Lugares mágicos
23/08/2011 (08:37 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
CARACENA: LA VILLA TEMPLARIA
AÑO/CEROEn el punto más elevado de Caracena se alza la iglesia más enigmática del románico soriano: San Pedro. En los canecillos exteriores del ábside vemos representaciones extrañas, entre ellas el imperturbable rostro del Baphomet; los capiteles del pórtico no son menos alucinantes, como la hidra de los arcanos medievales En el pasado reciente, los arqueólogos hallaron en el portal lateral del citado pórtico tumbas de caballeros templarios, enterrados desnudos y boca abajo. Éstas y otras circunstancias convierten a Caracena en uno de los enclaves más inquietantes de la geografía española.
Caracena es uno de los pueblos olvidados de la geografía española. Situado en el extremo suroriental de la provincia de Soria, a 81 km de distancia de la capital y a 30 de El Burgo de Osma
Después de pasar por Villanueva de Gormaz, Fresno de Caracena y Carrascosa de Abajo, y sortear las múltiples curvas de la carretera local (SO-P-4123), llegamos a la ermita de la Virgen del Monte, centro de una multitudinaria romería que, cada año, desde el siglo XVI, se viene celebrando el tercer domingo de junio.
Justo enfrente, Caracena, acurrucado entre abismales peñas, a 1.086 metros, donde muere la estrecha vía asfáltica. Sobre nuestras cabezas, el vuelo majestuoso de buitres leonados, cuyos sonidos retumban entre los profundos barrancos, abiertos por el río Ardante (hoy Caracena), en cuyas frescas aguas templaban sus espadas de antena los celtas arévacos. Un halo de magia y misterio nos envuelve.
Caracena –que viene de «car», sufijo ligur que significa «fortaleza de piedra»– es un pueblo medieval que ha quedado detenido en el tiempo. Sus orígenes están relacionados con la Ruta de la Lana, concretamente de la novena etapa, la cual, desde el sureste de Cuenca y recogiendo peregrinos jacobeos de tierras levantinas, afanosamente buscaba encontrarse con el Camino Francés, en Burgos, para llegar finalmente a Compostela.
Esta etapa, que partía de Tarancueña y terminaba en San Esteban de Gormaz, pasaba por Caracena a través del puente romano de Cantos (Continúa en AÑO/CERO 253).
Justo enfrente, Caracena, acurrucado entre abismales peñas, a 1.086 metros, donde muere la estrecha vía asfáltica. Sobre nuestras cabezas, el vuelo majestuoso de buitres leonados, cuyos sonidos retumban entre los profundos barrancos, abiertos por el río Ardante (hoy Caracena), en cuyas frescas aguas templaban sus espadas de antena los celtas arévacos. Un halo de magia y misterio nos envuelve.
Caracena –que viene de «car», sufijo ligur que significa «fortaleza de piedra»– es un pueblo medieval que ha quedado detenido en el tiempo. Sus orígenes están relacionados con la Ruta de la Lana, concretamente de la novena etapa, la cual, desde el sureste de Cuenca y recogiendo peregrinos jacobeos de tierras levantinas, afanosamente buscaba encontrarse con el Camino Francés, en Burgos, para llegar finalmente a Compostela.
Esta etapa, que partía de Tarancueña y terminaba en San Esteban de Gormaz, pasaba por Caracena a través del puente romano de Cantos (Continúa en AÑO/CERO 253).
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