Ovnis y vida extraterrestre
01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 11/03/2024 (10:14 CET)

Mato GrossoEl aeropuerto de las estrellas

En el lejano Mato Grosso, en pleno corazón de la Amazonía brasileña, se construyó un aeropuerto insólito para OVNIs. Y es que en las montañas del Roncador aseguran que aparecen humanoides con la intención de establecer contacto con los seres humanos

01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 11/03/2024 (10:14 CET)
Mato Grosso
El aeropuerto de las estrellas
Mato Grosso El aeropuerto de las estrellas

Había realizado un largo viaje hasta Barra do Garças. Más de 36 horas desde Madrid, con escala en Lisboa, Sao Paulo y Goiás. Dejé a un lado la pesada mochila y me crucé de brazos en un lugar apartado de la terminal a la espera de que el ufólogo Ataíde Ferreira viniera a recogerme. Estaba allí para impartir unas conferencias durante el congreso "Misterios del Roncador", en pleno estado de Mato Grosso, en Brasil, conocido por haber sido el frente de colonización de la Amazonía oriental.

Deseaba ampliar una curiosa información que los medios de comunicación habían dado a conocer hacía unos pocos años: en aquella región se había construido un "discopuerto", es decir, nada menos que una pista de aterrizaje para "platillos volantes". Además, el desaparecido ufólogo carioca Olavo Fontes había señalado en los años 50 que en las montañas del Mato Grosso existía una base extraterrestre. Olavo, que era por aquel entonces asesor del gobierno brasileño sobre el tema OVNI, fue al parecer convocado por científicos, militares e industriales para que les aconsejara con respecto al desarrollo de armas con las que proteger hipotéticamente a la Tierra en caso de posibles invasiones de otros planetas. Era la época de mayor apogeo de la Guerra Fría entre EEUU y la URSS.

Mientras esperaba, me acerqué al único quiosco que había en la terminal, donde adquirí un mapa del estado. Aproveché para preguntar al amable quiosquero sobre el famoso discopuerto que había sido blanco de todo tipo de comentarios jocosos.

Me comentó que lo del "discopuerto" había sido iniciativa de un concejal, Valdón Varjão. En realidad, se trataba de un señuelo turístico. No obstante, casi todos los que viven allí están convencidos de que los OVNIs realmente existen, pues en la sierra se suceden frecuentes apariciones de extrañas luces que realizan acrobacias en el aire y que se sumergen nuevamente en los bosques, como si su lugar de origen fueran las entrañas de la tierra. El mismo quiosquero me aseguró que había sido también testigo de estas extrañas luces en dos ocasiones.

Rumbo al discopuerto
Finalmente llegó Ataíde Ferreira Neto, un joven apasionado de los OVNIs de unos veinte y tantos años, que me llevó hasta su automóvil para trasladarme a mi eventual alojamiento. Un poco después de iniciar el viaje se detuvo en el "Disconauta Palace Hotel", que de curioso sólo tenía su pomposo nombre, pues se trataba de un caserón cuya categoría no debía exceder la media estrella.

Al día siguiente, junto a mi amigo el biólogo Paulo Aníbal, fui en una camioneta hasta la cima de una montaña de la Sierra Azul, donde había sido construido el "discopuerto". Cuando llegamos, nos encontramos al joven pintor "Genito" retocando una maqueta gigante de un platillo volante de colores muy chillones. A escasos metros se extendía una suerte de panel donde destacaba el dibujo de un grupo de alienígenas vestidos con túnicas.

Genito nos contó que había sido protagonista de un extraño fenómeno: "Recuerdo que una noche, cuando era niño, pude observar, suspendida en el aire, una bola de luz con una mancha oscura en el centro. Parecía later, aumentando y disminuyendo ligeramente de diámetro. Aquel extraño artefacto, que se encontraba a escasa altura del suelo, subió un poco y expulsó de su interior un objeto igualmente luminoso pero más pequeño que voló hasta desaparecer en lontananza. La bola más grande se fue desvaneciendo, estática, hasta difuminarse por completo".

Aunque decepcionados con el célebre "discopuerto", podíamos disfrutar del entorno, las serranías del Roncador, donde las leyendas aseguran que existen ciudades subterráneas habitadas por "seres superiores".

Los astronautas de Ceres
Al día siguiente por la mañana conocí al profesor Nelson Vilhena Granado. Maestro de física y hombre de gran cultura, me habló sobre su visión filosófica de la vida, una peculiar forma de ver el mundo que resumió en el libro Dimensionalis, donde define el concepto de "ciudadanía cósmica". La ufología había sido su plataforma de embarque para estas y otras reflexiones. Junto con el desaparecido general y ufólogo Moacyr Uchoa, tuvo el privilegio de compartir muchas vigilias nocturnas en la región de Alexânia, en el estado vecino de Goiás.

Granado me comentó que durante una época de su vida vivió en Ceres, una región situada también en Goiás. Cuando mi interlocutor mencionó el lugar, inmediatamente me vino a la mente un caso clásico de la ufología que tuvo lugar allí el lejano 10 de octubre de 1957. El ingeniero de minas y oficial de la marina española Miguel Navarrete viajaba en un camión, junto con un amigo, por las inmediaciones de aquel pueblo cuando observó un gran objeto luminoso sobre la carretera. Los viajeros se asustaron y el motor de su vehículo se paró bruscamente. El no identificado les sobrevoló y se posó a un costado. Pero antes de bajar, a unos seis metros de altura, apagó su luz y sólo mantuvo una pequeña luz roja encendida sobre una especie de mástil de casi 40 m de altura.

El objeto parecía tener la forma de un plato de alrededor de 140 m de diámetro y de su parte inferior se abrió una portezuela como la de los aviones Convair. A continuación, comenzaron a salir seres humanoides, hasta un total de siete, que se mantuvieron alrededor de tres minutos observando, estáticos, al camión. Según la descripción que Navarrete ofreció a un juez de Ceres, las criaturas tenían aspecto humano, pero eran muy bajitos, "como niños", con pelos largos, enfundados en un mono que, a la altura del pecho, era luminoso. El oficial de la marina intentó arrancar su vehículo sin lograrlo. Después, los extraños seres regresaron a bordo y el OVNI se elevó hasta unos 500 m. Entonces se desprendió un "disco" más pequeño que voló en dirección sudoeste.

Por la noche regresamos al hotel, donde me encontré con mi amigo Ademar Gevaerd, director de la revista UFO y uno de los responsables del congreso, que estaba conversando animadamente con varios militares. La noche siguiente algunos de ellos participaron en un alerta OVNI que se realizó sobre la Sierra Azul, en la explanada del "discopuerto". Nos situamos sobre un mirador natural desde donde divisamos las luces de Barra do Garças. De pronto, una luz azul cortó la bóveda celeste y se alzaron algunas voces de sorpresa de los participantes. Sin embargo, no era más que una estrella fugaz. En el fondo, sin embargo, intuía que el Roncador sabía ocultar muy bien sus secretos…

Pablo Villarrubia Mauso

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