Ocultismo
19/01/2012 (11:46 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Morir en Olius

ENIGMASOlius, pequeña población catalana en la comarca del Solsonès (Lleida), cuenta con el cementerio más impresionante de la geografía hispana, realizado dentro del más puro estilo modernista, que recuerda a Gaudí –de ahí gran parte de su singularidad, y la riqueza de símbolos–, en donde todo gira en torno a la piedra.

19/01/2012 (11:46 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Morir en Olius
Morir en Olius
El investigador de la historia oculta Marius Schneider dijo en una ocasión que la piedra es la música petrificada de la creación. Y no le faltó razón. Porque entre las piedras que la Antigüedad veneró hemos de recordar los ónfalos griegos, que Guénon dice no ser sino betilos –del hebreo "Beith-El", la Casa de Dios–, de conformidad con el Génesis. "Y esta piedra que he alzado como un pilar será la casa de Dios" (28, 16-19). Olius podría ser un buen ejemplo de ello.

La ciudad de Solsona conoció un gran esplendor económico a finales del siglo XIX, como lo confirman algunas de sus elegantes mansiones y suntuosos palacios, entre ellos, el fotogénico edificio del "Hotel Sant Roc". Fruto de esa riqueza fue la construcción de un cementerio que estuviese a la altura de las circunstancias, a una cierta distancia –12 km– de la capital comarcal, fijándose en Olius. Gracias a aquella feliz decisión, hoy este pequeño núcleo, formado por masías desperdigadas entre bosques y tierras de cultivo, en torno a una iglesia románica de gran belleza, ofrece el cementerio más sobrecogedor de nuestro país; un lugar que, lejos de producir temor a los poderes ocultos del más allá, colma de paz al visitante, llenándole de vida y esperanza. Sin duda, porque el cementerio de Olius, al igual que la cercana iglesia de Sant Esteve, gravita sobre un punto de gran energía telúrica, en donde la reencarnación no es una quimera, sino algo que se asimila de inmediato.

Curiosos hallazgos
Después de superar un repecho de la variante que parte de la C-26 –la carretera que une Manresa y Solsona–, de golpe, nos encontramos en Olius, y un mundo distinto se abre a nuestros ojos. Es como si el Shangri-La, el paraíso soñado, donde el tiempo tiene otra dimensión, se colocara ante nosotros, y una fuerza cósmica nos trasladara a otro espacio, más espiritual que terrenal; una espesa vegetación, de árboles centenarios, sustituye al clima frío del Himalaya. Sobre el suave lecho del Cardener, coronando un altozano, se alza la iglesia de Sant Esteve y, en torno a ella, cerca de un centenar de silos de época ibérica, recientemente descubiertos y excavados en parte, se alinean en la explanada del lado norte, algunos de estos depósitos abiertos en la roca, que todavía conservan granos del cereal allí almacenado para futuros cultivos que no llegaron a producirse; este valioso hallazgo recuerda la secuencia de culturas que, a lo largo de los tiempos, animó a un asentamiento de civilizaciones, atraídos por la riqueza de agua, la fertilidad de las tierras, su microclima y, sobre todo, una energía que irradia y vibra sobre las gentes que allí viven y se desarrollan. Lo que sorprende es que, a pocos metros de distancia, se encuentren los restos de un castro celta y un patrimonio de monumentos megalíticos relacionado con los druidas, que confirman la estrecha relación socio-cultural entre ambas culturas, que, en ningún momento desnudaron sus espadas para luchar entre sí, pero sí unidas contra los invasores –cartagineses y romanos–.

(Continúa la información en ENIGMAS 194)

Jesús Ávila Granados
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