Conspiraciones
06/04/2017 (10:59 CET) Actualizado: 06/04/2017 (10:59 CET)

La amenaza de los robots financieros

En 2008, tras la explosión de impagos de hipotecas basura, se hizo patente que el sistema económico se había entregado frenéticamente a un juego suicida de productos financieros que desencadenó una crisis sistémica. Está volviendo a ocurrir. Una nueva generación de productos y tecnologías financieras pueden volver a poner en peligro el sistema… ¿Será porque los robots se han hecho cargo de la economía mundial? Texto: Miguel Ángel Ruiz

06/04/2017 (10:59 CET) Actualizado: 06/04/2017 (10:59 CET)
La amenaza de los robots financieros
La amenaza de los robots financieros

El derrumbe de la economía tras el escándalo de las hipotecas subprime en 2008 se presentó en los medios de comunicación como un hecho casi sin precedentes, haciendo énfasis en que nadie podría haberlo predicho. Lo sucedido constituía una desafortunada concatenación de casualidades improbables. Dichas afirmaciones eran, evidentemente, propaganda gubernamental para legitimar un fallo del sistema que, por otra parte, fue un buen ejemplo de lo que el sociólogo alemán Ulrick Beck denomina «sociedad del riesgo», o sea, una sociedad donde corren peligro no sólo las personas más desfavorecidas o desprotegidas, sino también las clases medias e incluso las élites. Esa es, precisamente, la amenaza que se cierne sobre la civilización actual.

Un ejemplo de esas grandes transformaciones que esconden un riesgo sistémico, es lo que se ha dado en llamar la cuarta revolución industrial, es decir, la aplicación de la inteligencia artificial y los robots a la industria y a otras actividades económicas, como el derecho, la enseñanza, la ingeniería o el sistema financiero. De la unión de estos dos elementos mencionados, la inteligencia artificial y el sistema financiero, se está gestando el próximo riesgo sistémico que sin duda arremeterá contra las economías del mundo y que entonces, como en 2008, será difícil de explicar. Tratemos de hacer comprensibles los nuevos riesgos en los que se está involucrando el sistema financiero mundial.

MÁQUINAS TRABAJANDO, PERSONAS EN PARO
Una de las consecuencias directas de la cuarta revolución industrial será la expulsión del mercado de trabajo de millones de trabajadores en todo el mundo. El sector financiero no será una excepción. Hace años, los mercados de valores, es decir, las bolsas de todo el mundo, eran esos lugares tremendamente concurridos donde los brokers o agentes de bolsa emitían órdenes de compra y venta en beneficio de sus clientes. Sin embargo, esas escenas tan masificadas son, en gran medida, imágenes del pasado. En primer lugar, porque las nuevas tecnologías permiten operar en remoto y, en segundo lugar, porque parte de los traders, es decir, personas que compran y venden activos financieros, usan cada vez más lo que se denominan «sistemas de trading automático».

Los sistemas de trading automático serían aplicaciones informáticas que automatizan esas transacciones de compra y venta de activos negociables en los mercados financieros, sin intervención humana pero siguiendo unas pautas que define el operador humano, por ejemplo, a qué precio salirse del mercado, límite de pérdidas aceptable, volumen de compras, etc.

La operación de mercados, también llamada trading, está basada en la programación informática. El objetivo es crear algoritmos que sean capaces de ganar dinero de forma autónoma. El proceso consiste en diseñar una inteligencia artificial para que constantemente monitorice el mercado y mediante una estrategia predefinida analice, compre, venda, entre y salga del mercado siempre generando beneficios o minimizando pérdidas. Estos sistemas presentan ventajas que los humanos no tienen: no cometen errores. Pero si cualquier persona con un capital disponible puede convertirse en trader y usar un programa para ello, la élite financiera, los bancos y grupos más poderosos del mundo disponen de lo que se ha dado en llamar «Trading de Alta Frecuencia» (HFT, por sus siglas en ingles), un sistema de trading automático que opera gracias a una tecnología capaz de comprar y vender en microsegundos.

¿CÓMO FUNCIONAN?
Las máquinas de HFT son producto de fortísimas inversiones provenientes de bancos y conglomerados financieros, que disponen de tecnología punta y tienen a los mejores cerebros de todas las universidades trabajando en diseñar los algoritmos inteligentes de los robots. Los programadores de estos algoritmos se denominan quants (expertos en economía cuantitativa) y son una élite que cobra altísimos sueldos por generar estrategias de trading que marcan el comportamiento de los robots. El resultado son robots que han llegado a ser más inteligentes que las personas y que son miles de millones de veces más rápidos y capaces. Las máquinas no solo ven el mercado, también están conectadas a agencias de noticias y predicen los movimientos de la bolsa en base a éstas. Cuando hablamos de las máquinas, hablamos de edificios enteros llenos de servidores redundados, centros de procesos de datos, miles de kilómetros de cables y las mejores medidas de seguridad. A pesar de los grandísimos costes y complejidad a nivel de ingeniería, el principio de funcionamiento es tremendamente sencillo. Simplemente consiste en ser más rápido que tus adversarios. Aunque los algoritmos de trading puedan ser muy complejos y diseñados por algunos de los mejores cerebros de las universidades, lo cierto es que el secreto del HFT está en la velocidad que proporciona la tecnología punta.

Es un sistema nuevo basado en un principio muy antiguo: acceder a la información antes que tus contrincantes. Ya en época de Napoleón, la familia de banqueros Rothschild se adelantaba a los acontecimientos gracias a un sistema basado en palomas mensajeras. El actual sólo es una evolución tecnológica de ese antiguo principio.

El sistema funciona de la siguiente manera. Cuando en un mercado se actualiza el precio de un activo, el precio de ese valor aparece en la pantalla de todos los agentes de mercado, que emiten órdenes de compra y a continuación sus sistemas informáticos acceden al mercado para cursar la orden. Sin embargo, los algoritmos de HFT detectan esas órdenes y su estrategia consiste en llegar a los servidores antes que las órdenes del resto de agentes, de forma que para cuando los humanos creen que han comprado, los HFT ya se han adelantado y el valor que el agente veía en su pantalla simplemente ya no existe. Para adelantarse a las compras de los demás especuladores, se necesita una inversión en tecnología punta destinada únicamente a minimizar el tiempo de proceso de las órdenes. Con este fin, los grandes bancos que especulan con HFT sitúan sus sistemas lo más cerca posible de los servidores de bolsa de Wall Street para que, al tener que recorrer menos distancia, lleguen y se ejecuten antes. Para hacerse una idea, en 150 kms de distancia, se pierde un valioso milisegundo. De hecho, las bolsas miman a los especuladores de HFT, les reservan espacios cerca de sus servidores y se los alquilan a alto precio para minimizar aún más el tiempo, lo cual les confiere toda la ventaja competitiva de la alta frecuencia. Además, se deben de emplear los medios de transmisión de datos más veloces. Así pues, la fibra óptica se prefiere a los cables de datos y los radioenlaces de microondas a la fibra óptica. El máximo teórico es la velocidad de la luz, la velocidad más rápida física posible. Para aproximarse a este máximo se usan sistemas de antenas que apuntan estratégicamente a los servidores de bolsa. Las ondas electromagnéticas viajan por el aire al 97,5% de la velocidad de la luz. Y desde la antena van directamente a los servidores. Todo para llegar un microsegundo antes que la competencia, un ciclo de trabajo de ventaja en la CPU del servidor es suficiente para ganar y cerrar la transacción. Puesto que las velocidades son altísimas, las variaciones de precio de los valores son minúsculas.

Las ganancias son mínimas, décimas o centésimas de centavo de dólar por precio de acción, pero que repetido millones de veces y operados sobre miles de acciones producen millones de dólares, en un endiablado proceso de robar céntimos a los demás miles de millones de veces al día. En el proceso, debido a su altísima frecuencia, las operaciones de traders humanos son borradas del sistema. Por cada orden humana hay miles de las máquinas, lo cual hace que, al final, todo acabe siendo una competición entre las máquinas. Sin esa tecnología no se puede competir. Es imposible luchar contra las incansables máquinas ultrarrápidas. Son las nuevas dueñas del mercado. De hecho, el sistema es sencillo pero tremendamente despiadado e inhumano, no importa la economía real. Da igual qué empresa suba o caiga, si se trata de una empresa que favorezca a la comunidad y goce de buena reputación o si se está especulando con la moneda o la deuda de un país, no importa si está encareciendo alimentos básicos en el tercer mundo. Allí donde haya unos centavos que arañar, las máquinas irán tras ellos. Máquinas que incluso funcionaban durante el crash de 2008… Y sacaban dinero. Sin embargo, este sistema sin más fundamento que el enriquecimiento marginal ultrarrápido tiene en su interior el germen de su propia destrucción. Su desconexión con la economía real es una muestra de que el sistema está corrupto, es vulnerable y es inestable. Corrupto porque ya no sirve a los principios para los que fue diseñado, que es proveer de liquidez y financiación a las empresas; vulnerable porque, como veremos, se puede manipular; e inestable porque en cualquier momento puede venirse abajo.

DESASTRES FINANCIEROS MECANIZADOS
El gran crack financiero de 1929 tardó un mes en producirse. Empezó el llamado «jueves negro», el 24 de octubre, y siguió en caída hasta los fatídicos lunes y martes negros que fueron el 28 y 29 de octubre y se prologaron un mes. En octubre de 1987 hubo otro crack que duró unas tres semanas. Y el crack bursátil de 2008, también en octubre, se completó en apenas dos semanas, del 13 al 25, llegando este último día a verse un desplome mundial de bolsas. Estos tres cracks mencionados fueron desplomes por causas humanas, políticas o económicas.

Sin embargo, el 6 de mayo de 2010 se produjo el primer crack de la historia causado por las máquinas de trading de alta frecuencia. Empezó a las 14:42 horas y 44 segundos, fue el mayor desplome de bolsa ocurrido en un solo día y el índice Dow Jones perdió unos 1.000 puntos (un 9%) en 5 minutos. Jamás había ocurrido nada igual, los humanos habían perdido el control del mercado. El precio de las acciones pasó de su valor inicial a prácticamente cero en muy poco tiempo, provocando que se esfumasen miles de millones de dólares. Lo que ocurrió fue que un robot de un fondo de pensiones llamado Waddell & Reed decidió vender sus contratos, pero lo hizo a velocidad de robot… Vendió 75.000 contratos por un valor de 4.100 millones de dólares en unos segundos. Eso alertó a otros agentes robotizados, que también decidieron vender en masa. Al ser robots, no se puede hablar de pánico, como en el caso de los humanos. Sin embargo, el colapso ocurrió de forma muy parecida a un colapso bursátil humano, solo que a una velocidad mayor, mucho mayor.

Un agente humano habría vendido sus títulos paulatinamente, considerando el impacto y posiblemente la reacción del mercado no habría sido igual. Lo insólito es que estamos en un mercado controlado por máquinas, en el que los humanos casi no pueden intervenir, sólo limitarse a mirar lo que está ocurriendo.

La solución a ese crash rapidísimo (ya apodado flash crash en inglés), tuvo que venir por parte de las auto ridades de la bolsa de Chicago, que decidieron detener las cotizaciones durante 5 segundos, una medida sin precedentes. Esta parada hizo que las máquinas perdieran la tendencia, y en pocos minutos todo volvió a la normalidad, recuperándose los valores iniciales de las acciones. Sin embargo, en esa bajada y subida, se esfumaron miles de millones de dólares, muchos inversores perdieron hasta la camisa. De hecho, 127.000 trabajadores de la multinacional Procter & Gamble podrían haber perdido sus puestos de trabajo, suceso que habría sido bastante difícil de explicar debido a la forma de funcionar de unas máquinas sin ninguna otra razón económica o empresarial. Cualquier trabajador de P&G habría protestado: «¿Me está usted diciendo que yo he perdido mi trabajo porque una máquina de otra empresa ha vendido sus contratos demasiado rápido?». Y así habría sido. Realmente un buen ejemplo de los peligros que la sociedad del riesgo esconde.

Después del flash crash se produjo una investigación por parte de la SEC, sin que llegasen a la conclusión ineludible de que las máquinas habían jugado un papel decisivo en el crash. Lo importante era acotar y mostrar que el HFT no introduce inestabilidad a la bolsa y que aquel suceso era prácticamente irrepetible. Sin embargo, luego vinieron otros. El 23 de abril de 2014, un tuit de una agencia de noticias aludiendo a un falso atentado en la Casa Blanca volvió a derrumbar el mercado. El tuit decía: «Alerta: dos explosiones en la Casa Blanca y Barack Obama herido». Las máquinas constantemente conectadas a difusores de noticias detectaron el tuit y anticiparon las consecuencias, vendiendo en masa y perdiendo 140 puntos del Dow Jones, unos 136.5000 millones de dólares. Curiosamente, las causantes no fueron directamente las máquinas, sino un pirata informático que había «hackeado» la cuenta de la agencia de noticias Associated Press. El tuit era falso, pero los algoritmos de HFT no supieron distinguir la realidad de la ficción. Apenas cuatro minutos después, la propia agencia avisó: «Advertencia: el Twitter de @AP ha sido pirateado. El tuit de un ataque a la Casa Blanca es falso». Pero 4 minutos son una eternidad en el mundo de las máquinas y el mal ya estaba hecho. Y las caídas que parecían irrepetibles volvieron a ocurrir el 18 de marzo y el 24 de agosto de 2015. Los reguladores financieros encontraron una manera de atajar esos flash crash de mercado que consiste en desconectar las cotizaciones durante un corto periodo de tiempo, para dejar que las máquinas pierdan la tendencia. A estas desconexiones las llaman cortocircuitos, y son medidas extremas para garantizar la estabilidad del mercado. Sin embargo, el 24 de agosto la cotización del Dow Jones tuvo que ser detenida 1.200 veces ese día. Un claro indicio de que, en cierto modo, están perdiendo el control de los mercados.

MÁQUINAS TRAMPOSAS

La irrupción de las máquinas no sólo está cambiando la morfología de los mercados, también el tipo de operaciones y estrategias que pueden emprenderse gracias a la alta velocidad. Por otra parte, el hecho de que los dueños del HFT sean los pesos pesados del mundo financiero, hace que las autoridades y reguladores les cuiden especialmente y sean tolerantes con una serie de prácticas fraudulentas que aparecieron casi al mismo tiempo que las máquinas de trading de alta frecuencia. Mientras el sistema de alta frecuencia se fue instaurando, cada vez fueron más los insiders del mundo financiero que se sintieron estafados por la operativa de las máquinas. Como afirma David Lah, ex-programador quant y uno de los pocos expertos que se ha atrevido a hablar: «Si estás en Wall Street, asumes que te están estafando, salvo que seas tú el que hace la estafa». Otro experto que se atrevió a contar lo que sucede es Michael Lewis, un exbroker que publicó un libro llamado Flash boys: A Wall St revolt y cuyo contenido resumía con esta frase lapidaria: «Los mercados bursátiles están amañados» Los mercados permiten que un agente emita una orden y que posteriormente se cancele incluso antes de que se ejecute. Esto que fue pensado para ser una medida de seguridad en caso de que una orden puntual resulte errónea, por ejemplo que la cantidad de venta no sea la requerida porque se puso un cero de más, tiene un uso fraudulento para manipular el mercado.

Las máquinas HFT son capaces de generar miles de órdenes y cancelarlas antes de que se ejecuten. Esto permite engañar al resto de operadores del mercado, que parezca que se van a producir ventas y en realidad sean compras o al revés. Gracias a esta estrategia pueden subir o bajar deliberadamente el precio de las acciones, de manera que generen beneficios. Permite hacer subir un precio y vender más caro o bajarlo y comprar barato. En resumen, su alto nivel de volumen y su velocidad les permite hacer trampas que sin las máquinas no se pueden hacer. Muchas de las prácticas fraudulentas de manipulación del mercado no se conocen, permanecen todavía en el ámbito privado de los especuladores. Lo que se sabe es gracias a la labor de periodistas como Scott Patterson, autor del libro Bolsas opacas: el ascenso de las máquinas y el fraude en la bolsa, que se han empleado a fondo para denunciar este mundo oculto. De hecho, el sistema, que debería ser imparcial, está amañado, está diseñado para que unos pocos obtengan ventaja. Las máquinas, es decir, los grandes especuladores, se benefician de la asimetría de la información. Un empleado de Thomson Reuters que ha preferido seguir en el anonimato, denuncia cómo la agencia de noticias libera las noticias dos segundos antes a las máquinas de HFT que a los suscriptores de la agencia y 5 minutos más tarde al resto del público. Esos dos segundos son suficientes para que las máquinas controlen el mercado acaparando todos los beneficios. El trading de alta frecuencia tiene sus defensores, porque genera mucho dinero y está apoyado por las élites financieras del mundo, pero lo cierto es que la negociación de alta frecuencia provoca volatilidad en los mercados y eleva el riesgo sistémico de colapso. El mundo financiero está volviendo a ser irresponsable. De hecho, el mundo financiero se comporta como un niño irresponsable que sabe que no pagará los platos rotos. La realidad de los rescates a la banca nos da la razón. Sin embargo, como afirma el trader y especialista en bolsa Haim Bodek: «Este es un juego amañado de ganadores y perdedores. Las máquinas manipulan los mercados y la economía. Las máquinas no pierden nunca». No es difícil entender quiénes son los perdedores.

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