Parapsicología
10/06/2014 (21:09 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Los fantasmas del cabaret

En el viejo cabaret de Funza, en Colombia, hay pocas cosas al azar y muchas historias inconfesables que se desvelan sin que nadie pregunte. allí, en el lugar más extraño, el miedo se filtra a través de las desconchadas paredes. El mismo miedo que soporta la familia de Germain Carranza a cambio de refugio. Porque este antiguo cabaret, en realidad un lupanar al que los hombres acudían en busca de una copa, un cigarro y una prostituta, está marcado por la presencia de entidades imposibles, que ponen a prueba la cordura de inquilinos y visitantes ocasionales.

10/06/2014 (21:09 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Los fantasmas del cabaret
Los fantasmas del cabaret

Existe un viejo cabaret olvidado en Funza (Colombia), a escasos 14 kilómetros de Bogotá. El local estuvo funcionando durante 20 años, aproximadamente, y aunque permanece cerrado desde el año 2010, parece que hay ciertos moradores que se resignan a abandonarlo, como habitantes que nunca duermen, jamás descansan y siempre viven allí, enrareciendo el ambiente y estremeciendo a la familia que decidió alquilar el inmueble para convertirlo en su hogar. Desde el primer momento que pisaron la casa, supieron que allí había algo más que polvo, moho y muebles viejos. Un antes y un después ha marcado la vida cotidiana de esta familia oriunda del Quindío. Nadie les había preparado para lo que iban a vivir allí. Así nos los contó el investigador de lo paranormal colombiano John Barrera, con quien nos adentramos en esta terrorífica historia.

El edificio, de tres plantas, acogía en el primer nivel el burlesque, dotado con una zona de baños y un gran salón con barra, mesas, escenarios de bailes y shows, cuartos privados para la clientela más exigente y distinguida, «y una zona de habitaciones para quienes buscaban algo más que departir con los amigos», nos contaba John. La segunda planta acogía las habitaciones particulares de las mujeres que trabajaban en aquel lugar en el pasado, ofreciendo sus servicios sexuales. En la actualidad, es precisamente en esa planta donde viven los miembros de esta familia. El tercer nivel corresponde a una gran terraza con un pequeño trastero.

 

MORADORES QUE NUNCA DUERMEN

Nos adentramos en el argumento de esta historia de la mano de nuestro amigo John Barrera. Empezamos por Germain Carranza, uno de los miembros del clan familiar. Al parecer, cierta noche, Germain escuchó ruidos extraños provenientes de la planta inferior; y no sólo una vez, sino en varias ocasiones. Finalmente, no pudiendo contener su curiosidad y algo nervioso, decidió bajar para averiguar qué ocurría. Al llegar, encontró la puerta cerrada. Dudó unos instantes, pero decidió abrirla casi a oscuras, alumbrándose con la tenue luz de su teléfono móvil.

El propio Carranza lo relataba así: «Ingreso e intento ver hacia el interior del lugar. Pero debido a la escasa luz que emite mi teléfono celular, mi visibilidad es escasa, así que decido adentrarme más en el sitio para así poder descubrir la procedencia del ruido, aunque ya no escucho nada. Por el contrario, ahora, un extraño silencio lo envuelve todo y me siento muy intranquilo. Voy hasta la sala de baile, no observo nada; luego hacia uno de los baños y tampoco; después me dirijo hacia el privado y no sucede nada anormal, de modo que me dirijo hacia las habitaciones donde las mujeres atendían a los hombres. Al abrir una de las puertas, me percato que ésta hace un sonido muy parecido al que escuché cuando estaba en mi habitación. Para mi sorpresa, la puerta estaba totalmente cerrada y no había ninguna corriente de aire. En ese momento, por mi cabeza pasaron muchas preguntas. ¿Qué movió la puerta? ¿¡¡Quién movió la puerta!!? Fue entonces cuando sentí que algo me tomó de mi pierna izquierda, y un frío penetrante recorrió mi cuerpo. Los vellos se me pusieron de punta. Con un rápido movimiento, me aparto de donde estoy y apunto con el celular al lugar en el que me hallaba segundos antes, para descubrir quién me había cogido la pierna. Pero allí no había nadie»… (Continúa en AÑO/CERO 288)

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