas que representan a lamas Tibetanos que usan argollas de plata, parecidas a pulseras, "por las que meten vendas, para sostener y amarrar su cabellera", muy parecidas a las de barro que encontró en Acámbaro. Una prueba del parentesco entre tibetanos y nativos americanos la recogía del monje franciscano Wilhelm Rubriquis: los tibetanos se comían a sus difuntos padres, como demostración de gran piedad, para no darles otra sepultura. Lo mismo informó el explorador Alejandro de Humboldt de los indígenas de la América del Sur.

Julsrud también creía que los incas y otros pueblos americanos tenían elefantes como representan algunas esculturas en Copán, Honduras y que los utilizaban para transportar grandes moles pétreas, como las que usaron para construir Cuzco y Machu Pichu, en Perú.

Varios diluvios
Según Heriberto Silva, Julsrud era un hombre que "nadó contra la corriente", y caviló toda su vida buscando soluciones para los enigmas del pasado. Decía que la Luna se separó de la Tierra ver recuadro y causó el primer diluvio provocando la Era Carbonífera: "quebró a la vez el manto apenas endurecido que envolvía entonces a nuestro planeta, cuyos fragmentos, profundos y superficiales, se detuvieron por de pronto en sus lugares dada la atracción magnética de la Tierra, pero cuyas grietas y fracturas se ampliaron más y más por el constante movimiento rotatoria de ella". Un "segundo diluvio" provocó la segunda era glacial, seguida por aridez y sequedad, "restableciendo la Tierra su perdido equilibrio, por un continuo levantamiento de montañas".

Así explicaba la desaparición de los dinosaurios: "Los diluvios, cuyo oleaje tremendo, enfurecido, barrería no solamente a los dinosaurios, sino todo lo que se encontraba en su camino, arrancando bosques que se convirtieron en carbón de piedra y la grasa de una multitud de diferentes animales, en petróleo, prueba de lo cual el hecho de que ambas substancias se encuentran frecuentemente en el mismo lugar".

También situaba un tercer diluvio o cataclismo en el principio del Período Terciario, cuando ocurrieron grandes levantamientos de cordilleras, tanto en los Alpes, como en la región del Tibet, seguidos por Tercera Era Glacial. Añadía que los desiertos del Asia Central fueron causados por el tercer y cuarto diluvios, "porque sabemos por los sacerdotes de Sais, Egipto, que el cuarto y último diluvio bíblico que destruyó Grecia y barrió toda la Europa tocó a Egipto el Norte de África, cuyas regiones tan extensas están convertidas en mares de arenas y campos de desolación, causados por el levantamiento de toda la región del Tibet y de Persia, que provocó el violento desbordamiento y desagüe de una infinidad de lagos y mares terrestres Se entiende que tan magnos levantamientos vinieron acompañados por terribles temblores de tierra, que muy probablemente fueron los causantes del hundimiento del pedazo de tierra que acabaría siendo nuestro actual Mar Rojo, en memoria de cuyo acontecimiento se labró quizás de mano desconocida una inmensa roca arenisca arrastrada por el oleaje del diluvio, el monumento dedicado al dios de la luz "Sphinx" la Esfinge". ¿Y por qué no? La Historia continúa siendo una disciplina plena de agujeros negros, pendientes de que la arqueología ortodoxa, o las pistas que ésta se niega a aceptar, arrojen luz a tanta oscuridad o

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