Lugares mágicos
26/05/2008 (15:34 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Teotihuacan, el día del equinoccio

México, D. F., viernes de equinoccio de primavera, cinco de la mañana. Son los olores del metro indios verdes, una mezcla de fritangas, humo de los escapes del transporte público y basura, los que despiertan totalmente a los madrugadores. Para llegar a las Pirámides de Teotihuacan hay que tomar los camiones del final del "pasillo J", pero este día hay que hacer una larga fila…

26/05/2008 (15:34 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Teotihuacan, el día del equinoccio
Teotihuacan, el día del equinoccio
La mayoría van vestidos de blanco, algunos con una cinta roja en la frente y en la cintura para "proteger sus chacras", otros porque "el color representa la voluntad de su espíritu". Desde que el Dalai Lama vino al sitio en 1992 a "activar" con sus rezos, bailes y meditaciones el despertar de este "polo energético" de la Tierra, la zona arqueológica número uno de México se torna, como hace dos mil años, en una bulliciosa ciudad de peregrinos fervorosos, comerciantes, músicos, danzantes, "chamanes", antropólogos y sanadores.

En la entrada principal hay grupos organizando la visita; apuran a la gente. Falta poco para que los primeros rayos del Sol jueguen con las sombras del Templo de Quetzalcóatl, una de las construcciones emblemáticas del lugar, y sorprendan a todos iluminando sus enormes cabezas de serpiente emplumadas. Es el inicio del ciclo agrícola anual, la marca que indica que Quetzalcóatl debe bajar al inframundo para renacer y dar alimento a los hombres hechos de masa de maíz. Por un instante, los boquiabiertos visitantes admiran la precisión de la ciencia calendárica y el arte teotihuacano mientras el sonido de caracoles, los tambores y guitarras de las danzas "concheras", y las nubes de incienso y copal flotan en el ambiente.

Artesanos de la región se acercan con mostradores portátiles llenos de collares, figuras de barro, cuchillos de obsidiana, ocarinas, pulseras, máscaras de conchas pulidas, caracoles, arcos, flechas y todo tipo de piedras preciosas. "Llévele a su suegra un cuchillo de obsidiana, señorita", dice macabro uno mientras enseña afilados punzones de piedra negra como los usados para los sacrificios rituales de corazones que comúnmente se practicaban a fin de garantizar la vitalidad de los dioses de la fertilidad en un pasado lejano.

En Teotihuacan siempre fueron bienvenidos los comerciantes de todas las regiones, aunque hoy las autoridades tratan de mantenerlos a raya. Antes eran respetados y probablemente compartieron el poder económico del Estado teotihuacano pues gracias a ellos la ciudad controló el comercio de ciertas materias primas como la obsidiana, fundamental para fabricar armas y guerrear. Un nuevo tipo de comerciante aprovecha la ocasión: el que vende masajes con rimbombantes técnicas "de origen prehispánico", hace limpias con copal u organiza temazcales purificadores en "tradicionales spas" de las cercanías. Gajes de la new age que crean divertidas escenas de "sanaciones" al aire libre, recomposición de huesos para los abuelos y masajes de pies para los caminantes agotados.

El reto principal de la visita consiste en ascender por la Pirámide del Sol, un edificio de 62 metros de alto y 200 de lado, con escaleras angostas y empinadas, que fue construido alrededor del año 100 d. de C. sobre una cueva sagrada cuya entrada fue tallada en forma de pétalos orientados a los cuatro puntos cardinales y coincide con el acceso a la pirámide. Arriba hay que apurar a los visitantes new age que extienden los brazos y le piden a los "cuatro puntos del Universo" rayos de buena "vibra". Abajo, las ruedas de danzantes concheros atraen a los curiosos con sus penachos coloridos y sus cascabeles de caracoles.

En las familias comienza la competencia: "¡A ver quién llega primero!", dicen los intrépidos. "¡A ver quien baja sin detenerse!", retan los más osados. Salvo algunas insolaciones, desmayos y cambios de presión arterial en los escaladores, los únicos sacrificados son los abuelos que aguantan bajo los rayos del Sol a que los nietos les saluden desde arriba. Los que se desesperan deciden subir a la Pirámide de la Luna, aunque "sólo" tiene 42 metros de altura y 160 de lado, pues ahí no hay tanta fila, pero como desde 2001 se explora su interior su cima está clausurada.

Arriba hay poco tiempo para observar el paisaje. Desde aquí la Ciudad de los Dioses que nombraron los mexicas cuando la encontraron abandonada en el siglo XIV muestra las cicatrices de la última temporada de excavaciones arqueológicas –2001-2006–; hoyos, escombros y senderos bloquea-dos. Las piernas tiemblan al bajar las empinadas escaleras. Mitad mito, mitad realidad, la historia dice que sobre estas plataformas de piedra se reunieron los dioses para crear el mundo. Hubo que dar sangre a cambio pero los hijos del Quinto Sol construyeron un reino de legendaria fama cultural y guerrera, gobernado por el linaje de la Serpiente Emplumada cuya influencia perduró mil años. Una mezcla de orgullo y temor invade el ánimo de sus herederos que sudan tras el descenso; ante sus ruinas se sienten pequeños y abandonados, pero el viento sopla una refrescante ráfaga, en cierta forma apura el despertar de un pueblo que vive a la deriva. (continúa la información en revista ENIGMAS nº 150)

Georgina Hidalgo Vivas
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