Ocultismo
01/10/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

La escalera celestial

Las supersticiones y las diversas creencias relacionadas con escaleras que perviven en nuestra cultura son un indicio de la aureola mágica que las envuelve. Todavía hoy se considera un signo de mala suerte pasar por debajo de una de ellas. Del mismo modo, detenerse en un escalón que sea impar o coger algo metiendo la mano entre sus peldaños podría causarnos toda clase de infortunios.

01/10/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
La escalera celestial
La escalera celestial
Para paliarlos, las tradiciones populares nos ofrecen un curioso recetario, como escupir en un zapato y seguir andando si hemos pasado por debajo y no volver la vista atrás hasta que se seque la saliva. También se puede hacer el signo de la figa con la mano o cruzar los dedos hasta que un perro se cruce en nuestro camino.

Estas creencias perviven en nuestra cultura porque, sin duda, a lo largo de los siglos se han ido arraigando conceptos asociados a un símbolo de gran fuerza. El temor a pasar debajo de una escalera, por ejemplo, está asociado a la crucifixión, porque Jesús fue bajado de la cruz mediante una de ellas. En general sería un signo de mal augurio por su relación con los condenados a muerte, ya sean crucificados o ahorcados.

Al igual que la montaña, el pozo, la columna, el humo del copal, el lingam hindú (órgano sexual masculino, que significa «báculo de luz que canaliza la energía y el placer»), la cuerda vertical, el obelisco y tantos otros símbolos, la escalera expresa una conexión entre dos dimensiones tan diferentes como son el cielo y la tierra. Se trata, en suma, de la expresión del axis mundi, el eje del mundo, donde estos dos planos se unen al del inframundo. El plano físico, en el que nos desarrollamos, se encuentra a medio camino entre el mundo de la oscuridad (el averno y los seres tenebrosos) y el de la luz (el celestial, poblado por seres divinos y resplandecientes). La escalera, por la que se asciende y desciende, se convirtió en una inmejorable representación de los distintos procesos evolutivos del ser humano y del medio para conectar con entidades de los diferentes niveles de la creación. Según algunos autores, más que una representación simbólica, se trataría de un esquema arquetípico que se encuentran profundamente arraigado en el inconsciente colectivo de la humanidad.

La unión de cielo y tierra

Uno de los ejemplos más representativos de esta vía de acceso al cielo es el de la escalera de Jacob, que podemos encontrar en Génesis 28, 12. Haciendo una almohada con piedras de la tierra de Betel, Jacob se durmió y tuvo un sueño, en el que aparecía una escalera apoyada en el suelo, pero que llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles. Yahvé se le apareció en lo más alto, diciéndole que le daría el territorio al que había llegado y una descendencia tan grande como el polvo de la tierra, que se extendería de Occidente a Oriente. Cuando Jacob despertó, estremecido por lo que había visto, afirmó que ese lugar era «casa de Dios y puerta del cielo».

La reflexión de Jacob es curiosa, pues muchos iniciados aseguran que ciertos lugares de poder en los que existe una arquitectura regida por la geometría sagrada, zonas atravesadas por una fuerte energía telúrica, son realmente puertas al cielo, aberturas dimensionales por las que ciertas personas, convenientemente preparadas, pueden entrar en contacto con seres de otros planos. Ahí reside el origen de infinidad de revelaciones, canalizaciones y de experiencias místicas vividas por todo tipo de personas de las más variadas creencias y religiones del planeta.

Incluso las canalizaciones actuales abundan en esta idea. En un supuesto mensaje del arcángel Miguel recibido a través de la médium Carolyn Ann O'Riley, éste asegura que: «A mi izquierda está una escalera de cuerda. Sus ángeles les dicen que escalen y que los seguirán junto con todos sus invitados especiales».

Geometría sagrada, numerología arcana y el acceso a archivos etéricos se asocian a estas «escaleras» que conducen al inframundo, al reino de los cielos o, sencillamente, sintetizan un conocimiento venido de lugares remotos, sea del interior de la Tierra o de las estrellas.

La escalera, símbolo universal

Podemos seguir este rastro por todo el planeta. El arco iris, por ejemplo, sería un símbolo de esta escalera de siete escalones, cada uno de ellos representados por un color. El chamán de la tribu amazónica taulipang elabora con lianas una escala por la que sube al espíritu del difunto. En la tumba de Ramsés VI, en Egipto, podemos ver a Osiris en lo alto de una escalera por la que ascienden nueve dioses. Él está sentado en un trono, con el signo de la vida y un báculo. Antes de cortar un árbol, los tomari de las islas Célebes construyen una pequeña escalera para que su espíritu lo abandone tranquilamente. Los nativos pemón, en Venezuela, creen que la Luna vivía en la Tierra y ascendió al cielo a través de una liana en forma de escalera. El apellido de San Juan Clímaco, monje del Monte Sinaí, tiene su origen en un famoso libro medieval titulado Escalera para subir al cielo, en el que se recogen consejos para conseguir la santidad. Peldaño a peldaño se desarrollan los treinta capítulos y grados que muestran la forma de alcanzar la perfección. En algunas islas del extremo occidental de Nueva Guinea y septentrional de Australia, se cree que el dios Sol baja una vez al año a fertilizar la tierra a través de una escalera de siete peldaños que le preparan junto a una higuera sagrada. En el ritual masónico, el iniciado debe subir de rodillas siete escalones hasta alcanzar el llamado «trono», donde se encuentran los tres grandes maestros. Cada peldaño está vinculado a una rama de la ciencia o del arte. Éstos unen dos zonas llamadas Debir y e Hikal, que representan el cielo (la vertical), y la tierra (la horizontal) respectivamente. Se trata, como vemos, del ascenso a través del Eje del Mundo por medio de una escalera que suele tener siete peldaños.

Pirámides y montañas sagradas

La pirámide es un ejemplo de los distintos niveles de ascenso espiritual, como evolución de la arquetípica montaña. Se trata de una obra maestra de la arquitectura para distintas civilizaciones del planeta. La montaña representa el surgimiento de la tierra en el caos de las aguas primordiales, símbolo de salvación tras el diluvio Universal y lugar de encuentro entre los seres celestiales y los hombres. Por medio de los distintos escalones, que simbolizan el acceso al templo, se ejemplifica también el ascenso a la cima de las montañas sagradas, donde siempre han habitado los dioses, por ser el lugar más cercano a su morada divina.

Es más que conocida la infinidad de fenómenos extraños vinculados a las pirámides, que poseerían una energía misteriosa capaz de provocar estados alterados de conciencia y toda clase de experiencias sobrenaturales. La conocida como Torre de Babel, que tendría su origen en una pirámide escalonada –el zigurat babilónico–, se encuentra en primera línea del misterio. Aunque los arqueólogos no tienen pruebas evidentes de su existencia, la ubican en diferentes yacimientos arqueológicos del actual Irak. Existe acerca de ella una referencia bíblica en Génesis 11, 1-9. Se lee en la Biblia que en aquella época remota en que los hombres hablaban una misma lengua se entregaron a un ambicioso proyecto: la construcción de una torre escalonada que llegara hasta el mismísimo cielo. Utilizaron para ello ladrillos de adobe unidos con betún. Pero Yahvé, molesto por la soberbia humana, firmemente convencido de que su unión haría posible semejante proyecto, confundió su lengua, multiplicándola, y dispersó a ese pueblo unido para que se extendiera por toda la Tierra. Ese lugar fue llamado Babel, que significa «confusión», aunque también se traduce como «puerta de Dios». Esta soberbia torre, construida aproximadamente en el tercer milenio antes de Cristo, poseía, según las diferentes excavaciones arqueológicas, una base de 92 metros de lado y de 60 a 90 metros de altura.

La magia del siete

Aunque hay torres y pirámides sagradas de toda clase y condición, existe una asociación muy generalizada entre sus escalones y el número siete, como forma de expresar un ciclo, un patrón universal, una medida cósmica de la creación del mundo.

El septenario es propio de la numerología sagrada de cuantiosos grupos étnicos y civilizaciones siendo, además, una clave iniciática y mágica. Siete es el resultado de la suma de dos números; el tres y el cuatro, representación de los mundos espiritual y terrenal respectivamente. Así que refleja nuevamente la unión del cielo y la tierra, algo propio del atributo de los escalones. El siete da forma esencialmente a lo que está completo, al proceso no cerrado en sí mismo, pues supone una conexión con un nuevo ciclo. Todo ello queda perfectamente reflejado en la música, en la secuencia de siete notas que a través de un movimiento en espiral da lugar a la octava, una y otra vez. El sonido, como la vida, tiene que experimentar el cambio constante para no acabar en un círculo cerrado. De ahí la espiral, otro símbolo universal vinculado a la evolución, al proceso de la vida y, en particular, a la genética, ya que la estructura del ADN es en sí misma una escalera de doble hélice en espiral. A la hora de construir escaleras con esta forma, el ser humano se inspiró, sin duda, en las más diversas formas que nos muestra la naturaleza, todo un ejercicio de geometría sagrada, reflejo de las leyes cósmicas en la Tierra.

Las siete vueltas alrededor de la piedra negra de la Kaaba, como indica el precepto islámico, los siete espíritus de Dios, los siete chakras del ser humano, los siete cielos del budismo, son apenas una mínima demostración de la forma en que el saber antiguo se fue estructurando en septenarios.

Una escalera de siete peldaños, pintados según su nivel de frecuencia con los siete colores, (base, por cierto, de la cromoterapia), es el símbolo del ser humano enfrentado a su evolución, a la manifestación de sus siete centros energéticos (chakras) que hacen posible la unión entre el cuerpo físico y el cuerpo de luz, otra muestra del vínculo universal de lo humano y lo divino. Esta unión fue expresada con la afirmación «así es arriba como es abajo», de la Tabla Esmeraldina, el trabajo iniciático desarrollado por Hermes Trismegisto, el tres veces grande.

En Babilonia estos escalones estaban pintados de distintos colores, representando a los «siete planetas» de la antigüedad. En esencia, subir los siete escalones de la pirámide, los siete niveles de un proceso determinado, es luchar con la bestia de las siete cabezas del Apocalipsis, pues todo ascenso es un reto, un desafío, un obstáculo que hay que vencer con esfuerzo y sacrificio, para alcanzar la cima y así descansar, como en el séptimo día de la Creación. Todo ello sucede, como en los cuentos populares después de haber superado siete pruebas, sea vadeando siete ríos, cruzando siete montañas o resolviendo siete complejos enigmas. Y así mil formas de expresar lo mismo: que somos seres en proceso de transformación, en la búsqueda de la perfección, del retorno al hogar del que procedemos, nuestro origen divino. Este arquetipo de la morada de los dioses a nuestro alcance, aunque siempre tras un notable esfuerzo como parte de un proceso de iniciación, ha hecho posible que el símbolo haya llegado hasta nuestros días.

El movimiento de la serpiente

En cierta ocasión, en pleno corazón de La Paz, Bolivia, le pregunté a un sabio amauta de la tradición aymara qué significaba para él la serpiente. Entre incontables interpretaciones de este símbolo me dijo que representa los ascensos y descensos que en la vida puede experimentar un ser humano. Cuando todo es favorable se tiene que vivir la vida con humildad, con la preparación adecuada para conservar el equilibrio cuando cambie el ciclo y las cosas empeoren. Por el contrario, el infortunio, la caída, se debe aceptar con resignación, pero con voluntad, esperando el momento en el que las cosas cambien y todo vuelva a ser favorable. Es significativo que la serpiente aparezca en muchísimas representaciones simulando un conjunto de escalones. Al mismo tiempo, el ofidio y la espiral están muy vinculados como manifestación de energía ascendente y descendente. El ejemplo más representativo es el de la Kundalini, la energía universal, especialmente manifestada en nuestro cuerpo, que asciende y desciende sin cesar en torbellinos de luz a través de los siete chakras, lo que se representa con la imagen de una serpiente. El gran símbolo de la tradición inca, la cruz andina o chacana, adquiere forma por medio de cuatro lados escalonados, en ascenso y descenso interminable. Cada escalón está formado por una línea horizontal y otra vertical. La horizontal representa el espacio, y la vertical el tiempo. Así pues, la fusión de espacio y tiempo, en un punto, que para algunos es el vacío (y paradójicamente es al mismo tiempo la Totalidad), es el propósito de la búsqueda eterna de los místicos de todos los tiempos.

Allá donde busquemos encontraremos una escalera, sea física o simbólica, pues mientras exista la búsqueda del misterio insondable habrá un escalón que subir para que nos lleve al cielo.
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Comentarios (3)

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