Civilizaciones perdidas
01/07/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Se acerca una catástrofe nuclear

La tensión internacional atraviesa un grado máximo. El posible desarrollo de armas atómicas en Irán sitúa al mundo a las puertas de un conflicto de imprevisibles consecuencias, en donde política y religión se mezclan hasta crear un ambiente apocalíptico…

01/07/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Se acerca una catástrofe nuclear
Se acerca una catástrofe nuclear
Israel debe desaparecer del mapa". De esta guisa se manifestó el presidente de Irán el pasado 26 de octubre en un mitin en Teherán. En pocas horas, los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco del exabrupto de Mahmud Ahmadinejad. Por si fuera poco, en otra fervorosa manifestación negó la existencia del Holocausto nazi contra los judios. Por si quedaba alguna duda –y así se transmitió a la opinión pública– el presidente acababa de confirmar con sus palabras que él mismo es un peligro para el futuro de la humanidad. No es para menos, porque a sus amenazas había que sumar el programa nuclear iraní para enriquecer uranio, un proyecto que según los países más poderosos –Estados Unidos a la cabeza– podría concluir con la fabricación de armas atómicas. Ni siquiera los gobiernos de la Unión Europea –antaño opuestos a la guerra contra Irak por parte de Estados Unidos– se han atrevido a disentir de la firmeza de Washington. "¡Hay que detener las peligrosas ambiciones a Ahmadinejad!" Ese es el lema que ahora aúna al mundo entero, porque Irán podría tener armas atómicas en breve y "borrar del mapa" a Israel. Si esto ocurre, el Apocalipsis bíblico se cumplirá verso a verso.

Que se repita la historia de Irak parece improbable. En aquella ocasión, un cúmulo de errores y mentiras hicieron creer a los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido que el régimen de Saddam podría utilizar armas de destrucción masiva, pero aquellas armas no existían. Ahora, las cosas parecen mucho más claras… ¿De verdad? El hecho es que el discurso del presidente iraní amenazando con destruir Israel fue entendido por todos los medios de comunicación. Y eso que Ahmadinejad habló en idioma parsi, pero es de suponer que los redactores del despacho informativo de la agencia Reuters que advertía de las amenazas de Irán se basaba en una traducción correcta… Por desgracia, eso es mucho suponer. La organización francesa Red Voltaire encargó a un nativo la traducción de la alocución de Ahmadinejad. En ella, efectivamente, es cierto que el presidente iraní acusa a Israel de ocupar Palestina por la fuerza gracias a la colaboración internacional. Además, señala que ese conflicto vivirá momentos importantes en el futuro y que es necesario conseguir que acabe la ocupación de Palestina: "Si logramos vencer este breve período, la vía que conduce a la eliminación del régimen de ocupación será fácil y se tratará de una pendiente descendente." Es decir, el iraní hablaba de borrar del mapa el régimen de ocupación, pero no al estado de Israel. Del mismo modo, la alusión de Ahmadinejad al Holocausto fue igualmente tervigersada, ya que en ningún momento negó que los nazis hubieran matado a millones de judíos, sino que su exposición –ciertamente ambigua– se limitaba a calificar el suceso como una excusa que ha permitido a Israel poderse librar de condenas internacionales después de ocupar Palestina y violar decenas de resoluciones internacionales.

Irán: la casilla marcada

Tras los atentados del 11-S, todas las acusaciones recayeron sobre Afganistán, país que en pocos días quedó sumergido en un mar de bombas. Sin embargo, aquello sólo era un primer capítulo. Primero Irak y después Irán aparecieron como "culpables". Más exactamente desde el 25 de septiembre de 2001 –dos semanas después de los atentados– cuando la élite del Gobierno se reunió sin el presidente en la Casa Blanca. Lo narra el periodista Bob Woodward en su libro Bush en Guerra: "¿Qué estrategia seguimos respecto a países que apoyan el terrorismo, como Irán, Irak, Siria y Sudán? Necesitamos un grupo reducido, de titulares y suplentes, que estudie la siguiente fase de la guerra terrorista", dijo Condoleezza Rice, entonces consejera de Seguridad Nacional. Poco después, el Presidente pronunció su discurso sobre el Estado de la Unión y utilizó por primera vez la expresión "Eje del Mal" para referirse a Irak, Irán y Corea del Norte. Aquello venía a ser una hoja de ruta de cuáles iban a ser los futuros objetivos.

Apenas unas semanas antes de la aparición mediática del "Eje del Mal", el director de la CIA recibió el encargo de encontrar un país al que culpabilizar del 11-S. Y ese país parecía ser Irán. Pese a ello, el periodista que reveló esa información –el citado Woodward– trabajaba para un diario como The Washingtong Post, que al mismo tiempo se hacía eco de las informaciones que culpabilizan a Irak de haber conspirado en el mayor atentado de la historia. Sin embargo, la cooperación entre los dos países resultaba imposible a todas luces. "No debería usted descartar nada", le dijo Bush a George Tenet, el director de la CIA. No deja de ser curioso que, cuando en el verano de 2004 se dio a conocer el informe de la Comisión Oficial sobre el 11-S, las acusaciones sobre la participación de Irak en aquellos crímenes quedaron reducidas a la nada mientras que, por primera vez, se implicaba a Irán en el apoyo logístico a los terroristas. No parece difícil profetizar que este tipo de informaciones resucitarán en los medios de comunicación en los próximos meses.

De cara a la opinión pública, los ideólogos de Estados Unidos empezaron a predicar en el año 2003 que existía riesgo de golpe de Estado disimulado en Irán, cuya población se mostraba a favor del diálogo con Occidente. Señalaban que determinadas decisiones inspiradas por el sector teocrático del país relegaban al presidente Jatamí a "títere" de los ayatolás: "Los clérigos han controlado el reciente proceso electoral, eliminado la independencia del poder político. Ha sido un Golpe de Estado y lo más grave es que el siguiente objetivo de los clérigos son las elecciones presidenciales de 2005. Si el presidente Jatamí es reemplazado, los despóticos clérigos monopolizarán el país", escribía el 14 de febrero de 2004 Gary Schmitt, el especialista en asuntos de Irán del "Proyecto para un Nuevo Siglo Americano" –PNAC–, uno de los think-tank más influyentes.

La agenda oculta

El 20 de julio de 2004, el "Consejo de Relaciones Exteriores" –CFR– dio a conocer a los líderes de opinión un memorando del neocom William Kristol. En el escrito divulgado por este no menos relevante think-tank se señalaban cuáles iban a ser las acusaciones futuras contra este país: Irán desarrollaría armas atómicas, estaría colaborando con los radicales chiítas de Irak encabezados por el clérigo Moqtada al-Sadr para atacar a tropas norteamericanas, estaría implicado en los atentados del 11-S, mantendría relaciones con Bin Laden y habría suministrado armas de destrucción masiva al grupo terrorista Hezbolá. Sobra decir que tales acusaciones son incompatibles con la realidad, pues entre otras cosas Moqtada al-Sadr está enfrentado a las huestes de Bin Laden.

Un año después, la profecía del PNAC se cumplió al vencer en las elecciones presidenciales, contra todo pronóstico, el ultraconservador Mahmud Ahmadinejad. Acto seguido, el plan de ruta propuesto por el CFR pasó a convertirse en "versión oficial".

La "Agencia Internacional de Energía Atómica" –OIEA– aseguró en noviembre de 2005 que Irán habría recibido en 1997 las instrucciones para fabricar una bomba atómica gracias al mismo científico paquistaní que entregó las claves para construirla a Corea del Norte. Con su triunfo y posterior actitud, el nuevo presidente iraní ha servido en bandeja a Estados Unidos e Israel excusas —que antes no existían— para atacar el país. Lógicamente, no se pueden evitar consideraciones conspirativas habida cuenta del discurrir de los hechos. Conviene no olvidar que muy posiblemente el actual presidente iraní participó en 1979 en el secuestro de civiles en la embajada de Estados Unidos en Irán, pero aquel oscuro suceso todavía está por aclarar puesto que la CIA –dirigida entonces por el magnate del petróleo George Bush padre– negoció con aquellos islamistas para que prolongaran la situación de modo que Jimmy Carter perdiera las elecciones de noviembre de 1979 frente a Ronald Reagan.

Una suerte de breve arbol genealógico servirá para aclarar cómo se manipula la información al respecto. Hemos de decir que existen dos principales doctrinas dentro del Islam. Por un lado, está el movimiento suní y, por otro, el chií, una corriente que se escinde del Islam por motivos sucesorios en el siglo VII y que, en teoría, mantiene una separación entre Iglesia y Estado pese a que defienden la necesidad de que sean los imanes quienes controlen la política. La culminación de la revolución islámica de 1979 en Irán fue la gran victoria histórica del chiísmo, que hasta entonces siempre estuvo bajo el yugo de países sunitas como Irak o Arabia Saudí. A partir de entonces, el sentimiento de victimismo chií pasó a un segundo plano que ha sido reforzado por la victoria de esta corriente en las recientes elecciones de Irak. De esta forma, la posible unidad política de Irán e Irak convertiría a ambos países en la principal fuente de producción de petróleo del mundo, desplazando del liderato a Arabia Saudí, tradicional aliado de Estados Unidos y Europa. ¿Puede tener algo que ver una posible invasión de Irán con el miedo a perder el negocio del petróleo en Oriente Medio? Dicho esto, conviene señalar que la hipotética Al Qaeda surge en el seno del movimiento suní. Así las cosas, no existe nada más incompatible que Irán y Al Qaeda: "Un conflicto ancestral los distancia, porque ambos arrancan de concepciones contrapuestas", asegura Javier Martín, autor del libro Hizbulah: el brazo armado de Dios, quien explica en la revista Foreing Policy de abril de 2006 las profundas diferencias entre ambos.

¿Conspiración para dominar el mundo?

Además, hay otras dos perspectivas muy importantes a tener en cuenta. Una de ellas tiene que ver con los hidrocarburos. Lo señala el periodista Paul Roberts en su libro El fin del petróleo, quien sostiene que las reservas de oro negro llegarán a su fin dentro de no muchas décadas. Pero es que, como bien explica el mismo autor, el final del petróleo exige al sistema energético mundial la necesidad de un cambio rotundo hacia el uso de otras formas de combustible. Y de uno a otro sistema, es vital el uso de un combustible puente –¡el gas natural!– que será incluso más importante que el petróleo. Casualmente, más de la mitad de todas las reservas mundiales de gas se encuentran en Irán. Tampoco deja de ser llamativo que las rutas para transportarlo requieran del control de Afganistán, el primer país invadido en la lucha contra el terrorismo. Por otra parte, en el año 2000, el director de la CIA elaboró un informe titulado Visión 2015, en donde preveía para ese año una situación similar a una guerra fría entre Estados Unidos y China, la potencia que competirá por el liderato mundial en el futuro. Tampoco deja de ser casual que las acciones militares y políticas del Pentágono hayan servido para militarizar una región que es necesario controlar para poder mantener el dominio mundial. Bajo esta perspectiva, ¿acaso no es sencillo comprender por qué China se ha mostrado contraria a la presión sobre Irán?

Mística y guerra nuclear

La crisis iraní presenta una componente religiosa de primer orden. George Bush está convencido de cumplir mandatos divinos en sus acciones. Como explica James Hatfield, su biógrafo no oficial, los problemas de George Bush con el alcohol y las drogas sólo se "acabaron" cuando se entregó en brazos de la religión gracias a predicadores de corte evangélico como Billy Graham, que sostiene la inminente llegada de Jesucristo y la necesidad de un apocalipsis para "limpiar" el planeta de huestes satánicas. Eso fue allá por finales de los años setenta. Desde entonces, la visión que tiene del mundo Bush está extraordinariamente tocada por conceptos religiosos, extremo que ha sido alentado por algunos de sus pensadores de cabecera, como Larence Kaplan y William Kristol, que califican las acciones del Presdiente como parte de un plan divino: "Esta sagrada misión comienza en Bagdad, pero nuevos peligros nacerán pronto. Prevenir ese desenlace será una carga pesada, pero Estados Unidos no puede huir de su destino a fin de mantener un orden mundial decente y debemos actuar para impulsar la causa de la libertad en cualquier lugar de la Tierra".

La amenaza atómica

La amenaza de una nueva escalada nuclear en el mundo está más que presente. En esos mismos días, el propio presidente norteamericano George Bush aseguraba que "todas las opciones están sobre la mesa". Aún con todo, el semanario The New Yorker desvelaba a comienzos de abril que el gobierno de George Bush se plantea el uso de armas atómicas para evitar que Irán las pueda desarrollar. Quien desveló la existencia de ese plan fue el periodista Seymour Hersch, el mismo que publicó las primeras exclusivas respecto a las torturas en las cárceles iraquíes por parte de soldados norteamericanos y británicos. "Se han llevado a cabo misiones simuladas de bombardeos con armas nucleares", escribía Hersch. Al parecer, las simulaciones contemplaban el uso de las poderosas bombas B61-11, que contienen una carga nuclear de plutonio cuya intensidad supera los 400 kilotones. Y aunque su potencia es cuarenta veces inferior a la de la bomba atómica de Hiroshima, de usarse sería la segunda vez en la historia que se emplea armamento nuclear. "No descarto ningún desenlace, pero creo que va a ser muy difícil que el gobierno de Bush acepte un Irán nuclear", aseguró al diario El País el analista Clifford Kupchan.

Emplear esas armas ha sido una opción del agrado del sector más conservador del poder norteamericano. De esa idea son hombres como Laurence Kaplan, un politólogo neoconservador que tiene una gran influencia en la clase dirigente: "Es un instrumento para dominar el mundo". Ya en 1980, un hombre como Keith B. Payne hizo un alegato a favor del empleo de armas nucleares antes de convertirse en ministro de Defensa: "Si mantenemos una inteligente estrategia atómica, nuestras bajas deberán limitarse a entre diez y veinte millones de personas, un nivel compatible con nuestra supervivencia nacional y posterior recuperación". Con el paso del tiempo, este tipo de ideas militaristas se han mantenido. El propio Payne elaboró 19 años después un informe estratégico en el cual recomendaba la posibilidad de usar pequeñas armas atómicas. Actualmente, está en vigor la directiva 17 de Seguridad Nacional: "Estados Unidos está dispuesto a usar armas atómicas contra otros países que pretendan conseguir armas de destrucción masiva".

Con el arsenal nuclear actual, sería posible provocar la muerte de todos los habitantes del planeta cuatro veces habida cuenta de que en el mundo existen más de 20.000 bombas 20 veces más poderosa que la de Hiroshima. Su uso podría ser devastador. ¿Vale todo a cambio de obtener la supremacía económica que dan los recursos energéticos? Si la bomba se emplea de nuevo después de sesenta años, la respuesta será desgraciadamente afirmativa.
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